
Estamos a 1,200 metros sobre el nivel del mar, en la reserva ecológica
Padre Miguel Fuerte, en el centro de visitantes de un pueblito y una loma llamados Cachote, ubicados en la parte oriental del Parque Nacional Sierra de Bahoruco, mejor conocida como Bahoruco Oriental (provincia Barahona). El frío acá arriba es insoportable; el paisaje, una delicia; la gente, humilde y con muchas ganas de progresar; los caminos,
ideales para caminar y tomar fotos, no recomendados para vehículos “normales”…
Temprano en la mañana (tras una tarde de caminata por el
Sendero La Jibijoa, una noche de cuentos al calor de una fogata y una madrugada helada), segundos antes de que la camioneta tipo safari nos llevara de vuelta al centro del municipio de Paraíso,
don Francisco Asmar se asoma a la parte trasera del safari y pregunta que si le pueden llevar. Los organizadores dicen que sí,
que es uno de los fundadores del pueblito, y se le da espacio en medio de 10 ruidosos comunicadores sociales que, al finalizar el viaje, quedaron más que maravillados -y algo tristes- con la historia de don Francisco. Su padre era del Líbano y su madre barahonera y, por razones que no preguntamos pero que entendemos, se instalaron en la
¿cómo describirla y ser justos? bella, verde y reluciente Barahona. En 1952, don Francisco Asmar vio que las tierras de la loma llamada Cachote eran muy lindas y se
compró 100 tareas de tierra para “usarlas”. En un lugar del trayecto llamado El Platón, me dijo que pagó 100 pesos por ellas. Un peso por tarea. Le pido que me confirme la cifra (ya saben) y don Francisco Asmar,
que lleva 87 años a cuestas, repite todo igualito.

Pero sigamos con la historia. El caso es que junto a Leonte Stefano y Alejandro Feliz, don Francisco Asmar fundó el pueblito de Cachote (en el que viven alrededor de 30 familias, dicen). “Queríamos tener propiedad”, cuenta. Y el nombre de la loma, preguntamos, ¿de dónde salió el nombre? Pues que la gente que visitaba la zona “se dio cuenta” que esa loma se parecía mucho a
una montaña haitiana que se llama Chote y, para no repetir el nombre, le pusieron Cachote. Así de sencillo. Y allí se instaló don Francisco Asmar a cultivar la tierra y a cebar reses. Y durante 14 años fue, también, promotor de Salud Pública en la zona. Dice que caminando, caminando vacunaba y asistía a todos los habitantes de tres parajes:
Cachote, Cortito y Auta. Y también dice don Francisco Asmar,
actual alcalde de Cachote, que nunca lo pensionaron pese a su edad y al sacrificio que hacía por esos montes que, si ahora están deshabitados, imagínense antes; que no recibe ninguna ayuda del estado, que crió a fuerza de trabajo a sus diez hijos, y muchas otras cosas que nos obligan a preguntarnos si, para las autoridades,
el campo y su gente existen realmente. Recuerden que en los parajes dominicanos
el cargo de “alcalde” es honorífico.
Para no cansarles con el cuento, también nos preguntamos cómo se iba a hacer don Francisco Asmar para, ese día, alcanzar los 25 forzosos kilómetros que separan Cachote de Paraíso sin la ayuda de nuestro safari. Por lo que vimos, estaba dispuesto a hacerlo a pie…