Mientras pasa el paño por el escritorio, por debajo de todo
cuanto se pueda limpiar, se fija como siempre en mi potus (Epipremnum aureum) y
dice lo mismo cada vez: que qué linda está, que adora las plantas, que las
plantas son sus únicas amigas; que les habla... Que a ellas les cuenta sus
secretos porque son las mejores amigas.
“Son las únicas amigas que tengo. No te juzgan, no te traicionan, y siempre
están para ti”.
Yo pensé que obvio, porque no se pueden mover ni hablar, pero nada…
Horas más tarde, mientras aseaba en el baño (yo estaba dentro de un cubículo),
escucho que alguien entra, la saluda con besos y con alegría ella responde al
saludo así: “Bien, estoy bien. Con Jesús todo está bien. Es mi único amigo, el
único; Jesús es el único al que podemos llamar amigo”.
Pobre Jesús, pobres plantas…
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30/10/23
Una de dos
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