“Nunca me ha dado temor hacer el trabajo ni he sentido que me irrespetan por ser mujer. Soy de las que digo que no mando a pasar un puente si yo no puedo pasar. Yo soy la cabeza y me voy alante”.
Yaniris López
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San Pedro de Macorís
La tildaron de loca pero nunca se lo tomó a pecho. ¿Amanecer sola en una caseta en medio del bosque? ¿Bregar con hombres siendo la única mujer?
Gloria Díaz Martínez no piensa en roles de género en el trabajo, mucho menos cuando se trata de defender su querido humedal.
En el año 2010 hizo historia al convertirse en una de las primeras mujeres guardaparques de República Dominicana y hace poco como la primera administradora de un área protegida.
El lugar que le asignaron vigilar y cuidar es el refugio de vida silvestre Laguna Mallén, el pulmón verde de la ciudad de San Pedro de Macorís.
Ubicada al sureste del centro urbano del municipio, la reserva de 9 kilómetros de senderos es el punto de recreación y encuentros sociales favorito de los petromacorisanos.
Entre sus caños, pantanos y manglares, aves nativas y migratorias atraen a estudiosos y observadores durante todo el año.
Y Gloria se siente orgullosa de ayudar a mantener ese espacio gracias a los trabajos de conservación.
VOCACIÓN MILITAR
Hija de militares, Gloria nació en Jimaní pero se crió y ha vivido toda su vida en el municipio de San Pedro de Macorís.
Su labor como vigilante de los recursos naturales comenzó hace 11 años, durante la gestión de Jaime David Fernández en el Ministerio de Medio Ambiente, cuando entre las brigadas forestales y militares se solicitaban personas interesadas en ser guardaparques.
Motivada por su hermano (dizque porque no le tenía miedo a los ejercicios, había pasado por la policía municipal y practicaba levantamiento de pesas), Gloria se formó en la Escuela Nacional Forestal de Jarabacoa, hoy Instituto Técnico de Estudios Superiores en Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Al terminar, no dudó en aceptar el puesto de guardaparques en su pueblo. “Yo me crié prácticamente en la laguna, en el barrio de Villa Faro”.
Por eso ve con orgullo la recuperación del espacio natural.
El corte ilegal de árboles, la contaminación y la invasión de terrenos está controlado y el público, especialmente el local, comienza a reconocer su valor ecológico.
Tampoco le provoca sinsabores el tema de género.
“Nunca me ha dado temor hacer el trabajo ni he sentido que me irrespetan por ser mujer. Soy de las que digo que no mando a pasar un puente si yo no puedo pasar. Yo soy la cabeza y me voy alante”.
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