Es un
amarillo tan lindo que la ciudad se vería hermosa si su color engalanara muchos
de sus parques, plazas, isletas y aceras.
El roble amarillo (Tabebuia aurea) es una especie introducida, ornamental, idónea para ser plantada en la ciudad: no crece tanto (alcanza entre 6 y 8 metros de altura, así que no interfiere con el cableado urbano), sus raíces no dañan las aceras y sus hojas, pequeñas y alargadas, no obstruyen el alcantarillado.
Si llenamos con ella la ciudad, con el tiempo celebraríamos el Festival del Roble Amarillo. Para la primavera, cuando florecen, los citadinos caminaríamos bajo su follaje y les tomaríamos fotos embobados. En las provincias organizarían giras para verlos. Sus flores aparecerían en los folletos turísticos como un atractivo a tomar en cuenta y no habría un dominicano que no supiera, al dedillo, todos los detalles de su taxonomía.
Cuando los japoneses se refieran, orgullosos, a sus cerezos en flor, nosotros sonreiríamos disimuladamente y pensaremos en nuestras hileras y poblaciones de robles amarillos que recuerdan, con su fuste irregular, una alocada colmena de diminutos y radiantes soles.
El roble amarillo (Tabebuia aurea) es una especie introducida, ornamental, idónea para ser plantada en la ciudad: no crece tanto (alcanza entre 6 y 8 metros de altura, así que no interfiere con el cableado urbano), sus raíces no dañan las aceras y sus hojas, pequeñas y alargadas, no obstruyen el alcantarillado.
Si llenamos con ella la ciudad, con el tiempo celebraríamos el Festival del Roble Amarillo. Para la primavera, cuando florecen, los citadinos caminaríamos bajo su follaje y les tomaríamos fotos embobados. En las provincias organizarían giras para verlos. Sus flores aparecerían en los folletos turísticos como un atractivo a tomar en cuenta y no habría un dominicano que no supiera, al dedillo, todos los detalles de su taxonomía.
Cuando los japoneses se refieran, orgullosos, a sus cerezos en flor, nosotros sonreiríamos disimuladamente y pensaremos en nuestras hileras y poblaciones de robles amarillos que recuerdan, con su fuste irregular, una alocada colmena de diminutos y radiantes soles.