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1/12/11

Pico Duarte y valle del Tetero 2012

¡Prepara el cuerpo y los motetes y organiza con tiempo las excursiones más esperadas del año!

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Yaniris López
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Se acerca enero. El mes dedicado a celebrar el natalicio de Juan Pablo Duarte le brinda a los viajeros la oportunidad de cumplir un sueño ecoturístico que comienza a gestarse desde ahora. El reto es alcanzar los 3,087 metros del pico más alto de las Antillas, pero ese recorrido de aproximadamente 22 kilómetros, si se toma la ruta más usada que parte de La Ciénaga de Manabao, en Jarabacoa, es mucho más que hacer montañismo y observar verdes paisajes. Es un ‘viaje’: el viaje al pico Duarte, una aventura que toma connotaciones especiales en la vida de quienes lo coronan.
Este año incluimos en la tradicional lista de recomendaciones otra excursión, para viajeros nuevos o para aquellos que han subido el pico y buscan otras experiencias extremas: el valle del Tetero, a unos 1,500 metros sobre el nivel del mar, en el Parque Nacional José del Carmen Ramírez.
Manuel Peralta Ureña, un veterano de las excursiones al pico Duarte, con registro de uno y dos viajes por año desde 1999, y Felixiana Espinal, viajera y exploradora con vocación ecológica que este año completará su décima subida a la zona más alta del país, comparten con los lectores de LISTÍN DIARIO recomendaciones y pautas para hacer de estas expediciones una odisea inolvidable digna de contarse.

Antes de salir
Es de rigor que los excursionistas participen en la charla de orientación que les ofrecen las agencias de viaje semanas antes de subir al pico o al Tetero, señalan Espinal y Peralta.
Es un encuentro donde se les indicará qué llevar, qué comida deberán ingerir días antes de la excursión, cómo evitar los accidentes en el camino, cómo caminar y descansar durante las caminatas y las medidas que deben tomar para cuidar el medio ambiente.
“Si alguno padece de dolencias relacionadas con el corazón, asma o diabetes, yo le aconsejo que no vaya a menos que sea con un documento validado por un médico”, dice Peralta.

¡A preparar el cuerpo y los motetes!
La historia la confirman los propios viajeros: el verdadero placer de alcanzar el pico Duarte y los valles que lo rodean es el reto físico que implica llegar al destino. Y no siempre es tan fácil como muestran las fotografías.
Felixiana Espinal, de Breaking Tours, dice que la condición física es primordial para disfrutar el recorrido y disminuir el desgaste físico.
El viajero “deberá tener condiciones mínimas necesarias y un entrenamiento moderado, además de ser autosuficiente para el transporte de su propio equipo para el camino”, explica.
Para entrenar previo a la excursión, aconseja realizar actividades aeróbicas como trote, bicicleta y ascenso y descenso de escaleras o superficies con desnivel por lo menos dos meses antes del recorrido.
En las montañas, advierte, el descenso es más peligroso que el ascenso. “La forma correcta de andar en la montaña es a ‘paso de anciano’: suavemente y constante. Nunca se debe apoyar primero la punta del pie y después el talón: primero se debe apoyar el talón y luego el resto del pie o el pie entero en un paso. Otra herramienta muy útil es apoyarse de un bastón, alivianando el peso que cargan las rodillas, repartiéndolo en los brazos”.
Se recomienda, sigue Espinal, usar zapatos especiales para este tipo de caminata, así como vestimenta adecuada para las bajas temperaturas. Sobre la hidratación, asegura que es vital porque mantiene el cuerpo estable a la hora de realizar el esfuerzo físico, por lo que se debe tomar agua aunque no se sienta sed.
Como el montañismo es una actividad que provoca desgaste físico, debido a que los músculos se ‘sobreexigen’ y necesitan la mayor cantidad de nutrientes en el menor tiempo posible, para la excursión se debe contar con alimentos apropiados, de fácil transporte, de gran aporte energético y de fácil asimilación.
“Al preparar la comida para el camino, recomendamos consumir bananas, manzanas, pasas de uva, almendras, nueces, azúcar preferiblemente en caramelos, barras de cereales, frutas secas, chocolates, embutidos enlatados y otras comidas que se adapten a estas características”, indica Espinal.

Excursiones ecológicas
Las excursiones programadas al pico Duarte y a los valles de la cordillera Central incluyen transporte, casas de campañas, permisos de entrada, todas las comidas, mulo de emergencia, guías experimentados y la opción de viajar a pie o en mulo. Algunas opciones:
1. Pico Duarte con Manuel Peralta y José García, del Grupo Indiana, del 27 al 30, saliendo desde Santo Domingo. manuelpu33@hotmail.com
2. Valle del Tetero con Breaking Tours, del 28 al 30 de enero saliendo desde Santo Domingo. breakingtours@gmail.com
3. La Brigada Cimarrona Sebastián Lemba visitará del 2 al 8 de enero el pico Duarte y los valles del Tetero, Bao y Lilís, saliendo del pueblo del Tetero, en Azua, hasta llegar a Mata Grande, en Santiago. domingoacv2@gmail.com
4. VIP Tours ofrece dos rutas para visitar el pico Duarte y el Tetero del 27 al 30 desde SD. vip.tours@hotmail.es

5/1/10

Vocabulario ‘picoduartiano’

¿Subirás el pico Duarte este año por primera vez? Para que no te sorprendan los detalles, te ofrecemos un vocabulario ‘picoduartiano’ de las palabras que más escucharás mientras recorres los 22 kilómetros que llevan de Manabao a la cima más alta del Caribe.
Para empezar, recuerda que la primera escalada al pico la realizó el cónsul inglés en el país Sir Robert H. Schomburgk en 1851, y que el paisaje del parque nacional que lo acoge, el Armando Bermúdez, se caracteriza por su belleza natural, dominada por el pino criollo, endémico de la isla, y las sabanas de pajón.
Las especies animales más comunes son el pájaro carpintero, las cotorras, el cerdo cimarrón y la jutía. ¿Qué escucharás mientras recorres la ruta? ¡Muchas recomendaciones y quejas! Y muchos nombres, referencias y datos que te damos aquí para que grites, maldigas, explotes y te emociones con conocimiento de causa.

Cordillera Central. Es el mayor sistema montañoso de la isla y donde están las elevaciones más altas: pico Duarte, La Pelona, La Rusilla, Yaque y Gallo. Nace en Haití y muere en San Cristóbal. En sus delimitaciones se encuentran dos de las áreas protegidas más grandes y antiguas del país: los parques nacionales Armando Bermúdez y José del Carmen Ramírez.

Senderos o rutas. Son los distintos caminos que nos llevan hasta el pico. Hay cinco: La Ciénaga, Mata Grande, Constanza, Las Lagunas y Sabaneta. Las más usadas son La Ciénaga y Mata Grande, con 23 y 45 kilómetros, respectivamente.

La Ciénaga de Manabao. El más usado de los puntos de acceso al pico Duarte es un encantador pueblito ubicado a orillas del río Yaque del Norte, en Jarabacoa. Aquí funciona un confortable centro para visitantes. A lo largo de 22 kilómetros, llegar al pico desde este lugar se toma un día y medio.
 Mata Grande. Uno de los senderos que llevan hasta la cima del pico Duarte a través del Parque Nacional Armando Bermúdez. Comienza en San José de las Matas y pasa por el valle de Bao, La Guácara, el valle de Lilís y el pico La Pelona. El tiempo aproximado de recorrido es de 3 días.

Los Tablones. Es una parada con balneario a una hora de La Ciénaga de Manabao.Hasta este punto el viaje es pleno y llevadero. Luego comienza el martirio.

El Cruce. A 2,180 metros sobre el nivel del mar, es el punto que separa los caminos que llevan al pico Duarte (a la derecha) y al valle del Tetero (a la izquierda. La subida, a partir de aquí, pone a prueba la resistencia de los viajeros.

Agüita Fría. A tres kilómetros de El Cruce, está una de las paradas más deseadas del viaje. Tiene como atractivo el nacimiento del río Yaque del Sur.

Valle del Tetero. Hermoso valle de pajón muchas veces incluido en la ruta antes o después de subir el pico Duarte. Ubicado a más de 2,000 metros sobre el nivel del mar, es una de las estampas entre montañas más hermosas del territorio dominicano. Es de mucho más fácil acceso que el pico Duarte.

Compartición. Es la penúltima parada, con balneario y centro para visitantes, ubicada a 4 kilómetros del pico. Entre fogatas, tazas de té, canciones y mucho frío, aquí pasan los grupos la noche previa a la subida al pico.
Vallecito de Lilís. Es el valle de pajón entre montañas que divide las cimas de los picos Duarte y La Pelona. Tiene una altura de 2,950 metros. Aquí se localiza un centro de albergue con capacidad para hospedar unas 300 personas y hasta aquí, también, llegan los mulos. En lo adelante, todo el que pretenda alcanzar las cimas de ambos picos debe hacerlo a pie.

La Pelona. Es la “melliza” del pico Duarte, apenas dos metros más pequeña que éste. Por muchos años los dos picos recibieron el nombre de La Pelona Grande y La Pelona Chica, respectivamente, hasta los años de 1930, cuando La Pelona Grande pasó a llamarse pico Trujillo, pasando a llamarse pico Duarte tras la muerte del dictador.

Pico Duarte. Tiene 3,087 metros de altura y es el más alto de los picos del Caribe. Un kilómetro y medio lo separan de La Pelona. La primera escalada la realizó el cónsul inglés Sir Robert H. Schomburgk en 1851. En la cima hay un busto de Duarte y una bandera dominicana. Las principales excursiones se realizan entre noviembre y febrero debido a que, según dicen, el resto del año abundan las tormentas y los rayos en el lugar. Con buen tiempo se puede visitar el resto del año.

Recomendaciones. Para un viaje sin contratiempos, los guías recomiendan llevar ropa adecuada para bajas temperaturas, bolsas o colchas para dormir, botas, traje de baño, gorros de algodón para la cabeza, protector solar, repelente de insectos, linterna y un pequeño botiquín. Los que no quieran hacer el viaje a pie, pueden alquilar un mulo.

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Texto completo con las excursiones de este año en Listín Diario
Relacionado: Una experiencia que cambia vidas

14/4/09

La chica “estrallón” (Novela de una chica ilusa, cap. 5)

Yalo es muy fofa y blandita. Vive en limbolandia y cuando viaja se entretiene mirando alrededor de tal forma que se cae, resbala o tropieza como quien dice por placer. A veces, si no se cae por placer entonces es la situación más inverosímil la que provoca que en casi todos sus viajes termine en el suelo. Por estar de fijona se ha caído en cuevas, ríos, zanjas y duras aceras. Y también de algunos mulos. Tampoco tiene suerte con los caballos. Ya ni vergüenza le da admitirlo. Quizá por eso Timo la bautizó como “la chica estrallón”.

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PD: En la imagen, José (de Indiana Adventure) y María M. la asisten en el Valle de Lilís, luego de sufrir varios "estrallones" y moretones mientras subían el pico Duarte.

9/1/08

Pico Duarte, una odisea que cambia vidas

Dos días son suficientes para coronar la cima más alta de las Antillas y vivir, en ese tiempo, la mayor experiencia ecoturística que ofrece el territorio dominicano.

Yaniris López
LD/1/09/2008


El viaje comienza casi siempre un viernes en la noche con la llegada a Manabao, en la provincia de La Vega. Durante el trayecto, la oscuridad esconde enormes campos de tayota que se confunden con la maleza verde y estrechas hileras de espuma blanca que harán la delicia al regreso. Para pasar la noche hay dos opciones: la caseta de la Secretaría de Medio Ambiente o alquilar alguna vivienda en la comunidad.
Ya sea que el viaje lo organice una agencia de viajes o un grupo de amigos, algunas cosas ya discutidas antes del viaje tienen que ponerse en orden esa misma noche: los mulos llevarán el equipaje hasta la última parada, sería bueno usar pantalones de lycra debajo de los jeans y nadie debe olvidar colocar en la mochila una capa impermeable, por si llueve. Hay uno o varios mulos de emergencia. Aunque muchas personas terminan por subir el pico sobre ellos, es mejor hacerlo a pie. Ese es el viaje que realizaremos. Al día siguiente comienza la aventura.

TODO LISTO
Bien temprano, alrededor de las 6:00 de la mañana del sábado, todos deben estar listos para partir. El desayuno tiene que ser pesado, porque durante el trayecto sólo se podrá tomar agua y comer pequeñas porciones de chocolates y picaderas. Tiene lógica, mientras más ligeros viajemos, menos nos cansaremos y podremos avanzar más deprisa. Pero esta norma no siempre se cumple. Así que si ves un palo rodando por ahí antes de salir del pueblo, tómalo, te será de mucha utilidad cuando comprendas que el ejercicio recomendado tres meses antes no fue suficiente, que el aire comienza a “pesar” y que las piernas, aunque quieras, no responden.
El ascenso comienza “oficialmente” al cruzar la caseta de Medio Ambiente donde se cobra la entrada al Parque Nacional Armando Bermúdez. Todo marcha bien, el ánimo no podría estar mejor. El camino está hecho. Hace muchos años que las autoridades de Medio Ambiente habilitaron las rutas que dan paso al pico Duarte. Subir por las de Azua y San Juan de la Maguana tomaría entre cuatro y cinco días y son más empinadas, por eso la ruta más usada es ésta, la de Manabao.
Si el grupo es pequeño, los organizadores se encargarán de que nadie quede fuera de vista. Si el grupo es grande, más vale no perder de vista al compañero del frente.


¡A SUBIR!
Las primeras subidas son suaves. Los pinos y los helechos dominan el paisaje. El río aparece a intervalos y hay que cruzarlo en determinado momento. La próxima parada está cerca. La botella de agua se va llenando con el líquido transparente de los riachuelos que salpican toda la zona. No es necesario usar los mulos de emergencia por ahora. Dos paradas más de 10 minutos. Se pierde la noción del tiempo. Entonces las zanjas se hacen más hondas y empinadas. Las piernas comienzan a hacer de las suyas y el calor se torna insoportable en pleno invierno. Estamos en el corazón de la cordillera, en el Alto de la Cotorra, a 1,720 metros de altura. Atrás dejamos Los Tablones. Tres kilómetros más y estaremos en La Laguna, a 1,980 metros de altura.
Las recomendaciones de los guías zumban en los oídos: “No se paren muy seguido. No se recuesten de los árboles, no doblen las rodillas, respiren correctamente, no tomen mucha agua porque se pondrán pesados. Resistan. Ánimo. Ya casi llegamos a El Cruce. Recuerden que viaja con nosotros un paramédico. Si no aguantan más avisen”.
En El Cruce, cuando pensamos que íbamos a morir, el camino se divide en dos: por el de la izquierda se llega al valle del Tetero, y por el de la derecha a nuestro destino.
Aquí comienza la verdadera subida al pico Duarte. A los pocos minutos, los mulos de emergencia se reparten entre los atletas y los valientes ciclistas que juraron que lo subirían a pie. Los chicos musculosos pasan vergüenza al ver que los más delgados y frágiles les adelantan como si nada. Aquí también comienzan las maldiciones y ¡ay si a algún guía se le ocurre decir que hay aventureros dominicanos, como Iván Gómez o Roger Jover, que lo han subido más de 20 veces!
Sólo al llegar a Agüita Fría la situación cambia. Se nos conceden largos minutos para ver el nacimiento del río Yaque del Sur, tomar fotos y descansar. Deben ser las cuatro de la tarde. Es la última parada antes de llegar a Compartición, donde pasaremos la noche y adonde todos los grupos deben llegar preferiblemente antes de que oscurezca.
A partir de Agüita Fría el viaje es una delicia. Los pinos arriba, los pajones abajo, las flores silvestres y un camino recto al principio, y muy inclinado al llegar a La Vela, nos llevan hasta Compartición, a cuatro kilómetros del pico Duarte.
Aquí también hay dos opciones para hospedarse: en la caseta de Medio Ambiente o en casas de campaña. La ventaja de la primera es que muchas otras personas dormirán contigo en los pequeños catres o en sus fundas de dormir y los cuentos durarán toda la noche. La ventaja de la segunda es que dormirás en silencio, escuchando la lluvia, si llueve, y sin ratones merodeando.
Además de la caseta de hospedaje, en Compartición funciona una cocina común con varios fogones y un área para fogatas. A varios metros ñbajando- hay un río con el agua más fría que el hielo. Al llegar, los guías ya tienen lista la cena de los grupos organizados. El frío cala los huesos y es casi obligatorio refugiarse entre las brasas de una fogata que se convierte en el alma de la aventura. Gente de todas partes del país y el mundo comparten experiencias. Entre risas y bromas, algunos chicos se cuentan las ampollas de los pies. Alguien se cayó de un mulo. Nadie dejó abandonados los tenis. Atrás quedaron las quejas. Mañana subiremos los cuatro kilómetros que faltan.

¡ARRIBA!
Entre siete y nueve de la mañana del domingo comienza el éxodo hacia el Valle de Lilís. Renovadas las fuerzas, esto será pan comido.
Pero no. La modorra del día anterior se presenta apenas comienza el viaje. Otra vez es necesario repartir los mulos y aguantar la risa de los que suben sin problemas.
Algunos se devuelven a Compartición, simplemente no pueden seguir. Vuelven las maldiciones, el lodo porque llovió en la madrugada, el cansancio. Y justo cuando el camino de pajones buscaba la eternidad aparece el nombre del Valle de Lilís, grande, inmenso, con bancos para descansar.
A 1.2 kilómetros, sobre otra cumbre de forma perfecta que se levanta sobre su falda, se encuentra el Pico. ¡Por fin! Los fuegos forestales que azotaron la zona dejaron un gris entre las ramas de los pinos y es posible ver la silueta.
Y entonces el letrero más famoso del viaje hace su aparición. Hacia arriba, el pico Duarte; a la derecha, La Pelona, su cumbre casi gemela, pues apenas unos metros diferencian su tamaño. Se ve cerquita, fácil. A partir de este punto no se permite el uso de animales. El que quiera completar el viaje tiene que hacerlo a pie. Pero se ve tan cerquita que no importa. Y de nuevo nos equivocábamos.
Otra vez el sol abrasante pese a estar tan alto. Otra vez las quejas.
Otra vez las piernas tambaleantes. Otra vez los tenis dejados en el camino. Y justo cuando una brisa fría le ganó la partida al sol apareció por entre los árboles el ansiado letrero verde y amarillo, al lado de un montón de piedras: Bienvenidos al pico Duarte, 3,087 metros de altura. Queda un último pedacito de tres metros por subir. Sobre las piedras gigantes, detrás del busto de Juan Pablo Duarte, una bandera de mediano tamaño ondea hacia el infinito, hacia un precipicio sin fondo que, vaya paradoja, es el que se encarga de controlar las emociones porque antes de tomar las fotos llegan los abrazos, las lágrimas, la risa y un “¡lo hicimos!” que durará por siempre en la memoria.
Y luego, largos minutos para contemplar el paisaje. Si está nublado, es poco lo que se puede ver desde allí. Pero si la suerte acompaña al grupo, la naturaleza nos premia con la vista más deseada de los artistas del pincel: el azul del cielo, el amarillo del sol y el verde de las montañas fundirse en un paisaje único que hace olvidar los 22 agitados kilómetros que habrá que recorrer de vuelta a Manabao. No importa, volvemos el año que viene.