Pero las miradas más cursis (ejem) no pasan por alto el espectáculo que su vena de agua va dejando entre los árboles y la placita del balneario.
Su corriente, clara, gris, bajita y revoltosa, serpentea entre las matas, las sillas de los ventorrillos de comida, las piedras, los bultos y los pies de quienes lo ignoran y lo saltan porque no les interesa su curso sino la piscina, una de las pozas más frías del Sur y del país, en la provincia Independencia.
A veces el hilo de agua se parte discretamente en dos, o en tres, y cierra de nuevo en un punto de su recorrido. A su paso va dejando pequeñas riadas o minúsculas cascadas en algún trozo inclinado del terreno.
Y así, alegre, ajeno al jolgorio de los niños que tiritan de frío, de los adultos que comen moro, pescado y fritos verdes y de las vendedoras que ofrecen a los viajeros sombreros de colores, ignora también a todos y se pierde entre la maleza, sabrá quién hacia dónde…
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