¿Perdiste tus tesoros infantiles?
Si pasas por el centro de Jarabacoa y visitas el mercadito municipal, fíjate bien en la cuerda que atraviesa el techo. Es posible que estén todos allí...
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29/12/07
25/12/07
La Isabela, donde todo comenzó
Un paseo por la primera ciudad 'europea' del Nuevo Mundo, hoy convertida en parque nacional histórico.
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El lugar es mucho más grande que como lo muestran las fotografías que lo promueven.
Desde la entrada hasta la punta del parque histórico hay que recorrer un trecho largo y cementado que atraviesa amplios jardines, museos, tiendas y un hermoso gazebo frente al mar y que también forman parte del área protegida.
La parte arqueológica -70 kilómetros al oeste de Puerto Plata, frente al Atlántico- conserva los rastros del que fuera el primer asentamiento europeo en América, fundado en diciembre de 1493 durante el segundo viaje de Cristóbal Colón a la isla.
Las primicias no acaban con la fundación de la ciudad. Aquí se celebró la primera misa, el 6 de enero de 1494, y se estableció el primer ayuntamiento del continente, el 24 de abril del mismo año.
El nombre le fue dado por Colón en honor a la reina Isabel La Católica y ocupa varios metros frente a una ensenada que hoy forma parte de la Bahía de La Isabela. Está dividido en tres zonas: dos civiles y una militar conocida como El Castillo.
A lo largo de las aceras se distinguen los letreros que indican el lugar donde, según las excavaciones realizadas a partir de 1892, estaban ubicadas la casa de Cristóbal Colón, la iglesia donde se celebró la primera misa, el cementerio, los almacenes, las viviendas y una torre de observación.
Mucho antes, y precedido por una entrada en forma de arco, se levanta un museo donde se muestran objetos prehispánicos, mapas de la isla y maquetas de la ciudad, en una exhibición permanente que también incluye arqueología colonial del siglo VX y un museo taíno.
En las tiendas, ubicadas muy cerca de la entrada, se pueden adquirir piezas de artesanía: collares, macutos, cerámicas... a buen precio para residentes y visitantes dominicanos.
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PARA IR. Tome la autopista Duarte rumbo a Puerto Plata. Siga hasta Imbert y luego hasta Luperón y de allí a La Isabela. El Parque se encuentra a dos kilómetros de la comunidad. La entrada cuesta 20 pesos.
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El lugar es mucho más grande que como lo muestran las fotografías que lo promueven.
Desde la entrada hasta la punta del parque histórico hay que recorrer un trecho largo y cementado que atraviesa amplios jardines, museos, tiendas y un hermoso gazebo frente al mar y que también forman parte del área protegida.
La parte arqueológica -70 kilómetros al oeste de Puerto Plata, frente al Atlántico- conserva los rastros del que fuera el primer asentamiento europeo en América, fundado en diciembre de 1493 durante el segundo viaje de Cristóbal Colón a la isla.
Las primicias no acaban con la fundación de la ciudad. Aquí se celebró la primera misa, el 6 de enero de 1494, y se estableció el primer ayuntamiento del continente, el 24 de abril del mismo año.
El nombre le fue dado por Colón en honor a la reina Isabel La Católica y ocupa varios metros frente a una ensenada que hoy forma parte de la Bahía de La Isabela. Está dividido en tres zonas: dos civiles y una militar conocida como El Castillo.
A lo largo de las aceras se distinguen los letreros que indican el lugar donde, según las excavaciones realizadas a partir de 1892, estaban ubicadas la casa de Cristóbal Colón, la iglesia donde se celebró la primera misa, el cementerio, los almacenes, las viviendas y una torre de observación.
Mucho antes, y precedido por una entrada en forma de arco, se levanta un museo donde se muestran objetos prehispánicos, mapas de la isla y maquetas de la ciudad, en una exhibición permanente que también incluye arqueología colonial del siglo VX y un museo taíno.
En las tiendas, ubicadas muy cerca de la entrada, se pueden adquirir piezas de artesanía: collares, macutos, cerámicas... a buen precio para residentes y visitantes dominicanos.
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PARA IR. Tome la autopista Duarte rumbo a Puerto Plata. Siga hasta Imbert y luego hasta Luperón y de allí a La Isabela. El Parque se encuentra a dos kilómetros de la comunidad. La entrada cuesta 20 pesos.
Vista general, el gazebo, el cementerio y La Isabela desde arriba. |
Recreación de la casa de Cristóbal Colón |
Playita de La Isabela dentro de los límittes del centro histórico. |
Ensenada en Bahía La Isabela |
El cadáver de uno de los primeros habitantes del asentamiento. |
24/12/07
Dale pa' llá, que el golpe avisa
El sonido se escuchó varios metros a la redonda. ¡Pluumm! Desde donde tomé la foto, sentada en la terraza –realmente en la acera- de un restaurante frente al malecón de Puerto Plata, pude divisar todo lo ocurrió después del golpe, porque, antes, nadie supo realmente lo que sucedió. Un chico acababa de estrellarse con todo y pasola en un contenedor de la basura, que, abran bien los ojos, está encima de la acera. Los turistas que también almorzaban del otro lado de la calle alzaron las cabezas, azorados. Inmediatamente después del sonido, llegaron decenas de personas a socorrer al chico. Al principio todos nos asustamos, pues, dado el sonido realmente espantoso que produjo el golpe, temíamos lo peor. Cuando el chico se movió y se paró, al ver que no le había ocurrido nada grave, primero discretamente y luego sin aparentar, todo el mundo se echó a reír. Ya sea que viniera de frente o desde la calle lateral, nadie entendió cómo es que chocó con el contenedor. Mi teoría: alguien tiró a la basura un imán gigante y esto fue lo que atrajo al chico con to' y pasola. Palabra de Dios.
19/12/07
En El Mesón de Luis (Monumento al ego 9)
Si entran al local de la Hostos casi El Conde, en La Zona, y una chica toda ella con aire "alitraneao" les habla medio duro, les mira medio raro y parece que está algo guapa no le hagan caso y pidan por su boca. Si no hay concón o aguacate ella los fabrica. Si se acabó el pollo horneado se olió que iban pa' llá y les guardó un poquito. Sirve el jugo de chinola más espeso de la bolita del mundo y te brinda el honor de escuchar algunos de sus cuentos. Se llama Carmen -de amarillo en la foto- y no hay forma de hablar del Mesón de Luis sin mencionarla. Así que ya tienen una idea del grado de familiaridad que se vive en este espacito estrecho y oscuro de la Zona Colonial que cuando lo descubres se convierte, así como si nada, en tu segunda casa.
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En la imagen: Jaclin, Carmen, María Scharbay, María Mercedes, Albida, José Armando, Naivi, Nodalia y Yalo. Ese día comieron como unos "desambríos". Foto: Efraín Javier
14/12/07
Un experto con el martillo
José Miguel, de dos añitos, heredó de sus abuelos y su padre el arte de trabajar la artesanía.
Sus abuelos, promotores de la primera Muestra Campesina de la antigua provincia Salcedo (hoy Hermanas Mirabal), fueron los primeros en trabajar el higüero en la zona, a finales de los 70. En el modesto patio de su casa en Las Aromas, en Villa Tapia, se entretiene martillando sobre un tronco viejo.
No le tiene miedo al clavo, ¿logran verlo?, ni a un posible magullón. De hecho, es un experto con el martillo. Para muestra, miren nomás cómo José Miguel, que sabe que le estamos tomando una foto, mira a la cámara y, paciente, posa calmado para el lente de la curiosa Yalo.
Sus abuelos, promotores de la primera Muestra Campesina de la antigua provincia Salcedo (hoy Hermanas Mirabal), fueron los primeros en trabajar el higüero en la zona, a finales de los 70. En el modesto patio de su casa en Las Aromas, en Villa Tapia, se entretiene martillando sobre un tronco viejo.
No le tiene miedo al clavo, ¿logran verlo?, ni a un posible magullón. De hecho, es un experto con el martillo. Para muestra, miren nomás cómo José Miguel, que sabe que le estamos tomando una foto, mira a la cámara y, paciente, posa calmado para el lente de la curiosa Yalo.
10/12/07
Tulí, decimero de profesión
Antes que leer y escribir, Antonio Rodríguez aprendió a decir décimas. Fue el legado más precioso que le dejó una familia de agricultores que acompañaba las siembras y recolecciones con cantos y sones que hacían más llevadero el trabajo en el campo
Por Yaniris López
Ver a los viejos “contar las palomas” en medio de un campo de maní y a las mujeres responder desde el bohío, en esas estampas de mediados del siglo XX que hoy parecen tan lejanas, es un recuerdo de un valor incalculable para Antonio Rodríguez, heredero directo de estas tradiciones campesinas dominicanas.
¿Que apenas sabe escribir su nombre? Poco importa cuando se tiene una memoria prodigiosa, una mente ágil y un talento natural para convertir en poesía las palabras de siempre, cotidianas, comunes, esas que pasan desapercibidas.
La gente lo llama con cariño Tulí y una cosa dicen sus vecinos con seguridad: nadie se aburre si lo tiene al lado. Vive con su mujer y parte de sus hijos en una casita de madera en el corazón de Ranchito, una comunidad de Villa Tapia, en la provincia Hermanas Mirabal, rodeado de flores y cuidado por su mujer, Mercedes Pichardo, a quien enamoró pues, qué creen, con ellas, con las décimas. “Es que dondequiera que pasaba tiraba un piropo”, recuerda hoy Tulí, de 52 años.
Para subsistir se dedica a la agricultura, y para olvidar que la precariedad y la estrechez casi siempre suelen arruinar y malograr la existencia del trabajador, cultiva el arte de decir décimas desde antes de cumplir los seis años. “Ese talento sale de lejos. En la zona donde nacimos, en Las Aromas, mientras la gente trabajaba artesanía y sembraba maní se improvisaban décimas”.
Del campo las décimas pasaron a las escuelas, a los clubes, a los rezos, a los cumpleaños, a la iglesia, a las fiestas patronales y a las actividades sociales de toda Salcedo, como se llamaba la provincia hasta el pasado 20 de noviembre.
Pronto, decir décimas se convirtió en una “profesión”, porque, como dice Tulí, para improvisar hay que estar preparado. No es algo que salga así porque sí. “Eso no es enseñado. Yo la miro a usted y de una vez la describo. Eso es lo que uno vivía de niño y también se vive ahora”. Hay décimas para cada ocasión y de todos los tamaños.
Legendarias son, asegura Tulí, las que dedican a las hermanas Mirabal y las rondas de velas que se daban cuando moría un niño. “Se juntaban decimeros de aquí con los de otro sitio y se fajaban a decirse cosas y así amanecíamos, diciendo décimas”.
Tulí habla de la actualidad con propiedad, de adelantos, de internet. Tenía que mantenerse al día porque trabajó la política con el productor agropecuario Juliancito Abud y le escribió algunas décimas para que las convirtiera en reggeatón. “Fíjese que hasta de las décimas sale un reggeatón”, sonríe, siempre sonríe y le parece poco estar siempre sonriendo. “Todavía no estoy contento, porque me está viendo en trabajo hoy, pero si usted estuviera ahí, en medio de las décimas ¡ay, papá!”
En la sangre
Tulí dice que no hay un método para decir décimas. “Se dicen en cualquier sitio. Las que improviso las voy sacando hasta mirando al personaje. Enseñé a mis hijos a decirlas. Están en el Distrito, en internet, en el mundo”. De seis hijos, la única mujer fue la que mejor heredó su habilidad. Una de las décimas que dicen juntos reza:
Tú dices que sabes mucho
dizque que priva’ en saber
yo quiero que tú me digas
los pelos que tiene un buey
Y su hija responde:
Los pelos que tiene un buey
nadie los puede contar
yo quiero que tú me digas
si en el cielo hay platanal
Y él:
Si en el cielo hay platanal
paguemos nuestras encuestas
yo quiero que tú me digas
quién fue que subió la cepa
Y ella:
Pues si tú quieres saber
quién fue que subió la cepa
pues la cepa allí la subió
la madre naturaleza
El decimero no recuerda la cantidad de décimas que ha dicho, pero con tantos años de producción bien pudiera imprimirse un libro.
Duda un poco, pero la idea no deja de ser llamativa. “Si saco todas las que tengo por ahí y las que voy produciendo cuando viene a ver sale un libro. Pero no, porque para eso hay que sacar tiempo”.
Listín Diario
Domingo 3 de diciembre 2007
5/12/07
Cayo Levantado, entre verdes y azules
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Yaniris López
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A medida que la lancha se aproxima al islote, una sensación de libertad invade la mente del viajero que, desde lejos, intenta descubrir los encantos naturales que celosamente guarda el mayor de los cayos que vigilan el centro de la bahía de Samaná.
El pequeño punto gris y entre tinieblas que se vislumbra desde el pintoresco puerto de Samaná, ahora se torna más verde, más grande, más enigmático, mientras una gigantesca franja de arena blanca hace su aparición, imponente, en un extremo de la isla.
Cuando la barcaza logra anclar y los pasajeros podemos, por fin, pisar el cemento rústico del muelle, el ruidoso chirrido de los cuervos y las palomas marronas hace que el corazón lata con más fuerza, presagiando un día lleno de nuevas emociones, no importa cuántas veces lo hayamos visitado antes.
Entonces, luego de saludar con la mirada el color blanco del único hotel de la isla, el Occidental Cayo Levantado*, una impresionante sabana de grama verde, minúsculas montañas y cientos de cocoteros se abre ante nuestros ojos, bordeando un inmenso mar azul.
Para los que llegan de lejos, el día en Cayo Levantado ha comenzado. Descubrirlo, explorarlo y disfrutarlo es el próximo paso. Las opciones llegan solas…
Nada como empezar con un largo chapuzón en Playa Honda o Playa Bacardi, jugar con la arena y contemplar, a lo lejos, los colores pardos del hotel Gran Bahía, para luego explorar la vegetación breve y húmeda, o recolectar las jícaras de coco olvidadas por los recolectores de basura.
Sentarse en el pequeño muelle a perseguir los planeos de los pelícanos buscando comida o tenderse en la copiosa y bien cuidada grama a escuchar los “gritos” de los cuervos negros entre las ramas, le harán olvidar que existen ciudades, edificios, calles y teléfonos.
Proteger el entorno
Cayo Levantado todavía registra los tiempos imborrables de increíbles historias precolombinas y coloniales. Si no fuera por la presencia en la isla del hotel, las casetas de tablas que sirven de kioskos y las largas hileras de plásticos de colores que hacen las veces de comedores playeros, o porque simplemente la existencia de estos personajes son ya puras leyendas, se diría que el islote da la impresión de esperar, todavía, el regreso de los piratas y corsarios por sus tesoros.
Hay quienes hubiesen preferido que fuera así, aludiendo a los “daños” que la mano del hombre ha provocado en el medio ambiente de la zona.
Debido al impacto negativo que produciría la acumulación de desechos domésticos, líquidos y sólidos en el ecosistema de Cayo Levantado, así como la pesca incontrolada de peces de arrecifes, caracoles y pulpos, muchas voces se han levantado a favor de la conservación del área y protección de sus especies marinas.
El ambiente submarino de la isla, además, debe ser el más adecuado para recibir, dentro de poco, a las más de tres mil ballenas jorobadas que vienen a reproducirse cada año en el Banco de la Plata y en el Santuario durante los meses de diciembre-abril, un espectáculo que atrae a miles de turistas de todo el mundo.
Rey y señor de la Bahía
Ubicado en el litoral nordeste del país, en la Bahía de Samaná, Cayo Levantado es una pequeña porción de terreno de ocho kilómetros cuadrados que se levanta, majestuoso, como rey y señor de la bahía.
Por su atractiva avifauna y flora, la isla es protegida como parque natural. En ella abundan los pelícanos y tijerillas, palomas marronas, cuervos y una gran variedad de lagartos.
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Noviembre 2001
Periódico Hoy
El hotel es administrado, ahora, por Bahía Príncipe
Fotos: Yalo y Bahía Príncipe
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