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26/6/08

En la casa de Juan Trinidad

Era el loco de la casa. El que prefirió dedicarse a tallar la madera con una cuchara antes que convertirse en sacerdote. Y aquí está. Sus robles tallados le dan la vuelta al mundo. Los rostros que nacen de la madera que trabaja en la parte trasera de su casa lo han convertido en uno de los escultores más talentosos y reconocidos del país. Y él como que no se da cuenta. Su humildad trasciende todo tipo de orgullo desmedido y engreimiento.
Su casa es como él
. Como un artista que respeta y colecciona el arte de otros artistas. Repleta de antigüedades porque tienen su valor. Repleta de afecto familiar. De formas.
Cuando Virgi le preguntó a Juan Trinidad si primero concebía la escultura en su mente antes de empezar a trabajar, él le confesó un secreto: no es necesario hacerlo porque en cada tronco se esconde una figura en sí misma que él simplemente ayuda a emerger. La madera le habla. El le da la forma que tiene por dentro. Por eso cada pieza es distinta y ninguna comparte su madera con otra. Y por eso él deja parte de su corazón en cada pieza que trabaja porque, dice, es algo así como una relación de amor. La misma relación de amor que vive junto a Wendy, Leonor, WendyLiana, Clifford y miles de amigos que visitan su patio en la entrada de una cada vez más pujante, hermosa y prometedora San Francisco de Macorís.


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