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Yaniris López
yaniris.lopez@listindiario.com
San Pedro de Macorís
Ni el famoso ponseré (árbol emblema del área protegida),
ni la hilera de caoba criolla que vigila uno de los costados de la caseta de
los guardaparques, ni los tupidos manglares llenos de biodiversidad…
Es otra la especie que nos trae de vuelta al refugio de vida silvestre Laguna
Mallén, el pulmón verde de la ciudad de San Pedro de Macorís.
La protagonista del turismo botánico de hoy es una jabilla criolla cuyo tronco
es un homenaje a la mujer. Solo que… la mujer está al revés. Parece ‘sembrada
de cabeza’ y por eso solo se le ven los brazos, el torso, la pelvis y unas
piernas muy largas que terminan en el follaje verde oscuro de la Hura crepitans.
¿El reto? Encontrarla.
Nativa y maderable, la jabilla o javilla es un árbol de tronco espinoso común
en el campo dominicano. En Árboles de
Santo Domingo (2010) Marianna Zsabo lo describe como un árbol monumental
de los bosques ribereños y zonas húmedas que puede alcanzar los 30 metros de
altura. En la ciudad se le puede ver en algunas plazas y parques.
A nivel de folclore, sus frutos enteros se convierten a menudo en las ruedas de
los carros de los chicos del campo y las semillas con forma de delfín se usan
en artesanía y bisutería.
El ejemplar de Laguna Mallén es un atractivo más del área protegida ubicada en
el extremo sureste de la capital petromacorisana.
Hasta ahora, sin embargo, solo han visto su peculiar formación quienes son
guiados por algún guardaparques o por Gloria Díaz Martínez, la administradora
de la zona protegida, primera mujer en ocupar este puesto en el Sistema Nacional
de Áreas Protegidas de República Dominicana.
Es que tampoco es fácil de ver. ¿Una pista? Se encuentra en la Isla de la Mujer, un espacio dedicado precisamente a Gloria
por convertirse en la primera guardaparques de Laguna Mallén y de San Pedro de
Macorís.
Glora Díaz |
De la silueta de la jabilla, desnuda y boca abajo, llama la atención el perfecto
trazado natural de los genitales externos femeninos.
Si logran verla, retratarla y ganar el reto, ¿qué más hacer para complementar
el viaje? Un recorrido por los nueve kilómetros de senderos del monumento
natural; observar aves nativas y migratorias (llegan para esta época huyéndole
al frío del Norte) en los árboles y en los caños, acechar a las tortugas o
simplemente respirar aire puro y dedicarse a la contemplación.
¿Qué
llevar?
Binoculares,
repelente, merienda y muchas ganas de aprender sobre la flora y la fauna del parque ecológico.
Creación. El decreto 309-95, del año 1995, declaró la Laguna de Mallén y sus humedales refugio de fauna Silvestre.
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