Hace unos minutos, en la botica de la Cruz Roja Dominicana (ensanche Miraflores), llego y una chica con cara de resignada parece que tiene un rato preguntando por esto, por aquello, y al parecer todas las respuestas son negativas.
Aunque, pensándolo bien, nunca dijo si se refería a este
mes o al siguiente; o al 15 de abril, o al 15 de mayo, o al 15 de diciembre. A
lo mejor llegan cada 15 de mes para cada usuario que se acerca a preguntar.
La chica sigue preguntando. Nada.
—Pues deme eso nada más —dice al final la chica, y saca un billete de 50 pesos.
Seguro era algo que sí tenían y que pidió antes de que yo llegara. La señora que atiende ve el billete y le dice:
—Pero yo no tengo monedas, no; no tengo nada de menudo.
La compra no se pudo hacer por falta de menudo para 50 pesos, porque eso sí, bien barato que venden en las boticas populares. La chica le responde, en buen dominicano (agregar tono dominicano):
Le sonrío amablemente a la señora que atiende, buscando alguna sonrisa de complicidad, como esperando a que ella me diga, levantando los hombros y poniendo cara de dominicano que sabe lo que estás pensando y está de acuerdo en eso que estás pensando: “Qué le vamos a hacer, señorita, no hay de nada, son así las cosas, qué pena que cada vez que vengan no encuentren nada, lo lamento, otra vez será”.
Pero no dijo nada. No sonrió. Su cara ni se inmutó. Tampoco de “eso” tenían…
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