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27/11/12
25/11/12
La Cueva de las Golondrinas
Unos cinco
kilómetros al este del casco urbano del municipio Río San Juan (al noroeste de
la provincia María Trinidad Sánchez) hay una pequeña gruta llamada Cueva de las
Golondrinas a la que se accede en bote desde el mar.
Visitar el hueco que se adentra unos pocos metros roca adentro es uno de los atractivos del Monumento Natural Laguna Gri-Gri, muy frecuentado por turistas locales y extranjeros.
¿Dónde tomar el tour?
Los guías y dueños de botes del Monumento Natural Laguna Gri-Gri están organizados. Son atentos y se encargan de que las visitas a todos los puntos turísticos ubicados alrededor del santuario transcurran con respeto al medio ambiente. Los encuentra en la laguna, al finalizar la calle Duarte, todos los días del año.
Visitar el hueco que se adentra unos pocos metros roca adentro es uno de los atractivos del Monumento Natural Laguna Gri-Gri, muy frecuentado por turistas locales y extranjeros.
Los botes cargados de pasajeros zarpan desde la laguna Gri-Gri, realizan un recorrido de aproximadamente un kilómetro por el caño franqueado de tupidos gri-gríes y mangles que sirven de hogar a cientos de aves y cangrejos y salen al mar abierto frente a la Costa Verde.
Generalmente giran a la izquierda para que los visitantes observen playitas desiertas y la desembocadura del río San Juan. Luego regresan a la desembocadura del caño, toman el lado derecho, bordean los cayos ubicados frente a playa Caletón, se paran un rato en un punto del Atlántico en el que se ven piedras y algas de muchos colores y siguen navegando hasta parar frente a la boca negra de la cueva de Las Golondrinas.
Allí se turnan para entrar y una vez en su interior permanecen flotando unos minutos, en un paseo corto pero sobrecogedor para los viajeros que consiste en mirar “embelesados” el fondo transparente lleno de piedras y el techo de rocas.
Ah, ese techo “rocoso”. Es probable que si visita la cueva nunca vea a las golondrinas, pero nunca olvidará ese techo. Parece como si las piedras hubieran sido pegadas artificialmente y estuvieran a punto de desprenderse, cosa que, por suerte, ocurrió hace mucho tiempo (el lecho marino, lleno de ellas, explica por sí solo el origen de la caverna).
Las grietas entre las rocas son muy pronunciadas y por eso es el miedo, porque una espera que de un momento a otro estas se muevan, se deslicen, se caigan...
Generalmente giran a la izquierda para que los visitantes observen playitas desiertas y la desembocadura del río San Juan. Luego regresan a la desembocadura del caño, toman el lado derecho, bordean los cayos ubicados frente a playa Caletón, se paran un rato en un punto del Atlántico en el que se ven piedras y algas de muchos colores y siguen navegando hasta parar frente a la boca negra de la cueva de Las Golondrinas.
Allí se turnan para entrar y una vez en su interior permanecen flotando unos minutos, en un paseo corto pero sobrecogedor para los viajeros que consiste en mirar “embelesados” el fondo transparente lleno de piedras y el techo de rocas.
Ah, ese techo “rocoso”. Es probable que si visita la cueva nunca vea a las golondrinas, pero nunca olvidará ese techo. Parece como si las piedras hubieran sido pegadas artificialmente y estuvieran a punto de desprenderse, cosa que, por suerte, ocurrió hace mucho tiempo (el lecho marino, lleno de ellas, explica por sí solo el origen de la caverna).
Las grietas entre las rocas son muy pronunciadas y por eso es el miedo, porque una espera que de un momento a otro estas se muevan, se deslicen, se caigan...
“No piense en eso -dice el guía-, disfrute del viaje que eso nunca ha ocurrido”.
El marco de la entrada de la gruta dibujado en contraluz, la vista de los botes
que esperan su turno para entrar, los altos farallones, los cayos verdes y las
playas que esperan para cerrar con júbilo un viaje por la Costa Verde hacen
que, efectivamente, salir de la cueva de las Golondrinas se haga, incluso, con
cierta nostalgia.
¿Dónde tomar el tour?
Los guías y dueños de botes del Monumento Natural Laguna Gri-Gri están organizados. Son atentos y se encargan de que las visitas a todos los puntos turísticos ubicados alrededor del santuario transcurran con respeto al medio ambiente. Los encuentra en la laguna, al finalizar la calle Duarte, todos los días del año.
Vista del océano desde la cueva. |
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Nota: editado el 24 de noviembre de 2014
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La Agüita de Liborio
Nos ocurrió con los centros urbanos de Miches y de Sabana de la Mar. Sus nombres son tan bucólicos que te esperas otra cosa, qué sé yo.
A lo mejor es tiempo de que lo diga para que Liborio me deje en paz. Cuando viene a ver él quiere que lo haga para ver si hacen algo con este sitio de peregrinación: el rincón en la montaña al que llegan fieles y no fieles a conocer la piedra donde posó su mano el “mesías” de la Maguana, o a bañarse en el manantial del que se dicen tantas cosas...
Es cierto. Una espera ir a Maguana (Arriba), al norte del municipio San Juan de la Maguana (provincia San Juan) a mojarse con la agüita de Liborio esperando que el agua “bendita” nos limpie de la mala suerte y de las enfermedades, esperando encontrar un espacio de ensueño donde solo se escuche el rumor del chorrito, tipo cuadro antiguo... ¿y con qué nos encontramos? Con una poza fea encementada y encerrada entre paredes, parece que para aprovechar lo poquito de agua que sale del manantial.
Hombres y mujeres se turnan para entrar y bañarse (sí, el área del manantial tiene una puerta, es como un cuarto sin techo). Muchas de las piedras están pintadas (muy mal, le quita el encanto natural al entorno) y el altar en honor a San Miguel, en la gruta del fondo de la placita, da miedo (¿se han fijado en que todos los altares dan miedo?).
Lo bueno del viaje es que el camino que se desprende de la carretera San Juan-Sabaneta y que lleva hasta la agüita (ver mapa) está en tan mal estado que hay tiempo de sobra para, mientras el vehículo se tambalea, disfrutar el paisaje del norte de San Juan. Y mejor todavía es que, por suerte, no todos suben a Maguana Arriba para fijarse en cosas tan triviales como en las que se fija la Yalo…
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*Algunos historiadores prefieren llamarlo Olivorio Mateo.
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