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14/12/08

El despojo (Novela de una chica ilusa, cap. 3)


Aunque no cree en eso, Yalo pensó que dado que tiene tan buena suerte para que la engañen, que casi nunca ha logrado entregar un trabajo a tiempo, que es haragana en extremo y tonta y pendeja en igual proporción… Ella pensó que un despojo no le vendría mal.
Así, aprovechando que acompañaba a unos amigos –que sí creen en eso– hasta las tierras de Solín, tal vez el más grande santero de San Juan y, cuidado, del país, decidió que ya era hora de “quitarse lo malo y echarlo en el mar”.
Franqueó caminos y laderas, cruzó riachuelos y carreteras y al llegar al llano de Solín hizo como Vicente (que hace lo que ve hacer a la gente): le dio tres vueltas a las cruces de Liborio, tocó cada una de las –no sé cuántas- campanitas del altar –enorme, imponente– y mandó a comprar el velón que emanaría la luz que le indicaría a Solín cuán descricajada era su vida.
Cuando le tocó su turno se sentó en la silla frente al altar mirando los trapos de colores que se enganchan en el techo por cada alma “despojada”, se sobresaltó cuando Solín le dijo que descruzara los pies y se quedó allí como una estatua, sin saber qué decir.
No preguntó nada, no dijo una sola palabra pero tampoco hizo falta. Solín la “desnudó” de arriba abajo, le dijo todo lo que ella quería y temía escuchar y muchas cosas de esas que ella siempre dice que se arrepiente de pensar y hacer. La más ingenua fue: “Tenga cuidado con el dinero, porque así como le llega se va”. Y con las palmas y los dedos de las manos dibujó la siguiente frase: “Le entra por aquí –porque le entra– y le sale por aquí”.
Las demás observaciones fueron muy dolorosas como para exponerlas así, sin que nadie pague por escucharlas.

Con cada palabra de Solín Yalo intentaba que los ojos no se le salieran y, a lo muy cibaeña que es, mantuvo siempre una actitud de: “Ja, no estoy muy segura de lo que usted dice”, cuando en el fondo quería decirle: “¡Mierda, Solín!, ¿cómo es que pegaste en todo?”
Para finalizar, Solín le dio su respectivo despojo con hojas de las que Yalo sólo alcanzó a reconocer la ruda. El agua usada despedía un olor “indescifrable”, como esos olores que emanan de las habitaciones de las abuelas que se están muriendo. Para completar la obra subimos hasta las montañas de Liborio y nos mojamos con la agüita santa que quita hasta las pecas.
Y de nuevo para el valle para hacer un recorrido por San Juan de la Maguana. El viaje había terminado. A las 5:00 de la tarde saldría la última guagua de Caribe Tours.

Allí vamos
¡Vida nueva!, pensó Yalo. Adiós, temores. Adiós, arrepentimientos. Es tiempo de renacer. ¡Allá nos vemos, Santo Domingo!
El frío de la guagua, unido al polvo recogido durante el día, presagiaron una incipiente gripe que Yalo pensó no pasaría de ahí, por lo menos no después de haber dejado atrás todo lo malo.
De la parada siguió hasta el trabajo y allí la “jalaron” los jefes a una oficina para informarle que el proyecto en el que venía trabajando desde hacía un año y pico había sido cancelado, y que ya le informarían lo que haría en lo adelante.
Luego, por primera vez en su vida como empleada –que ya ronda los trece años–, Yalo faltó tres días al trabajo. Sí, ella nunca había faltado, por ningún motivo, a ninguno de sus trabajos (ni siquiera cuando le sacaban las muelas para que los brackes encontraran espacio en su boca). Faltar es lo de menos, se dijo, algún día tenía que ser, ¡pero faltar por una gripe era inconcebible! ¡Intolerable!
Pero así fue. ¿Las hojas? ¿El agua? ¿El polvo de agosto de San Juan? ¿El frío de la guagua? ¿Un castigo del Señor? Ella intenta averiguarlo aún. Solín le había predicho lo del trabajo –en serio– pero también le había dicho que si de algo Yalo debía estar muy orgullosa, con todo y quejarse tanto, era de su envidiable salud…
 
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P.D.: A veces, cuando recuerda el despojo con cariño, Yalo se pregunta de qué color habrá puesto Solín su trapo en el techo de la santería...

8 comentarios:

Unknown dijo...

jajajajaja, decricajá, esa era la vida nueva que te ofreció Solín.

José Enrique Méndez dijo...

De seguro estoy que cuando visite de nuevo el Centro de religiosidad popular quie perteneció a la difunta Momona, Ramona, en Cañafistol, San Juan, ahora dirigido por el servidor de misterio que llaman Solín, encontraré un velamen nuevo, bonito, que desprenderá olores de solidaridad y amor a la humanidad.
Espero descubrir el nuevo color y te lo haré saber.
Abrazos sanjuaneros,

ikemendez

Yalo dijo...

Gracias por los datos, Ike. Que conste que lo dijiste tú, porque no me atrevía a dar muchos detalles del llano hermoso de Solín. Los viajeros somos así, a veces, celosos de los paisajes que le pertenecen a todos pero que nos creemos sólo nuestros...
Abrazos de todas partes del país
(Me encanta San Juan, pero eso lo sabes).
Y.

Oscar Gómez dijo...

Felicito tu narración Yalo. Aunque no te conozco personal, sigo tus escritos a través del medio en que trabajas. Ese mágico mundo de la literatura debemos utilizarlo para contribuir a cambiar el mundo real en que vive nuestra humanidad....

OTROJO dijo...

Genial narracion!
Magnifica!
Pero de antologia esta el simil: "El agua usada despedía un olor “indescifrable”, como esos olores que emanan de las habitaciones de las abuelas que se están muriendo"

Eres una gran escritora en desarrollo!

Yalo dijo...

Oscar: Haz memoria, seguro que no me conoces? Mira mi foto en la columna derecha, seguro que no me conoces? (@#$*%*@#*)
Otrojo: Mil gracias. Lo tendré en cuenta para cuando en un país como el nuestro se pueda vivir de la literatura.
Abrazos,
Y.

soraya dijo...

Me encantó la narración. Tienes talento, muchacha!!!

Anónimo dijo...

Este pequeño cuento es una brisa fresca para nosotros que vivimos en Europa, encerrados dentro jaulas de concreto, mirando a catálogos de vacaciones.

Que riqueza interior, conocer las tradiciones ancestrales, que suerte.

Me gustaría poder ir a una librería y comprar un libro de Yalo.

En otras palabras: esta buenísimo y queremos mas!