Yalo lo presentía (que no iba a ser tan fácil). Subir el pico Duarte -al menos para la
gente haragana como yo- es uno de los mayores retos físicos que se le puede presentar a un amante del ecoturismo “sin complicaciones”.
Es lindo hacer turismo interno y conocer el país, disfrutar de los verdes de
las montañas, del blanco de las espumas de los ríos caudalosos y del gris de
los riachuelos que nacen en la cordillera Central. Pero, caray, en este caso:
¡a qué precio!
Sólo les diré que me caí dos veces del mulo, del mismo mulo.
En una creí que se iba a ir directo hacia un precipicio, cuando en realidad estaba “doblando” la curvita; y en otra, por esquivar un charco de lodo, el mulo se metió en un hueco entre dos palos y ramas, sin importarle la carga humana que llevaba, y por poco y me corta el pescuezo porque, créanlo o no, justo en medio del hueco había un palo atravesado. Y cual “cliché” de película barata me agarré del palo grueso del borde del charco, le di varias vueltas tipo “chica en un tubo de un bar de mala muerte” y caí a centímetros del lodo.
Sólo les diré que me caí dos veces del mulo, del mismo mulo.
En una creí que se iba a ir directo hacia un precipicio, cuando en realidad estaba “doblando” la curvita; y en otra, por esquivar un charco de lodo, el mulo se metió en un hueco entre dos palos y ramas, sin importarle la carga humana que llevaba, y por poco y me corta el pescuezo porque, créanlo o no, justo en medio del hueco había un palo atravesado. Y cual “cliché” de película barata me agarré del palo grueso del borde del charco, le di varias vueltas tipo “chica en un tubo de un bar de mala muerte” y caí a centímetros del lodo.
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Seguimos después, que esto está en construcción...
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