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6/12/17
La orilla detrás de la playa
No hay forma de perderse, pero, por si las moscas, pídale a un lugareño que le acompañe a dar una vuelta por la parte trasera de Mano Juan, en la isla Saona, si se encuentra de paseo por el pintoresco pueblo pesquero del este dominicano, en el Parque Nacional Cotubanamá.
Es otra opción al obligatorio y placentero baño en la playa si le gusta el senderismo, y otra alternativa menos fatigosa al camino largo de casi nueve kilómetros que une los pueblitos de Mano Juan y Catuano si se estrena en las caminatas.
Entonces tomen el estrecho camino blanco y de casi dos kilómetros que corre paralelo a la playa y la laguna de Los Flamencos y que invita a disfrutar de cerca de las diferentes especies de mangles, uvas de playa, palmeras, yerba cimarrona, cangrejos solitarios, aves y el paisaje a ras de agua de la laguna, bajo un cielo azul intenso salpicado a veces por nubes blancas o por los puntos negros de los cuervos que sobrevuelan los matorrales en busca de comida.
Como el abrasante sol pondrá a prueba el humor y el esfuerzo pese a que se trata de un sendero plano, paren en el cementerio y retornen por la orilla de la playa, respirando hondo, pisando guijarros y refrescando el cuerpo en el paradisíaco paisaje de la isla adyacente más grande de República Dominicana. Un paseo corto dentro de otro paseo. Otra forma de explorar y divertirse...
13/7/17
Saona y una historia nunca publicada (#tbt)

El caso es que el 2 de mayo de 2009 viajamos hasta Saona porque los ministerios (entonces secretarías) de Medio Ambiente y Turismo querían anunciar el remozamiento de las viviendas de la isla y otras medidas que favorecían a sus habitantes. Escribimos la nota y la dejamos lista con todo y fotos, pero nunca la publicaron. Acá la dejo, en recuerdo de ese día, porque la tenía guardada y para sentir que, después de todo, no perdí el tiempo…
Anuncian el rescate de las viviendas y de los servicios turísticos en la isla Saona
Yaniris López
Isla Saona
Las secretarías de Medio Ambiente (Semarena) y Turismo (Sectur), junto con el Instituto Nacional de la Vivienda (INVI), anunciaron el rescate de las viviendas del poblado de Mano Juan, enclavado en la isla Saona, en el Parque Nacional del Este.
El proyecto de rescate también contempla la construcción de un nuevo embarcadero, la rehabilitación del sendero Catuano-Mano Juan y otras iniciativas sociales que mejoren la calidad de vida de los habitantes del área protegida más visitada del país, en la que residen aproximadamente 300 personas.
Durante una actividad encabezada por el secretario de Medio Ambiente, Jaime David Fernández; la directora general del INVI, Alma Fernández, y el gobernador de la provincia La Romana, Pedro Dennis Rosario, se informó que durante la primera parte del proyecto serán remozadas 25 de las 84 viviendas que hay en toda la isla, con una inversión de cuatro millones de pesos.
Se espera que los trabajos inicien esta semana con las viviendas ubicadas en la primera fila de la playa de Mano Juan.
Al presentar el proyecto, Ricardo Contreras, subsecretario administrativo y financiero de Semarena, explicó que se trata de un proyecto de largo alcance que no sólo implica la remodelación física de las viviendas de la isla Saona, sino que se trata de una renovación integral que haga más digna la vida de los lugareños.
En ese sentido, el secretario de Medio Ambiente anunció que todas las viviendas se reconstruirán siguiendo un modelo arquitectónico antillano que sirva para mostrar los valores culturales del dominicano. Para motivar el turismo sostenible en la zona, se anunció el diseño del sendero Capuano-Mano Juan, el que podrá ser recorrido a pie, en bicicleta o en burro.
Esta última opción, explicó Fernández Mirabal, representaría una buena fuente de ingresos para las familias de Mano Juan, pues hay una gran cantidad de burros domesticados en la isla.
“Hay que generarle valor agregado a lo que ya tenemos. Esos burros con una buena montura son un medio de vida. Cualquier familia que tenga un burro y lo alquile, con un par de viajes al día, ya se ganaría el sustento de su familia. ¿A cuántos turistas no les gustaría hacer ese trayecto montado en un burro?”, dijo Fernández Mirabal, quien agregó que además han sido identificados dos puntos en la isla donde serán construidos dos miradores.
Incentivos comunitarios
Fernández Mirabal anunció que como parte del plan de rescate de la isla, que recibe un promedio de 300 mil visitas al año, una joven de Mano Juan fue enviada a la capital a estudiar enfermería con el fin de que más adelante se convierta en la enfermera de la pequeña clínica que funciona en la isla.
Igualmente, dos profesores del Cuerpo de Paz que trabajan voluntariamente en la Isla decidieron permanecer dos años más para enseñar inglés a los niños de la escuela, de manera que puedan integrarse a las labores de atención y recibimiento de los turistas.
A las familias con hijos bachilleres que viven en la isla se les prometió el pago de la universidad y de cursos técnicos en La Romana o en otros puntos del país.
Para mitigar el problema de la basura, destacó que una brigada trabaja desde hace varios meses en la recogida de plásticos, latas y botellas de la isla.
Sobre el atracadero, cuya remodelación esperan desde hace años los habitantes de Mano Juan, señaló: “Hemos hablado con el secretario de Obras Públicas para ver cómo hacemos un mejor embarcadero, pequeño pero cómodo, sencillo, pero que pueda darnos mejores resultados”.
El funcionario incentivó a los medios de comunicación a monitorear los trabajos cada cierto tiempo, a proponer acciones, a reclamar decisiones y a criticar lo que no se haga bien.
De su lado Alma Fernández, directora general del INVI, dijo que todas las instituciones involucradas en el plan de rescate de la isla Saona trabajarán para hacer una remodelación integral “que permita que el paisaje que se observa en la isla sea un paisaje que nos corresponda como país, que nos corresponda como región y que esté acorde con el flujo turístico que vendrá aquí y lo que viene a buscar el turista a la isla Saona”.
La arquitecta Maribel Villalona representó al secretario de Turismo, Francisco Javier García, y el contralmirante y subjefe de la Marina Guerra, Luis Lee Ballester, representó a esta institución.
de rescate sembraron mangles, avellanos criollos y otras plantas típicas de la zona.
Ricardo Contreras, subsecretario administrativo y financiero de Semarena; Pedro
Dennis Rosario, gobernador de la provincia La Romana, y Jaime David Fernández,
secretario de Medio Ambiente, muestran el modelo de casas que regirá en lo adelante
en la isla Saona. Todas las casas dispondrán de un sistema para aprovechar el agua
lluvia, única fuente de agua potable con la que cuentan los residentes de Mano Juan.
Alma Fernández, directora general del INVI; el secretario de Medio Ambiente
y Maribel Villalona, de la Secretaría de Turismo, siembran un mangle en la
isla Saona.
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11/9/11
¿Puede el turismo generar pobreza? (1)
Abundan los análisis de preferencias del turista, y nada sobre el impacto social de las actividades turísticas en las comunidades donde se desarrollan.
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Yaniris López
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Alrededor de 1.6 mil millones de personas seremos turistas en el 2020. El turismo se perfila como la gran esperanza del futuro, motor del crecimiento socioeconómico y de la reducción de la pobreza, según la Organización Mundial del Turismo (OMT). No parece ni se espera que pudiera ser al revés, es decir, que en lugar de generar riqueza termine llevando carencias a las comunidades. Aunque…
Cuando el turismo de masas llegó a la isla Saona (sureste dominicano) a mediados de los años 70 del siglo pasado, el lugar fue convertido en área protegida y a sus cerca de 700 habitantes se les prohibió cultivar la tierra. Con el turismo ya no necesitarían labrar, se les dijo, todo cambiará en lo adelante.
Efectivamente, la más grande de las islas adyacentes de República Dominicana, con 110 kilómetros cuadrados de paisajes paradisíacos, es el área protegida más visitada del país, con más de 250 mil visitas al año, pese a que sus pobladores -hoy reducidos a menos de 200- apenas reciben dos horas de energía eléctrica al día, pese a que las plagas de mosquitos en tiempos de lluvia les asa la piel, pese a que el agua potable la obtienen llenando tanques y pozos cuando llueve. Juaniquito, de 75 años, el último de los colonos que poblaron la isla en 1944 y fundaron el poblado de Mano Juan, abrió un colmadito para subsistir. Y con los ojos llorosos se queja de que los clientes no llegan, de que ahora es más pobre que antes, cuando quemaba carbón y sembraba.
Por tratarse de un área protegida, los turistas no amanecen en la isla porque deben partir antes de las 5:00 de la tarde. Apenas tienen contacto con los lugareños. Las mujeres de Mano Juan comparten las cabezas de las chicas que deciden trenzar sus cabellos y las niñas aprenden desde pequeñitas a elaborar pulseras y collares.
Los recién llegados adoran tomarse fotos en las casetas repletas de pinturas naif y artesanías, pero casi nadie compra. Las autoridades les han prometido un muelle, una plaza artesanal, el arreglo de las casitas y capacitación.
Cierto, las mujeres aprendieron artesanía, pero dicen que deben salir a venderlas a las playas cercanas y a tierra firme, en La Romana, porque los turistas llegan a Mano Juan, toman el sol y se marchan a otra playa de la isla donde les espera un buffet costeado por su plan todo incluido. No les interesa comprar. Sólo les interesa el sol y la playa. La lancha que lleva a las mujeres hasta La Romana les cobra 300 pesos (unos siete dólares). La venta del día llega, si hay suerte, a 100 ó 200 pesos.
¿Turista o local?
Las autoridades se ponen felices cuando las cifras anuncian el aumento de turistas. Realizan congresos cuando las cifras bajan y se alarman si en los medios de comunicación aparecen noticias que desacreditan su gestión. La imagen creada fuera es más importante que la local. Parece que el turista es el personaje que hay que proteger y cuidar. Es el que trae el dinero. En un segundo plano quedan los trabajadores de los grandes complejos hoteleros que a menudo se quejan de las muchas labores que deben realizar por un salario. En un tercer lugar habría que ubicar al resto de la población que, sin participar de la industria, sabe que mientras más turistas lleguen mejor le irá al país.
Abundan los análisis de preferencias del turista, y nada sobre el impacto social de las actividades turísticas en las comunidades donde se desarrollan. El paraíso existe dentro del resort, en sus jardines amurallados. Si el turista desea ponerse en contacto con los dominicanos, debe reservar un tour que lo paseará por sus principales atractivos. Y luego volver al resort.
Las ganancias se registran en el Producto Interno Bruto del país (PIB) porque cada vez llegan más turistas, casi cinco millones en el 2009. Con todo y la crisis. Sin embargo, se trata de un progreso que, desde mi percepción personal, no se nota en las comunidades ni se refleja en el bienestar de su gente. Y entonces llega la pregunta: ¿puede el turismo generar pobreza? Claro, sobre todo en la población que no se beneficia de sus ganancias y que tampoco tiene alternativas cuando ve cómo desmantelan su espacio para dar paso a grandes proyectos en los que no puede decidir, en los que no le dan participación. Les dicen que el turismo genera riquezas, trabajo, bienestar. Y es cierto, ¿pero quién se queda con esa riqueza, adónde va, por qué no se refleja en la población, por qué no puedo saber yo en qué se invierte el dinero que genera el turismo?
A Lidia Josefa Maloon (doña Fefa, 83 años) la desalojaron hace 17 años de sus tierras ubicadas en el área de incidencia del Parque Nacional Los Haitises con la promesa de una indemnización que aún espera en su casita del barrio Altamira en Sánchez, Samaná.
Doña Fefa echa de menos la abundancia de comida que tenía entonces (de reses y pescados) y la tranquilidad del campo. Ahora su casa es una de las muchas afectadas por los deslizamientos de tierra que frecuentemente sacuden Sánchez y asegura que a duras penas consigue para comer.
La industria de los cruceros ha dinamizado la economía de Samaná y la observación de ballenas atrae a casi 35 mil turistas cada año hasta sus costas. Hay que pagar 100 pesos para verlas.
El gobierno se ufana de las buenas entradas, de lo bien que marcha el turismo en la zona. Las autoridades locales, en cambio, dicen que no tienen recursos para mover el ya tapado vertedero de la ciudad, ubicado a menos de un kilómetro del centro. Las cañadas y la basura causan estragos cuando llueve y la población no se queja, no actúa aunque le afecta la situación. Tiene fama de ser paciente. Y aquí, para ser imparciales, nos preguntamos hasta qué punto son también responsables los pueblos del desarrollo de su comunidad.
Desarrollo sostenible
Como la mayoría de los grandes complejos hoteleros está en manos de extranjeros (la oferta hotelera, que llega a más de 60 mil habitaciones, incluye 10 de las 50 mayores cadenas hoteleras del mundo), es frecuente escuchar que el turismo es la industria que genera más empleo en el país, como si el progreso estuviera determinado por la cantidad de ingresos de una persona más que por las facilidades de servicios (educación, salud, diversión) a la que pueda acceder.
Por suerte, el ecoturismo ha venido en auxilio del sector.
Los proyectos ecoturísticos que ven en el desarrollo sostenible el punto social del turismo comienzan a poblar los lugares apartados y menos agraciados con el turismo de masas y les está yendo bien, y los turistas más exigentes, esos que no se conforman con el paraíso llamado resort, lo consumen con agrado.
Las comunidades están comprendiendo que pueden hacerse cargo del desarrollo de su localidad y repartirse entre ellos los beneficios. Entienden que pueden transformar para bien su calidad de vida y vivir en armonía con el medio ambiente. Y están comprobando que, manejado de esta forma, el turismo sí puede generar riqueza.
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Febrero, 2010
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Yaniris López
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Alrededor de 1.6 mil millones de personas seremos turistas en el 2020. El turismo se perfila como la gran esperanza del futuro, motor del crecimiento socioeconómico y de la reducción de la pobreza, según la Organización Mundial del Turismo (OMT). No parece ni se espera que pudiera ser al revés, es decir, que en lugar de generar riqueza termine llevando carencias a las comunidades. Aunque…
Cuando el turismo de masas llegó a la isla Saona (sureste dominicano) a mediados de los años 70 del siglo pasado, el lugar fue convertido en área protegida y a sus cerca de 700 habitantes se les prohibió cultivar la tierra. Con el turismo ya no necesitarían labrar, se les dijo, todo cambiará en lo adelante.
Efectivamente, la más grande de las islas adyacentes de República Dominicana, con 110 kilómetros cuadrados de paisajes paradisíacos, es el área protegida más visitada del país, con más de 250 mil visitas al año, pese a que sus pobladores -hoy reducidos a menos de 200- apenas reciben dos horas de energía eléctrica al día, pese a que las plagas de mosquitos en tiempos de lluvia les asa la piel, pese a que el agua potable la obtienen llenando tanques y pozos cuando llueve. Juaniquito, de 75 años, el último de los colonos que poblaron la isla en 1944 y fundaron el poblado de Mano Juan, abrió un colmadito para subsistir. Y con los ojos llorosos se queja de que los clientes no llegan, de que ahora es más pobre que antes, cuando quemaba carbón y sembraba.
Por tratarse de un área protegida, los turistas no amanecen en la isla porque deben partir antes de las 5:00 de la tarde. Apenas tienen contacto con los lugareños. Las mujeres de Mano Juan comparten las cabezas de las chicas que deciden trenzar sus cabellos y las niñas aprenden desde pequeñitas a elaborar pulseras y collares.
Los recién llegados adoran tomarse fotos en las casetas repletas de pinturas naif y artesanías, pero casi nadie compra. Las autoridades les han prometido un muelle, una plaza artesanal, el arreglo de las casitas y capacitación.
Cierto, las mujeres aprendieron artesanía, pero dicen que deben salir a venderlas a las playas cercanas y a tierra firme, en La Romana, porque los turistas llegan a Mano Juan, toman el sol y se marchan a otra playa de la isla donde les espera un buffet costeado por su plan todo incluido. No les interesa comprar. Sólo les interesa el sol y la playa. La lancha que lleva a las mujeres hasta La Romana les cobra 300 pesos (unos siete dólares). La venta del día llega, si hay suerte, a 100 ó 200 pesos.
¿Turista o local?
Las autoridades se ponen felices cuando las cifras anuncian el aumento de turistas. Realizan congresos cuando las cifras bajan y se alarman si en los medios de comunicación aparecen noticias que desacreditan su gestión. La imagen creada fuera es más importante que la local. Parece que el turista es el personaje que hay que proteger y cuidar. Es el que trae el dinero. En un segundo plano quedan los trabajadores de los grandes complejos hoteleros que a menudo se quejan de las muchas labores que deben realizar por un salario. En un tercer lugar habría que ubicar al resto de la población que, sin participar de la industria, sabe que mientras más turistas lleguen mejor le irá al país.
Abundan los análisis de preferencias del turista, y nada sobre el impacto social de las actividades turísticas en las comunidades donde se desarrollan. El paraíso existe dentro del resort, en sus jardines amurallados. Si el turista desea ponerse en contacto con los dominicanos, debe reservar un tour que lo paseará por sus principales atractivos. Y luego volver al resort.
Las ganancias se registran en el Producto Interno Bruto del país (PIB) porque cada vez llegan más turistas, casi cinco millones en el 2009. Con todo y la crisis. Sin embargo, se trata de un progreso que, desde mi percepción personal, no se nota en las comunidades ni se refleja en el bienestar de su gente. Y entonces llega la pregunta: ¿puede el turismo generar pobreza? Claro, sobre todo en la población que no se beneficia de sus ganancias y que tampoco tiene alternativas cuando ve cómo desmantelan su espacio para dar paso a grandes proyectos en los que no puede decidir, en los que no le dan participación. Les dicen que el turismo genera riquezas, trabajo, bienestar. Y es cierto, ¿pero quién se queda con esa riqueza, adónde va, por qué no se refleja en la población, por qué no puedo saber yo en qué se invierte el dinero que genera el turismo?
A Lidia Josefa Maloon (doña Fefa, 83 años) la desalojaron hace 17 años de sus tierras ubicadas en el área de incidencia del Parque Nacional Los Haitises con la promesa de una indemnización que aún espera en su casita del barrio Altamira en Sánchez, Samaná.
Doña Fefa echa de menos la abundancia de comida que tenía entonces (de reses y pescados) y la tranquilidad del campo. Ahora su casa es una de las muchas afectadas por los deslizamientos de tierra que frecuentemente sacuden Sánchez y asegura que a duras penas consigue para comer.
La industria de los cruceros ha dinamizado la economía de Samaná y la observación de ballenas atrae a casi 35 mil turistas cada año hasta sus costas. Hay que pagar 100 pesos para verlas.
El gobierno se ufana de las buenas entradas, de lo bien que marcha el turismo en la zona. Las autoridades locales, en cambio, dicen que no tienen recursos para mover el ya tapado vertedero de la ciudad, ubicado a menos de un kilómetro del centro. Las cañadas y la basura causan estragos cuando llueve y la población no se queja, no actúa aunque le afecta la situación. Tiene fama de ser paciente. Y aquí, para ser imparciales, nos preguntamos hasta qué punto son también responsables los pueblos del desarrollo de su comunidad.
Desarrollo sostenible
Como la mayoría de los grandes complejos hoteleros está en manos de extranjeros (la oferta hotelera, que llega a más de 60 mil habitaciones, incluye 10 de las 50 mayores cadenas hoteleras del mundo), es frecuente escuchar que el turismo es la industria que genera más empleo en el país, como si el progreso estuviera determinado por la cantidad de ingresos de una persona más que por las facilidades de servicios (educación, salud, diversión) a la que pueda acceder.
Por suerte, el ecoturismo ha venido en auxilio del sector.
Los proyectos ecoturísticos que ven en el desarrollo sostenible el punto social del turismo comienzan a poblar los lugares apartados y menos agraciados con el turismo de masas y les está yendo bien, y los turistas más exigentes, esos que no se conforman con el paraíso llamado resort, lo consumen con agrado.
Las comunidades están comprendiendo que pueden hacerse cargo del desarrollo de su localidad y repartirse entre ellos los beneficios. Entienden que pueden transformar para bien su calidad de vida y vivir en armonía con el medio ambiente. Y están comprobando que, manejado de esta forma, el turismo sí puede generar riqueza.
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Febrero, 2010
16/1/11
Ecoturismo responsable
Yaniris López
La primera vez que Felixiana Espinal Miguel subió al pico Duarte, motivada por su papá, tenía 12 años. A tan temprana edad ya había conquistado lo que a muchos dominicanos les cuesta toda una vida: alcanzar los 3,087 metros de la montaña más alta de las Antillas.
Aunque no era su primera experiencia ecoturística, una pasión que le viene de familia (su papá, Félix Espinal, ha subido 18 veces el Pico), lo que allí vio y vivió marcaron su futuro oficio vocacional. ¿Qué le impresionó de aquella primera gran aventura? “El clima más que otra cosa, los árboles, la gente, estar frente a la estatua (de Juan Pablo Duarte) y mirar ese panorama en un giro de 360 grados desde allí arriba. Es algo maravilloso que he seguido haciendo”, dice Espinal. En ocasiones se queda en los alrededores, en el Valle del Tetero, en Macutico, pero es una asidua visitante de la zona.
Contadora de profesión, mientras cursaba un master en Medio Ambiente que le permitió recorrer todo el país, Felixiana comenzó a organizar viajes para grupos y así nació Breaking Tours, con un primer viaje a la isla Saona en febrero de 2006. Allí no hace un trabajo convencional. Su modo de hacer ecoturismo dista mucho de explorar un sitio sin rigor.
Por eso, Felixiana ha aceptado ofrecer a los lectores viajeros, a propósito de que las visitas al pico Duarte se incrementan este mes, algunas recomendaciones para hacer un ecoturismo responsable y de respeto al medio ambiente no sólo en este destino, sino en todos los que nos toque disfrutar de la geografía nacional.
La comunidad, una pieza clave
Espinal considera que la comunidad que sirve de anfitriona al destino que se visita debe ser una prioridad de los viajeros. Eso implica, por ejemplo, que en un viaje a la isla Saona prefiera obviar el primer punto, Catuano, y llegar hasta el poblado de Mano Juan, mucho más alejado, para que los ecoturistas y estudiantes conozcan su gente y sus programas de conservación de tortugas y les compartan cómo sobreviven en una área protegida.
“Los peligros son mayores cuando existe un fuerte contraste entre la opulencia de los turistas y la pobreza de las comunidades anfitrionas”, dice Espinal.
Acciones para evitar riesgos ambientales
Las personas que hacen ecoturismo por cuenta propia o aquellas que recurren a las pequeñas agencias ecoturísticas para visitar los atractivos del país inciden en el medio ambiente y sus acciones pueden mejorarlo o destruirlo.
“Las agencias han surgido por la necesidad de la gente de conocer el país, algo en lo que ha ayudado mucho Medio Ambiente con la promoción, pero las agencias tenemos que conocer el lugar, su flora y fauna, saber cuáles zonas son delicadas o cuáles son importantes cuencas acuíferas para tener control del manejo de los desechos y de las actividades”, dice al respecto Felixiana Espinal, guía y fundadora de Breaking Tours.
“Si estás en un área frágil y de vientos, no hagas una fogata porque puedes provocar un incendio; ¿cómo es posible que si vas al pico Duarte a escuchar los sonidos de la naturaleza encuentres una radio encendida con un reguetón todo el día y que nadie haga caso cuando les pides que bajen un poco la música?”, explica Espinal.
Es cuestión de educación, señala, y advierte que otros temas que deben manejarse con mucho cuidado en las excursiones son el de las bebidas alcohólicas y la basura.
Sugerencias
Entre las recomendaciones para mitigar el impacto de los visitantes en las áreas protegidas, Espinal sugiere limitar el uso de visitantes en la totalidad del área protegida, limitar la duración de la estancia, promover el uso de otras áreas, cobrar tarifa fija a los visitantes, dificultar el acceso a todos los parajes naturales sensibles y prohibir la acampada o el uso de caballos en ciertas zonas.
También prohibir los viajes fuera de los senderos trazados, separar a los diferentes tipos de visitantes, fomentar el uso fuera de los períodos de mayor frecuentación de personas, prohibir el uso cuando el impacto potencial del área sea elevado, prohibir prácticas o equipos dañinos, alentar o exigir ciertos comportamientos que no afecten las áreas, enseñar una ética de la naturaleza, informar a los visitantes sobre los usos adecuados del área natural y sus posibles condiciones.
Recomendaciones para mantener los espacios
Para evitar los riesgos ambientales y asegurar el uso y mantenimiento seguro de los espacios de visitación, Espinal propone la creación de senderos, establecer las zonas de acampada en espacio no vulnerables, disposición de basuras, aglomeraciones, impactos de los animales de carga, residuos humanos, perturbación o deterioro de la vida silvestre.
Es recomendable evitar los conflictos entre usuarios, la contaminación del agua (física y biológica), la pérdida del hábitat, la recolección de leña, los efectos visuales y ruidos, las emisiones que contaminen el aire, efectos en la vegetación, riesgo de incendios, daños a los yacimientos arqueológicos y extracción de recuerdos (flora, fauna, etc.).
27/10/10
En Mano Juan esperan que el Presidente los visite
Yaniris López
Mano Juan tendría mucho más que ofrecer como destino si a los turistas que visitan el Parque Nacional del Este les permitieran descubrirlo, explorarlo y consumirlo como cualquier destino turístico: conocer su gente, disfrutar su gastronomía, recorrer sus senderos, explorar sus cuevas y comprar en sus chinchorros, como les dicen aquí a los colmaditos.
La historia es, lamentablemente, conocida. De las 15 y 20 guaguas que sólo los fines de semana llegan hasta Bayahíbe cargadas de extranjeros que visitan la isla Saona, los moradores de Mano Juan dicen que apenas reciben dos lanchas por semana, a veces una. Los turistas, con un plan todo incluido, se quedan en playas cercanas, donde comen y pernoctan hasta las 4:00 o las 5:00 de la tarde, ya que, por tratarse de un área protegida, no se les permite quedarse más tiempo. Según Medio Ambiente, el Parque Nacional del Este recibe alrededor de 250,000 visitas al año y la mayoría arriba a la isla Saona.
“Antes nos traían tres lanchas por día y ahora nada más vienen una o dos a la semana”, se queja Mary Javier, moradora y comerciante de Mano Juan. “Los turistas se enamoran de los cuadros pero no pueden comprarlos, nos dicen que andan sin dinero porque en los hoteles les dijeron que sólo iban a ver playas”.
“Mi papá me decía que los hombros se le pelaron cargando abetos, que la isla estaba perdida. Luego vivía del carbón, del conuco y de la pesca”, cuenta Mary.
Todo cambió a partir de 1975, cuando la isla fue declarada zona protegida y a los moradores de Mano Juan se les prometió que en lo adelante vivirían del turismo. Mary cocinó para los primeros turistas que llegaban a la Saona, italianos, recuerda, y fue la primera que comenzó a vender cuadros y bisuterías hace unos 26 años.
“Ahora no se está vendiendo nada. He botado hasta 30 cuadros porque el salitre los daña, los turistas no llegan pero somos valientes, cogemos unas canastitas y nos vamos a vender de playa en playa”, indica Javier, que hace conconetes en el patio de su casa para compensar las malas ventas.
Promesas
Los habitantes de Mano Juan, que llegaron a 700 y actualmente rondan los 250, ya no confían en las promesas de las autoridades, que les han ofrecido una plaza artesanal, un nuevo muelle, un acueducto, la reconstrucción de las viviendas y mejoras en las condiciones de vida (apenas reciben tres horas de energía eléctrica al día, los mosquitos los agobian, no hay opciones culturales o de diversión y el transporte es muy caro). Las viviendas las están mejorando, pero sólo las fachadas, los portales.
Una plaza más cerca de Bayahíbe
Los pobladores de Mano Juan dicen que no quisieran vivir en otro lugar que no sea su pueblito, donde no hay delincuencia y la tranquilidad los envuelve, pero que la situación está obligando a muchas familias a dejar la isla. Si los operadores turísticos no llevan turistas a Mano Juan porque hay otras playas más cercanas a Bayahíbe, la ciudad que sirve de punto de embarque, los comerciantes del poblado sugieren a las autoridades la construcción de una plaza artesanal en alguna de las playas más visitadas (Catuano, playa Bonita o Canto de la Playa). De esta forma podrían vender allí sus productos y regresar a casa con algo de dinero.
FUNDACIÓN. Doce familias fundaron Mano Juan en 1944, durante la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo, que los llevó allí para que sirvieran de centinelas de sus recursos.
LA ISLA. Mide 110 kilómetros cuadrados (22 de largo y entre 5 y 6 de ancho). Cuenta con unas 12 playas, tres lagunas y tres cuevas llamadas Cotubanamá, Hoyo de la Lechuza y Hoyo de Conjuro.
ÁREA PROTEGIDA. Mediante decreto 1311 del 16 de septiembre de 1975, la isla fue declarada zona protegida.
Los típicos comercios fueron iniciados hace unos 26 años.
8/9/09
3/10/08
Nada de cemento en Mano Juan
Un equipo integrado por técnicos y abogados de la Subsecretaría de Áreas Protegidas y miembros de la Policía Ambiental iniciaron el desmantelamiento de las construcciones, una propiedad de Eddy De la Cruz y otra de Eddy Quiñones.
Las construcciones de este tipo en Saona violan los artículos 174 y 175 de la Ley 64-00, de Medio Ambiente y Recursos Naturales, así como el artículo 33 de la Ley 202-04, de Áreas Protegidas, y el artículo 13 (incisos 18, 21 y 23) de la Ley 67-74, de Parques Nacionales.
Ambos propietarios admitieron que levantaron las construcciones sin autorización ni consulta con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, y alegaron que desconocían que necesitaban solicitar permisos o estudios de impacto ambiental.
La Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales hizo un llamado a la ciudadanía y al empresariado a respetar las leyes y cumplir con los procedimientos y especificaciones de las autorizaciones de la institución para evitar pérdidas en sus inversiones. Las demoliciones se realizan con apego estricto a los lineamientos del Código Procesal Penal, dice Semarena.
Fotos: Semarena
PD de Yalo: Ojalá hicieran lo mismo en todas las áreas que se irrespetan en el país, ¡acciones mucho más perjudiciales que acampar en Bahía, m...!
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