Si un día sobrevuelan el suroeste dominicano más cercano, al oeste de Santo Domingo y al oeste de Haina, y ven esas manchas amarillas que motean el paisaje verde, son las minas de arena de los municipios San Gregorio de Nigua y San Cristóbal (en la provincia San Cristóbal).
Se pueden ver claramente a ambos lados del río Yubazo.
Parecen la sangre amarilla de la tierra, brotando luego de varias estocadas.
“Mal contadas, entre las provincias de San Cristóbal y Peravia operan alrededor de 40 empresas dedicadas a la extracción de arena y agregados. La mayoría no observan respeto al medio ambiente ni a los núcleos humanos que las circundan, y más de la mitad se encuentran instaladas en San Cristóbal, y por años habían desarrollado la actividad bajo la lógica de la depredación de ríos y suelos, sin tomar en cuenta el daño ecológico que ocasionan”, publicó el periódico El Caribe en 2015, en una historia de Rafael Alonso Rijo. Leer aquí.
Y LA EXPLOTACIÓN DE CALIZA
Doce kilómetros más arriba en línea recta, en El Pomier, están las minas que explotan la caliza, un paisaje similar al primero, un poco más blanco, que hace poner en duda el verdadero interés ambiental de las autoridades.
Los grandes cráteres ya están a poco metros de la reserva antropológica Cuevas de Borbón o del Pomier, uno de los principales sistemas de cavernas del Caribe.
Sobre la lucha de los ambientalistas y cuidadores de la cueva escribimos el año pasado, a propósito de la celebración allí de la XXIII Feria Ecoturística y de Producción 2019.
Na, que hay paisajes que duelen…