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19/4/19

Llenemos la ciudad de robles amarillos (2)

A Irene Rodríguez (@Airín1978)



En serio, de verdad.
Así se veían ayer los que crecen en el parque Cristo Libre de La Agustina, entre la avenida del Zoológico y la Tiradentes.
Si llenamos la ciudad de robles amarillos (Tabebuia aurea), haríamos un festival en su honor y le dedicaríamos pinturas, versos y canciones.
Cuando México hable de sus jacarandas, Venezuela y Panamá de sus guayacanes (Handroanthus chrysabthus), Honduras de su lindo cortés y Argentina de sus lapachos rosados, nosotros les mostraremos una foto del roble amarillo.
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P.D.: Seguimos amando los flamboyanes de todos los colores, que conste, pero todavía no hemos visto gusanos en los robles amarillos. Y el color, ese color radiante...








Qué triste –y chulo- es visitar el Zoológico Nacional


Triste porque, por más que una disfrute conocer animales exóticos que probablemente nunca tendría la oportunidad de ver, no deja de causar dolor ver a tantas criaturas cuya existencia/destino viene delimitada por las rejas de una jaula o un pozo profundo.
Es una emoción bipolar: 1) qué lindo está el parque, bien cuidado, con vigilancia, buenas atenciones y muchos animales… y 2) qué pena ver a los animales como objeto de exhibición, encerrados, tirados ahí. Snif…
Algunos tienen más suerte que otros. Los monos araña no se pueden quejar (menos el del zoo infantil), pues tienen un islote grande para hacer de las suyas. Las garzas son “almas” libres y nadie se mete con ellas. Pero ay...
Nada. Aquí va mi recuento turístico de Semana Santa por uno de los zoo más grandes de América Latina (1,250,000 metros cuadrados y 8 kilómetros de carretera, inaugurado el 5 de julio de 1975).


La entrada es genial, porque el primer encuentro es con los flamencos (comparten laguna con patos, cisnes y peces) y no hay forma de no enamorarse de su color.
Eso sí, vayan temprano si quieren fotografiarlos en todo su esplendor, porque después del mediodía se les mete una modorra tremenda y se tiran a un lado donde es casi imposible “captarlos”.


Luego tienes que decidir si sigues el recorrido a pie o en tren. 
En esta ocasión nos fuimos en tren, que bastante lo hemos caminado ya. Y comienza el desfile de emúes, avestruces, camellos (sí, tres camellos), un tigre, un león, lémures, rinocerontes, monos, chimpancés, bisontes, venados, hipopótamos, cebras, una hiena y muchas aves. La colección la pueden ver en la página del zoo.


El tren para en el punto donde se encuentran el serpentario y el anfibiario, el área para picnic y juegos infantiles, la caballeriza del poni y el zipline.
Para los amantes de las culebras, el serpentario es un lugar muy bonito y cumple sus expectativas.
No vimos ranas ni sapos.
La chica guía dice que a cinco minutos de caminata más adelante está el lugar desde donde partió el tren y la salida.



Y acá vienen algunas notitas



¿Hay un zoo para adultos y otro para niños en el mismo zoo? La entrada general cuesta 150 adultos y 100 niños, pero si quieres ir al zoo infantil son 30 más por persona, a pagar en la entrada del pequeño. En el parque infantil están los burros, diferentes tipos de aves (domésticas y exóticas, como el pavo real y el faisán), las iguanas rinoceronte, las cabras enanas, los conejillos de Indias, el canguro, las cotorras y pericos, el mapache, la lechuza de cara ceniza, el cocodrilo americano, el buitre rey, la cacatúa, papagayos, tortugas y otros animales. Y hay juegos infantiles, claro.


Eso da risa, porque se supone que si pagas 150 y 100 para ver los animales del zoo, es para ver toooodos los animales del zoo, no un grupo en un lugar y luego pagar para ver el resto, así sean repetidos. En realidad, a los chicos hay que arrastrarlos y amenazarlos para que vean a los animales, porque solo quieren estar en los juegos.


La lechuza cara ceniza, endémica de La Española y en peligro crítico de extinción, ¡tenía polluelos! 



Algunos hijos de p… tiran basura en los estanques y en las orillas del bosque ¿húmedo? La cañada también tiene mucha basura (foto de ayer).  En la entrada, a una chica no le permitieron pasar con una botella de vidrio. La seguridad le señala otra botella grande de plástico y le dice: “Esta es la buena”. La chica y otros que estábamos ahí, de metiches, le respondimos que la entendíamos, pero que se supone que debería ser al revés, que el Zoo no debería fomentar el uso de plásticos. 


La cara del mapache, pobrecito, como diciendo: Por fis, sácame de aquí. 



“¡Harta! ¡Harta de que me visiten, me fotografíen, me vigilen! ¡Harta!”



Las iguanas rinoceronte parecen contorsionistas. Estas están en una especie de ladera, encima.

La cotorra de la Española (Amazona ventralis). El zoo inició hace unos años un proyecto de rehabilitación que ha dado buenos resultados.


Ella es la tortuga de espolones africana (Geochelone sulcata), una de las tres más grandes del mundo.

La señora hiena duerme en ese rincón casi todo el día. De hábitos nocturnos, ¿qué puede hacer allí de noche?

El tigre rota la siesta todo el día para que coincida con la sombra de la enramada.

¡Qué lindos son el buitre rey y el mutón pico amarillo! Lástima…

Las cabras enanas. 


El parque está lindo, verde. ¿Ven lo que les digo de las emociones bipolares? Ahora, si me ponen una pistola en la cabeza, voto porque el zoo sea un lugar de recreación y un centro para programas de conservación y rehabilitación de nuestra fauna. La nuestra. Y luego los sueltan.... Dejar solo los animales que se adapten -por el tamaño del lugar y hábitos- a determinados espacios, como los flamencos y los peces, por ejemplo...