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27/2/19
Celebremos la dominicanidad...
...con este mural callejero de Federico Velásquez ubicado en Salcedo, provincia Hermanas Mirabal. ¿Listos para hacer un majarete?
18/8/17
Turismo botánico en La Salcedoa
Entre los 500 y 800 metros sobre el nivel del mar crece la Salcedoa Mirabaliarum, en la cordillera Septentrional. Viajamos para conocer la rarísima planta, endémica de la zona.
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Yaniris López
Tenares, Hermanas Mirabal
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Viajar con el objetivo de conocer plantas y de manera respetuosa observarlas en sus espacios naturales, escudriñar cada detalle de sus partes y niveles de crecimiento, fotografiarlas y admirar sus formas y colores… A eso le llaman turismo botánico y, para los amantes del reino vegetal, es mucho más que una jornada de ida y vuelta.
En esta ocasión la ruta enfila hacia la Reserva Científica La Salcedoa, en las estribaciones de la cordillera Septentrional, entre las provincias Hermanas Mirabal y Espaillat. ¿La recompensa? Dar con el lugar donde crece, en todo su esplendor, la Salcedoa mirabaliarum, especie endémica de República Dominicana en peligro crítico de extinción de cuyo hallazgo se cumplen 20 años este 2017. La planta crece entre los 500 y 800 metros sobre el nivel del mar, así que ¡a subir!
La flor de Las Mirabal En la comunidad de Blanco, al norte del municipio de Tenares, se encuentra el sendero oficial que lleva hasta la población de Salcedoa Mirabaliarum de más fácil acceso para el visitante. También se sube por la zona de Mango Fresco.
El primero es un largo trecho que sale de la carretera Tenares-Blanco y se adentra en el extremo este de la reserva científica hasta la caseta del guardaparques, ubicada por la zona que llaman La Jíbara del Peñón del Nuevo Mundo, el lugar donde fue encontrado el arbolito en 1997.
Son unos cuatro kilómetros de caminata entre paisajes que zapean entre el bosque húmedo y nublado de la cordillera y áreas abiertas donde se pueden observar las arrugaciones verdes que cubren las lomas del sistema cárstico más elevado del país.
El recorrido, de dificultad media para aquellos que no suelen hacer ejercicios, obliga a detenerse muy seguido para llenar los pulmones de aire limpio y para no perderse las panorámicas de casi 360 grados de los alrededores: de un lado, el verde de los reductos vegetales dejados por la agricultura y la deforestación y, del otro, lomas y lomas que se superponen como si de un dibujo se tratase.
Las pozas, las cuevas y los nacimientos de ríos que invitan a un recorrido por La Salcedoa como área protegida no son prioridad en esta ocasión. El objetivo es encontrarla a ella.
Las ondulaciones de los mogotes terminan en el refugio del guardaparques, a 800 metros de altura. A lo lejos, una vista impresionante que recoge parte del Parque Nacional El Choco y la costa Atlántica. Una vez frente a la caseta, la abordamos por su costado izquierdo y bajamos la ladera hasta el matorral más cercano.
Y comienza la búsqueda, con precaución para no caer colina abajo. Allí, con su singular color púrpura (dicen) se levanta la Salcedoa mirabaliarum.
¿Cómo reconocerla? Es un arbolito que alcanza entre 4 y 6 metros de alto, de ramas glabras (lisas) o tomentosas (capas de pelos), la describe el Jardín Botánico Nacional. Las hojas son simples, alternas, tomentosas, agrupadas en el ápice de las ramas, y tienen de 5-13 centímetros de largo por 1.5-4.5 centímetros de ancho; son coráceas (parecida al cuero). Sus flores son hermafroditas, con 4-5 por capítulo; la corola roja, bilabiada, glabra.
Como florece todo el año, cualquier época es ideal para subir y conocerla. Lo que sigue es seguir explorando los alrededores, contentos de haber conocido una especie que, una vez publicada, fue considerada rarísima para la ciencia.
DE LA FLOR. La Flor de las Mirabal fue encontrada en 1997 durante exploraciones realizadas por los técnicos del Jardín Botánico Nacional (JBN) Francisco Jiménez, Alberto Veloz y Ángela Guerrero en La Jíbara. Fue publicada en 2004 como un espécimen nuevo (y raro). Nombraron su género Salcedoa en honor a la entonces provincia Salcedo y la especie la llamaron mirabaliarum para honrar a las hermanas Patria, Teresa y Minerva Mirabal. El nombre científico es Salcedoa mirabaliarum F. Jiménez R. & L. Katinas.
ÁREA PROTEGIDA. El decreto 571-09 crea la Reserva Científica La Salcedoa, en un área de 41.2 kilómetros cuadrados, “con el propósito de garantizar la conservación de los ambientes exclusivos, la dinámica del bosque nublado y el relieve abrupto del sistema cárstico más elevado del territorio nacional, ubicado en el firme de la Loma El Peñón del Nuevo Mundo, lugar donde fue descubierta y tiene su hábitat natural la especie botánica nueva para la ciencia Salcedoa mirabaliarum, cuya distribución en el territorio nacional se encuentra restringida a estas estribaciones montañosas de la Cordillera Septentrional”.
DE INTERÉS:
-- Antes de convertirse en área protegida, la zona era dedicada al cultivo de yautía, pastizal para ganado en los fondos de los mogotes y extracción de madera.
-- Para una experiencia más segura, pueden coordinar la visita guiada a través de la Oficina Técnica de la Provincia Hermanas Mirabal y la Asociación Para el Desarrollo de Tenares (Asoprodete).
27/6/17
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15/7/08
14/7/08
14/12/07
Un experto con el martillo

Sus abuelos, promotores de la primera Muestra Campesina de la antigua provincia Salcedo (hoy Hermanas Mirabal), fueron los primeros en trabajar el higüero en la zona, a finales de los 70. En el modesto patio de su casa en Las Aromas, en Villa Tapia, se entretiene martillando sobre un tronco viejo.
No le tiene miedo al clavo, ¿logran verlo?, ni a un posible magullón. De hecho, es un experto con el martillo. Para muestra, miren nomás cómo José Miguel, que sabe que le estamos tomando una foto, mira a la cámara y, paciente, posa calmado para el lente de la curiosa Yalo.
10/12/07
Tulí, decimero de profesión

Antes que leer y escribir, Antonio Rodríguez aprendió a decir décimas. Fue el legado más precioso que le dejó una familia de agricultores que acompañaba las siembras y recolecciones con cantos y sones que hacían más llevadero el trabajo en el campo
Por Yaniris López
Ver a los viejos “contar las palomas” en medio de un campo de maní y a las mujeres responder desde el bohío, en esas estampas de mediados del siglo XX que hoy parecen tan lejanas, es un recuerdo de un valor incalculable para Antonio Rodríguez, heredero directo de estas tradiciones campesinas dominicanas.
¿Que apenas sabe escribir su nombre? Poco importa cuando se tiene una memoria prodigiosa, una mente ágil y un talento natural para convertir en poesía las palabras de siempre, cotidianas, comunes, esas que pasan desapercibidas.
La gente lo llama con cariño Tulí y una cosa dicen sus vecinos con seguridad: nadie se aburre si lo tiene al lado. Vive con su mujer y parte de sus hijos en una casita de madera en el corazón de Ranchito, una comunidad de Villa Tapia, en la provincia Hermanas Mirabal, rodeado de flores y cuidado por su mujer, Mercedes Pichardo, a quien enamoró pues, qué creen, con ellas, con las décimas. “Es que dondequiera que pasaba tiraba un piropo”, recuerda hoy Tulí, de 52 años.
Para subsistir se dedica a la agricultura, y para olvidar que la precariedad y la estrechez casi siempre suelen arruinar y malograr la existencia del trabajador, cultiva el arte de decir décimas desde antes de cumplir los seis años. “Ese talento sale de lejos. En la zona donde nacimos, en Las Aromas, mientras la gente trabajaba artesanía y sembraba maní se improvisaban décimas”.
Del campo las décimas pasaron a las escuelas, a los clubes, a los rezos, a los cumpleaños, a la iglesia, a las fiestas patronales y a las actividades sociales de toda Salcedo, como se llamaba la provincia hasta el pasado 20 de noviembre.
Pronto, decir décimas se convirtió en una “profesión”, porque, como dice Tulí, para improvisar hay que estar preparado. No es algo que salga así porque sí. “Eso no es enseñado. Yo la miro a usted y de una vez la describo. Eso es lo que uno vivía de niño y también se vive ahora”. Hay décimas para cada ocasión y de todos los tamaños.
Legendarias son, asegura Tulí, las que dedican a las hermanas Mirabal y las rondas de velas que se daban cuando moría un niño. “Se juntaban decimeros de aquí con los de otro sitio y se fajaban a decirse cosas y así amanecíamos, diciendo décimas”.
Tulí habla de la actualidad con propiedad, de adelantos, de internet. Tenía que mantenerse al día porque trabajó la política con el productor agropecuario Juliancito Abud y le escribió algunas décimas para que las convirtiera en reggeatón. “Fíjese que hasta de las décimas sale un reggeatón”, sonríe, siempre sonríe y le parece poco estar siempre sonriendo. “Todavía no estoy contento, porque me está viendo en trabajo hoy, pero si usted estuviera ahí, en medio de las décimas ¡ay, papá!”
En la sangre
Tulí dice que no hay un método para decir décimas. “Se dicen en cualquier sitio. Las que improviso las voy sacando hasta mirando al personaje. Enseñé a mis hijos a decirlas. Están en el Distrito, en internet, en el mundo”. De seis hijos, la única mujer fue la que mejor heredó su habilidad. Una de las décimas que dicen juntos reza:
Tú dices que sabes mucho
dizque que priva’ en saber
yo quiero que tú me digas
los pelos que tiene un buey
Y su hija responde:
Los pelos que tiene un buey
nadie los puede contar
yo quiero que tú me digas
si en el cielo hay platanal
Y él:
Si en el cielo hay platanal
paguemos nuestras encuestas
yo quiero que tú me digas
quién fue que subió la cepa
Y ella:
Pues si tú quieres saber
quién fue que subió la cepa
pues la cepa allí la subió
la madre naturaleza
El decimero no recuerda la cantidad de décimas que ha dicho, pero con tantos años de producción bien pudiera imprimirse un libro.
Duda un poco, pero la idea no deja de ser llamativa. “Si saco todas las que tengo por ahí y las que voy produciendo cuando viene a ver sale un libro. Pero no, porque para eso hay que sacar tiempo”.
Listín Diario
Domingo 3 de diciembre 2007
23/11/07
Salcedo (Monumento al ego 8)

En la imagen: frente a “Sancocho”, mural de Federico Velásquez en Tenares, provincia Hermanas Mirabal. Foto: Harold Peña, guía de La Ruta de los Murales
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