Hace unos minutos, en la botica de la Cruz Roja
Dominicana (ensanche Miraflores), llego y una chica con cara de resignada
parece que tiene un rato preguntando por esto, por aquello, y al parecer todas
las respuestas son negativas.
—¿Ni diclofenac?
—No —responde la señora que le atiende.
—¿Ni aceite de hígado de bacalao?
—No —responde la señora que le atiende.
—¿Y cuándo vienen los medicamentos?
—El 15 —responde la señora que le atiende.
La señora que atiende está detrás del mostrador, no
detrás de la ventanilla, así que me aparto un poco y le digo discretamente a la
chica que insista, que pregunte por otros medicamentos, porque la señora que
atiende me dijo a mí a principio de mes que los medicamentos llegaban el 15.
Aunque, pensándolo bien, nunca dijo si se refería a este
mes o al siguiente; o al 15 de abril, o al 15 de mayo, o al 15 de diciembre. A
lo mejor llegan cada 15 de mes para cada usuario que se acerca a preguntar.
La chica sigue preguntando. Nada.
—Pues deme eso nada más —dice al final la chica, y saca
un billete de 50 pesos.
Seguro era algo
que sí tenían y que pidió antes de que yo llegara. La señora que atiende ve el
billete y le dice:
—Pero yo no tengo monedas, no; no tengo nada de menudo.
La compra no se pudo hacer por falta de menudo para 50
pesos, porque eso sí, bien barato que venden en las boticas populares. La chica le responde, en buen dominicano (agregar tono
dominicano):
—Ah, pero ustedes no tienen de nada.
—Alcohol —responde la señora que atiende, —¿quieres
alcohol?
No, eso que sí
había, la chica no quería. La chica se fue y es mi turno.
—¿En qué le ayudo, señorita?
Tampoco tienen lo que les pedía.
Le sonrío
amablemente a la señora que atiende, buscando alguna sonrisa de complicidad,
como esperando a que ella me diga, levantando los hombros y poniendo cara de
dominicano que sabe lo que estás pensando y está de acuerdo en eso que estás
pensando: “Qué le vamos a hacer, señorita, no hay de nada, son así las cosas,
qué pena que cada vez que vengan no encuentren nada, lo lamento, otra vez
será”.
Pero no dijo nada.
No sonrió. Su cara ni se inmutó. Tampoco de “eso” tenían…