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30/11/10

Ideas suicidas (Novela de una chica ilusa, cap. 10)


El mar provoca en mí ideas suicidas. Me reta. Me dice ven, échate a dormir aquí, bocarriba, sobre las crestas blancas. Eso si hay espumas, como las que dejan las olas en Cabarete. Si no hay espumas entonces me imagino que me dice ven, tírate, traspasa mi cuerpo, húndete y mira lo que hay debajo de mi piel de agua.
Siempre ha sido así. No importa que vaya en una lancha o lo vea por la ventana de un hotel. Si paso por el Malecón o por las Américas, por ejemplo, me gusta verlo de lejos y a intervalos. Si dejo posar la vista varios segundos en el fondo imaginario donde descansan las aguas, me veo tirándome de cabeza, desapareciendo para siempre. Y antes de tirarme sufro porque me imagino a los buzos buscando sin éxito mi cuerpo, a la gente sobre el farallón, metiéndose en lo que no le importa, lamentando la muerte de alguien que se dejó provocar por el mar. Y él burlándose de ellos antes de tragarme.


Maro escribió en su muro de FB una frase conocida que ha vuelto a traer esas ideas suicidas. "Qué me importa que se seque el mar; total, yo no soy marinero". Me regodeo pensando qué pasaría si el cambio climático se retuerce y decide que ya no descongelará los glaciares ni tapará islas enteras, sino que ocurrirá al revés: las aguas del mar se irán secando poco a poco hasta que todos podamos ver su fondo seco, sus secretos al descubierto. Dulce venganza. ¿Qué podría ocurrir? "Iremos caminando hasta Nueva York", dice Pachico. Pero no.
Su misión -la del mar- es mortificarme. Como ya no tendrá agua me imagino frente al farallón del Malecón intentando ver su fondo oscuro, impenetrable. No hay forma de ir a ningún lado. No se le ve el fondo. Y entonces me duele pensar que nunca más pasearía por el Malecón o por las Américas, porque cualquier brisita podría hacerme tambalear y caer al mismo abismo que una vez estuvo lleno de agua...
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P.D.: El mar es como la vida. Nunca se sabe cuándo tocaremos fondo.

La vida es mejor cuando ‘surfeas’

Eso dicen los surfistas. Y Cabarete les brinda sus mejores olas para que lancen al viento su más alto ¡kowabunga!

Yaniris López

Olas buenas todo el año. El agua es cálida y te da por la cintura. No hay tiburones. Un aeropuerto cerca, buena vibra en el ambiente y la mística bohemia de un lugar que parece tener un poco de cada país.
Todo esto hace de Cabarete la meca de los deportes acuáticos en el país. Y de uno en particular: el surf. Es que “la vida es mejor cuando surfeas”, reza una calcomanía colocada en la puerta de la oficina de Cabarete Surf Camp. El lugar es mucho más que un hotel ecológico en el centro del distrito municipal ubicado a 12 kilómetros de Sosúa. Los huéspedes, que llegan de todas partes del mundo, se concentran temprano en la parte frontal del hotel, suben a una camioneta, recogen a los huéspedes de otros hoteles y terminan en playa Encuentro, donde, a lo largo de la franja de arena, seis escuelas ofrecen sus servicios a residentes y visitantes.

Si los deportistas son veteranos, sólo eligen una tabla y ¡al agua! Si no, los instructores de las escuelas se encargarán de darles las primeras lecciones. Algunos tardarán meses en dominar el deporte, otros cogerán una ola en su primera lección. No importa cuándo, pero justo en ese momento, cuando se toma la primera ola, dicen los surfistas que ya nada será igual. Algo tiene el surf que cambia la forma tradicional con que se ve la vida.
Ignacio, un chileno que visita Cabarete por cuarta vez y que se hospeda en el Surf Camp, lo describe de esta forma: “Imposible definirlo. No se puede. El surf es un deporte egoísta, sólo tú sabes lo que se siente cuando coges una ola”.

El boom comenzó a finales de los 80

Arismendy Monegro, presidente de la Asociación de Dueños de Escuelas de Surf de Playa Encuentro, fue de los primeros en acondicionar la playa para los surfistas hace casi 30 años.
El boom llegaría en 1986 y se consolidaría en 1990. No ha parado desde entonces. Unas 150 personas de lunes a viernes y unas 300 los fines de semana retan las olas en Cabarete sobre una tabla. Las escuelas se comprometen a mantener la playa limpia y vigilada. Hace unos meses, cuando intentaron cerrar el acceso a la playa, los surfistas protestaron lazándose desnudos a las aguas.
Olas, viento, tablas y velas

La primera vez que Roberto Martínez tomó una ola tenía doce años. El joven combinaba el surf con un trabajo como colocador de sillas en la playa de Cabarete y uno de los días más felices de su vida fue cuando compró su primera tabla de surf en el 2000. “Era perfecta, para profesionales, cuando me metí con ella al agua dije que no iba a funcionar porque era pequeña, pero me paré y sentí una emoción que no te imaginas”, cuenta.
Aunque los surfistas expertos prefieren tablas pequeñas, una de 9 pies es la ideal para los principiantes.
Hoy Roberto tiene 23 años y es instructor de la escuela que el hotel Cabarete Surf Camp administra en playa Encuentro.
No es necesario ser muy fuerte para practicar surf, dice Roberto. Es un deporte para todas las edades. Las recomendaciones básicas tienen que ver con la posición del cuerpo sobre la tabla, cómo remar la ola, cómo pasar una ola con espuma y cómo pararse. “Debes estar relajado y no moverte mucho, da igual que no seas fuerte o que estés gordo, sólo necesitas balance”, dice.

Si se practica todos los días, tres meses son necesarios para dominar una ola casi a la perfección, aunque, como señala Roberto, con una lección bien explicada hay quienes toman una ola el primer día.

Más dominicanos

Las escuelas de surf de Cabarete, unas seis a lo largo de playa Encuentro, desearían que más dominicanos se interesaran en practicar este deporte porque el país cuenta con todas las condiciones para entrenar buenos surfistas. Que alrededor de 300 surfistas y practicantes se den cita en Cabarete cada fin de semana es buen indicio de que el deporte gusta cada vez más, insinúa Jack Astacio, de la escuela Pau Hana.
“Y va en aumento a medida que la gente se da cuenta que tenemos olas el año entero, que no tenemos el problema de los tiburones y que los surfistas y las escuelas nos llevamos muy bien”, añade.
Por las tablas no hay que preocuparse. Las escuelas las alquilan a buen precio y en muchas tiendas de Cabarete las ofrece entre 150 y 200 dólares las usadas, mientras que una nueva podría costar alrededor de 350 dólares. Y si la quiere personalizada, León Gold, famoso en la comunidad turística, está disponible para hacerlo.
Las escuelas de playa Encuentro también ofrecen asistencia en otros deportes acuáticos como windsurf y kitesurf, dos disciplinas que han colocado a Cabarete en la mirilla mundial por las buenas condiciones que ofrece para su práctica todo el año.

23/11/10

Una estampa bonita de la ciudad

En la Plaza de las Flores, un colorido rincón de Santo Domingo entre la 16 de Agosto y la Palo Hincado, trabaja Miguelina. Vendedora de flores desde los 13 años, ha criado a sus cuatro hijos con este oficio

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Miguelina Melenciano Serrano vende flores desde los 13 años. Primero lo hacía en la calle El Conde, cuando todavía no era peatonal, luego en Las Mercedes esquina Palo Hincado y ahora, desde hace dos años, en la Plaza de las Flores.
Ubicada frente al parque Independencia, entre la 16 de agosto y la palo Hincado, a un costado del Fuerte de la Concepción, este corto bulevar de unos pocos metros enlaza la avenida Mella con la Bolívar.
Ya con 41, Miguelina se siente orgullosa de ser florista. ¿Su especialidad? Las rosas. Conoce el significado de los colores y las formas y aconseja regalar estas o aquellas según la ocasión.
Los peatones que pasan por allí le dicen que es una artista, le preguntan cuánto cuestan los arreglos y ella, como buena vendedora, les responde que depende, que algunos más, otros menos, entre 500 y 600 (una ganga considerando lo bien hechos que se ven y lo caro que están en las grandes floristerías).
¿Y si no tengo tanto?, preguntan algunos. “Yo te lo acomodo”, responde Miguelina.

Si los clientes se muestran entre interesados y dudosos, Miguelina les pide el teléfono, les dice que sigan paseando y que si quieren ella les reserva el arreglo para cuando vuelvan. Y la gente acepta, porque Miguelina tiene algo que convence, un embrujo que parece haber tomado de las flores, de tanto bregar con ellas.

Con este negocio ha criado a sus hijos

¿Una foto, ay, así tan fea como estoy? Bueno, pero sonriendo no, porque estoy mala de la gripe y tengo los ojos brotaos”. Miguelina posa cortando y arreglando las rosas sin dejar de hablar y sonreír. Vive en Haina y vender flores es lo único que ha hecho en toda su vida.
Con este trabajo ha criado a sus cuatro hijos, cuenta mientras sale de entre las flores, toma una rosa y la acomoda entre dos hileras de follaje verde.

¿Soltera, Miguelina? “Sí, no quiero hombre en mi camino, así estoy mejor, tengo cuatro bellos hijos (una hembra y tres varones) que no me dan tormento”. Mira el arreglito, le agrega dos flores, una blanca y otra amarilla, y más follaje.

A Miguelina, que suele dejar el bulevar a las 8:00 de la noche, le gustan las rosas blancas y rosadas, los lirios y los gladiolos. Amarra el ramito, lo mira y se lo pasa a esta curiosa que hoy ha querido elogiar su trabajo. Un trabajo honesto, hermoso y delicado que convierte la Plaza de las Flores en una de las estampas más bonitas de la ciudad.

19/11/10

Manantiales en Punta Cana: Ojos Indígenas

Yaniris López
Punta Cana, La Altagracia
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Los proyectos de desarrollo sostenible que ejecutan la Fundación Ecológica Punta Cana y los hoteles Meliá y Palladium en el principal polo turístico del país, así como los que se implementarán en los próximos meses en la laguna de Bávaro, visten de ecología un destino que, con todo y ser una referencia mundial, nunca ha destacado por ofrecer opciones ecoturíticas o de aventura a los visitantes.
Y es esa, precisamente, la imagen que el Clúster Turístico de La Altagracia quisiera promover en lo adelante: la de un destino de calidad que conjuga los más hermosos paisajes playeros del este dominicano con experiencias ecoturísticas placenteras. Aquí la historia publicada en Listín Diario:  Punta Cana, ecoturismo y medio ambiente.
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Y acá algunas imágenes de los manantiales administrados por la Fundación Ecológica Punta Cana a un costado del resort Punta Cana Resort & Club. Escondidos entre la maleza y conectados por senderos, imprimen al lugar un aire que muchos no asocian con los complejos hoteleros de playa y sol. Se trata de un bosque privado protegido llamado Ojos indígenas de unos 1,500 acres: 12 lagunas de agua dulce alimentadas por el río subterráneo Yauya.
"Si camina hacia la playa justo frente a la reserva y observa atentamente el agua restante entre los manglares, puede ver el Yauya descargando en el océano", se lee en uno de los murales informativos de la reserva. Los nombres de los ojos de agua fueron designados por el historiador Bernardo Vega y el sendero fue diseñado por el explorador Manolo Despradel. ¡Disfrútenlas!







 

16/11/10

Error de la Unesco

Algo que escribió Jimmy Hungría en Buena Lectura y que reproducimos por considerarlo de interés para el país.
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Jimmy Hungría [Buena Lectura]

No sé si la embajadora dominicana ante la UNESCO o el Ministerio de Relaciones Exteriores o el de Cultura o el de Educación o el de Turismo, pero alguien debe decirle a la UNESCO que cambie la foto de su página web donde se refiere a nuestra Ciudad Colonial, pues dicha foto no corresponde a la capital dominicana, sino al Convento de Santo Domingo ubicado en Cuzco o Cusco, Perú.

http://whc.unesco.org/en/list/526

14/11/10

La flor del copey, pegamento natural

Se ¿usaba? para tapar las ranuras y hoyitos de higueros, vasijas, latas y otros objetos.

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Antes, cuando no existía eso de cemento, coquí, ega o silicona líquida, en los campos se usaba (¿o todavía se usa?) la flor de copey para pegar los envases. Me confirma mi mamá que de la flor seca del copey, puesta sobre las brasas, bota una resina parecida a la cera que sirve para tapar las ranuras y hoyitos de higueros, vasijas, latas pichás y muchos objetos que, por supuesto, no iban a ser puestos sobre el fuego, porque la resina se derretía de nuevo.

Sólo se usa el corazón de la flor, la parte redonda de adentro, no los pétalos gruesos. El corazón, que debe estar bien seco antes de quemarse, se derrite igualito que una funda plástica y, lo mismo que ésta, ¡ay si les cae una gotita de resina en las manos! Para evitar accidentes, el corazón se sostiene atravesando la parte de atrás que quedó de la flor con una varilla, una puya de palo de guaconejo o alambre.

Dice Foden que la flor de copey al quemarse hiede muchísimo, "un tufo fuerte". Yolan insinuó que deberían existir fábricas de resina de copey, algo así, y mami le respondió que no era fácil encontrar matas de copey en cualquier lado como para poner una fábrica. Las flores de las fotos son de la mata que está a orillas del río Jimenoa, en el hotel Gran Jimenoa (Jarabacoa, La Vega). La flor fresca es bellísima, parece de mentira, con una sustancia roja en el centro que, al caer la flor, se pudre y luce a guácala.

12/11/10

¿De qué están hechas las gomitas?

Figuran entre los dulces más buscados de la Navidad, pero ¿sabes de qué están hechas y cómo se elaboran las gomitas? Luigi Martina, presidente de Productos Alimenticios Nacionales (Panca), que las fabrican desde hace años en República Dominicana, nos dice cómo.
“Azúcar, glucosa, almidón modificado, colorantes y saborizantes certificados y agua para disolver todo esto, eso es todo lo que conllevan las gomitas”, dice Martina.
La mayoría de las gomitas que consumimos hoy día están elaboradas con gelatinas, almidón modificado y con un polvo hecho a base de pectina. La pectina es una sustancia fibrosa de cualidad espesante que se encuentra en las frutas (en las manzanas, especialmente) y que se usa también en la preparación de mermeladas y compotas. Esta sustancia, explica Martina, es la que se utiliza para poner “elásticas” las gomitas.
Aunque el uso de estos ingredientes depende de los gustos del fabricante y del comprador, en el país, dice Martina, es preferible elaborarlas con almidón modificado, porque ayudan a mantener las gomitas secas durante más tiempo (la humedad tiende a aguarlas).
¿Cómo se hacen? El líquido que se obtiene con estos procesos se deja reposar en moldes o en cualquier envase y, una vez formadas o cortadas las gomitas (cuadradas, redondas, o en gajos de naranja) se les pasa por azúcar.
Los sabores y colores se obtienen con esencias de frutas y colorantes certificados que se consiguen en laboratorios especializados.

Menos cada año
De acuerdo con Martina, Panca es la única empresa del país que elabora gomitas en cantidad industrial. Debido a los altos costos de fabricación y a la competencia extranjera (cada vez las tiendas locales importan más gomitas), este año harán menos dulces que en ocasiones anteriores.
“Podríamos hacer hasta 1,500 libras diarias, pero este año sólo haremos unas 20,000 libras en total. Antes hacíamos más de 80,000 libras”.
Instalados desde 1971, Panca es un reconocido fabricante local de dulces, caramelos, galletas, cocoa, chocolates y manteca de cacao.

11/11/10

En vez de alegrar, deprime...

De vez en cuando vale la pena perder el tiempo en los semáforos en rojo de la ciudad, porque te permiten ver cosas como estas. En un extremo del Hospital Infantil Robert Reid Cabral, en la esquina de la Independencia con Lincoln, hay un monumento con un mosaico precioso. Ni idea de quién lo hizo ni nos interesa averiguarlo, para que luego no digan que una se la coge con los artistas plásticos del país, así coloquen cabezas de indios en los farallones de un área protegida. De seguro que los niños que pasan por ahí o que van para el hospital, al observar por unos segundos el arte de una de las caras del monumento, ¡en lugar de alegrarse se deprimen! ¿Veo mal o los niños y la mamá del arte están llorando? Porque ojeras ya sabemos que no son, que también se les nota, y mucho. Qué tristes se les ve (diría Perales). Como dentro hay muchos niños enfermos, la idea es alegrarlos, ¿no?, para que olviden sus penas. Me recuerda a los niños del mosaico de Caribe Tours, que en lugar de ir de viajes parecería que van para el…

3/11/10

Más platos criollos en los restaurantes locales

El chef Juancho Ortiz asegura que la gastronomía dominicana es de calidad y se le debe sacar provecho. "Este es uno de los países donde mejor se come a nivel de restaurantes", dice.

Yaniris López
Santo Domingo.- El chef dominicano Juancho Ortiz es de los que piensan que todos los restaurantes dominicanos deberían incluir en sus menúes regulares platos criollos, de manera que los visitantes tengan opciones permanentes en estos establecimientos.
Premiado en festivales gastronómicos locales e internacionales, Juancho entiende que los dominicanos comen bien, que la comida dominicana es buena y que hay que sacarle provecho.
Este es uno de los países donde mejor se come a nivel de restaurantes. Tenemos un abanico de opciones de buena calidad, donde puedes conseguir lo que quieras. Aquí se vende todo”.
Por eso considera una pena que la gastronomía criolla no sea tan reconocida en otros países, una queja que la Asociación Dominicanos de Chefs (Adochefs) está tomando en serio e intenta resolver.
“Nos hemos reunido porque da vergüenza que traes un turista y no le puedes brindar un plato dominicano a menos que sea mangú o sanchocho y, aun así, no tienes dónde llevarlo porque los restaurantes no tienen estos platos; aparecen en dos o tres, pero tenemos pocos establecimientos que los ofrecen”.

Según Juancho, el gremio, que agrupa a los chefs de los principales restaurantes del país, está trabajando junto al Clúster Turístico de Santo Domingo para crear un nicho de establecimientos que incluya platos dominicanos en sus menúes. ¿Cuáles platos, a su entender, merecen aparecer en el menú? Además del mangú, el sancocho y el chivo guisado, Juancho piensa que se deben rescatar muchos platos que hace años eran parte del menú criollo como la catibía, los pasteles en hoja, el chambre, la harina rellena y la bolita de tamarindo.

Ping Pong a Juancho:

Lo que más le gusta cocinar
Yo digo que mi especialidad es comer bueno.

Su plato favorito
Para comer, el pescado.


El que menos le gusta
El molondrón, lo odio. Me daban una pela todos los días por eso. Pero yo he comido de todo.

¿Qué es lo más raro que ha comido?
Uff, he comido de todo, hasta culebra.

¿A qué sabe la culebra?
Como a salami.

De la comida internacipnal, ¿cuál prefiere?
La española, porque los españoles saben comer. Y comen abundante. Si me das a elegir, primero la española, luego la italiana y la francesa.

¿Cuál deberíamos evitar?
La comida grasosa.

¿Qué es lo más difícil de cocinar?
Todo es fácil. En las clases de cocina me gusta enseñar mis secretos, no me quedo con ellos clavados, hay que buscar el relevo. En gastronomía, mientas menos ingredientes le pones a una comida más buena sabe.

¿Cuáles alimentos merecen más cuidados?
Los pescados y mariscos y los que necesitan refrigeración. Le recomiendo a la gente que va a los supermercados comprar los pescados de último, para que vayan de ahí a su casa.

¿Por qué para los chefs todo es gourmet?
La gente cree que gourmet es lo más caro. Gourmet es una porción de comida que provoca que tus paladares exploten en la boca, que los cinco sentidos digan guao, lo que sea, que disfrutes eso. No es algo caro ni exótico. Puedes hacer una buena ensalada con rúcula.

2/11/10

Lechosa mata de coco, de tan alta

Es obvio que no caen enteras desde esa altura.

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Concéntrense en la primera imagen por unos segundos. No. Esa mata que ven no es de coco, que ya quisiera ella. ¡Es una mata de lechosa enorme, gigante!, tan alta como una palma o una mata de coco y con tantos frutos como los echaría una de coco. Al menos nunca las había visto tan altas. Chequeen el tronco, anchísimo y gordo para la especie. Está tan desarrollada esta lechosa que ¡echó una rama y ésta, a su vez, frutos! (segunda foto). Una está acostumbrada a ver el palito de la lechosa solo, sin ramas, con todos los frutos concentrados en el centro.
Está plantada frente al Centro de Sustentabilidad de la Fundación Ecológica Punta Cana (del Grupo Punta Cana, en La Altagracia) y tiene más de seis años, eso es seguro, porque esos son los años que lleva Jake Kheel como director ambiental de la Fundación y él dice que siempre la ha visto ahí.
Creo que, celosa de las palmas importadas que crecen en los alrededores, en las playas cercanas, la mata pensó que podía competir con ellas, y se propuso crecer y engordar, de maldad, para desde lo alto burlarse de la mata de coco, que si suelta uno le rompe la cabeza a cualquiera, mientras que ella da frutos suavecitos, que gotean por nada cuando están maduros aunque se desparramen en el suelo, porque es obvio que no caen enteros desde esa altura. Aunque, tal vez la teoría más lógica es otra: ¿para qué diañe necesitan una mata de lechosa los ricos que llegan hasta aquí? Por eso se olvidaron de ella y la dejaron crecer. Muy diferente sería la historia si, en lugar de un punto exclusivo de Punta Cana, la matita hubiese crecido en, por ejemplo… cualquier otro lado.