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Yaniris López
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Coronar el Everest y ondear en su cima, a 8,848 metros sobre el nivel del mar, la bandera dominicana era la meta de un anhelado sueño que Federico Jovine Rijo, Iván Gómez y Karim Mella comenzaron a hacer realidad el 28 de marzo de 2011.
Semanas antes de iniciar la travesía, la primera expedición dominicana a la montaña más alta del mundo dejó de ser el sueño de tres amigos montañistas y se convirtió en el sueño de una nación.
El 20 de mayo, tras sortear los Himalayas, Iván y Karim lograron plantar en lo alto la enseña tricolor. Federico, en cambio, no pudo hacerlo. ¿Qué pasó allá arriba que se lo impidió? Y además, ¿cómo se gestó y se hizo realidad una expedición que ya forma parte de la historia dominicana?
Todo lo cuenta Federico Jovine en las 223 páginas de “Soñando el Everest” (2012), el diario de un dominicano en esa primera expedición a la montaña con la que sueñan los más apasionados escaladores, monteros y montañistas.
Son cinco capítulos en los que Jovine no sólo cuenta y desmenuza los preparativos del viaje, los contratiempos en los aeropuertos y ciudades en las que pernoctaban, la convivencia en los campamentos, el reto de cada escalada o esos angustiantes minutos en los que, a unos 400 metros de la cima, tomó una de las decisiones más difíciles (¿o fáciles?) de su vida.
“Soñando el Everest” es también una exaltación a la literatura de viajes que seduce y emociona. El libro está cargado de aforismos, historias y lecciones de vida que estremecen al lector y lo obligan a pensar y a cuestionar sus sueños y decisiones.
Y como toda buena narrativa dedicada a los viajes, Jovine aparta pequeñas secciones para explicar por qué el Everest cautiva y reta a los montañistas.
Por qué contarla
Jovine dice que decidió escribir la historia para motivar en los jóvenes dominicanos el amor por la montaña y, junto a ella, la oportunidad de descubrirse a sí mismos. ¿Por qué hacerlo si la historia no tuvo, para él, un lindo final?
“¿Y quién dijo que no tiene un lindo final? – responde Jovine–. En realidad, ni siquiera tiene un final. Es sólo una pausa en esta continua rueda que gira y gira, que es la vida. Es una historia hermosa. La de un grupo de jóvenes dominicanos que tuvieron un sueño; la de un equipo que se nucleó en torno a ese sueño; la de empresas, instituciones y personas que creyeron en él; la de todo un pueblo que estuvo atento, dando seguimiento, alentando, orando, viviendo esta odisea como si fuera de todos, porque lo era... Después, el más hermoso de todos los finales posibles: la bandera tricolor ondeando en la cima más alta del mundo… y quién la viera, quién la viera, más arriba, mucho más”. El sueño le persigue
Federico Jovine Rijo es abogado, escritor y montero. Ha publicado dos libros de cuentos: “A veces yo también” y “Bitácora de viaje”; y uno de poesía: “Todos los demonios”.
Conociendo un poco de su historia y pasión por la montaña, le preguntamos si se sentía un perdedor por no haber completado el sueño de coronar el Everest. ¿Su respuesta?
“Es imposible que me sienta un perdedor, pues fui parte de un equipo que fue exitoso. Yo sobreviví. Creo que no hay mayor gloria en la vida que poder estar vivo. El Everest no era más que una montaña, y cada quien tiene la suya. Ha habido muchas antes, y vendrán muchas más después. Tan sólo un simple eslabón en una larga cadena. Dondequiera que hay una cima, hay una bandera dominicana esperando ondear sobre ella. El sueño sigue ahí, aguardando…”
El sueño le aguarda y él seguirá persiguiéndolo. Lo persigue e intentará alcanzarlo en mayo de 2014, cuando se enfrente de nuevo al Everest y a su zona de muerte: uno de los lugares, dice Jovine en su libro, “más fríos y desolados que existen en el planeta”.
Tres momentos del viaje que marcaron a Federico
1. Cuando tuve que devolverme solo hacia un pueblo que estaba a 1,000 mts de desnivel del Campamento Base. Salí caminando con fiebre de 39º, una faringitis y una bronquitis. La idea era descansar y tratar de recuperarme ahí. Cuando partí, entre lágrimas, no sabía si volvería.
2. La primera noche que cruzamos el glaciar de Khumbu. Uno de los lugares más peligrosos del planeta. A oscuras, congelándonos, caminando rápido, sabiendo que en cualquier momento, por más preparados que estábamos, podía caérsenos encima una avalancha, o abrirse el piso bajo nuestros pies, y acabar todo de una vez. Esa incertidumbre, durante horas y horas nocturnas, te marcan, te hacen ver que eres insignificante y efímero.
3. A 50 metros del Balcón (8,400 msnm) a la 1:30 am, camino a la cima, la máscara de oxígeno se me congeló y no podía respirar. Mientras mis compañeros iban rumbo a la cumbre, intenté varias veces resolver el problema técnico. En medio de la desesperación de no poder respirar el oxígeno, tuve que decidir si seguía o si daba media vuelta. Hacia adelante estaba la cima, mi reto, mi sueño, pero también estaba mi orgullo y mi vanidad de escalador, y también, seguramente, estaba esperándome la muerte. Tras de mí estaban mi familia, mi esposa, mis amigos, mi país. La decisión más difícil que he tomado en toda mi vida, se me hizo sumamente fácil.
4 comentarios:
Esa fue una de las noticias que han hecho historias en RD... Así hay muchos "Soñando el Everest". Es inspirador ver como se llega tan alto, pero a la vez es "decepcionante" todo ese presupuesto que se necesita para escalar el Himalaya... (Subir el Everest debe de ser el sueño de una gran mayoría de montañistas) El libro está muy bueno, creo, porque después de eso, "no queda más que contarlo". (¿O hay otra cosa más que hacer?)
Nunca he escalado montanas--lo mas cercano a esto que he hecho es caminar cuesta arriba por un sende-ro del afamado Great Smokey Mounta-ins National Park en la zona noro-este del estado de Carolina del Norte, USA,pero si que se lo que se siente cuanto se encuentra uno en la cima de una loma o una monta-na....una indescriptible emocion y sensacion de ser uno parte de la gran madre naturaleza....entiendo perfectamente como se habran sentido estos valientes compatrio-tas! Futuros exitos muchachos!
Timo, pero hay gente que ahorra la vida entera para "irse" de cruceros y nunca sale del barco. Dinero "desperdiciao", pa' mí. Y los que vienen aquí a tostarse, nada más. Peor, hay empresas que "apadrinan" a boxeadores, el deporte más antideportivo del mundo. Escalar, escalar como lo hacen los chicos nunca lo he hecho, pero he estado cerca (o muy lejos, en los parques nacionales de Utah, por ejemplo) y lo que dice Rafael es cierto. Todo se trata de retar a la naturaleza, de ver lo que se siente, de saber que puedes lograr eso que para la mayoría es imposible. En fin...
Besos,
Y.
Por que no nos llevamos a Timo a uno de los montes, para ver si experimenta la experiencia y cambia de opinion...
Saluditos,
Avic.
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