Antes de partir, el biólogo botánico Brígido Peguero (1952-2021) estaba interesado en estudiar la viabilidad de las semillas de esta planta que, aunque introducida, forma parte de la ‘cultura botánica’ dominicana.
Yaniris López
yaniris.lopez@listindiaio.com
Santo Domingo
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Y ahora, ¿quién
llamará a las plantas por su nombre? Yolanda León, bióloga dominicana, sobre la
muerte de Brígido Peguero
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Fue la última
entrevista que ofreció a un medio de comunicación, el pasado 11 de mayo de este
año.
Hablaba de la viabilidad de las semillas, de cómo muchas especies pierden la
capacidad de germinar por semillas y, en cambio, solo lo hacen por estacas,
debido a que como seres vivos estas se adaptan a los cambios de reproducción y
cultivo.
La yuca es un buen ejemplo, decía el botánico dominicano Brígido Peguero
mientras compartía impresiones con la bióloga Yvonne Arias, coordinadora del
Encuentro Verde de Listín Diario; con Eladia Gesto, gerente de Programas de
Gestión y Conservación Ambiental de la Fundación Propagás; y quien escribe,
coordinadora de Vida Verde, la página ecológica de este diario.
“Si dejas de plantar por semillas, la planta deja de producirlas poco a poco
porque entiende que ya no son necesarias”, explicaba don Brígido.
“Las cayenas –preguntó el entonces encargado del departamento de Botánica del
Jardín Botánico Nacional (JBN)–, ¿han visto ustedes alguna vez las semillas de
la cayena?”.
Le respondo que la variedad de hibisco que tenemos en casa está repleta de
semillas. Le digo cómo son, cómo dejamos que ese capullo engrosado siguiera
creciendo para ver qué tenía dentro (porque no lucía como que fueran pétalos) y
cómo un día se rompió y dejó al descubierto decenas de pequeñas semillas negras
cubiertas de pelo que parecían tricomas. Pregunta si son de las conocidas como “sangre de Cristo”, rojas y de pétalos
simples. Al obtener una respuesta positiva se sorprendió mucho y dijo que ahora
había que ver si lograban germinar una vez sembradas.
Le contesto que sí, que las plantamos y germinaron, y que la mayor ha crecido
hasta casi alcanzar el metro.
Prometí compartirle imágenes y una vez las recibió don Brígido se alegró –y
sorprendió– tanto que se comprometió a estudiarlas y a publicar el estudio en
la Salcedoa (la revista científica del JBN) y en el periódico.
Pero no pudo hacerlo. Días después del último correo fue ingresado a una
clínica. El 8 de junio, el Covid-19 se llevaba a uno de los más brillantes
científicos dominicanos.
TODAVÍA DUELE
Su trabajo como biólogo botánico fue más allá de la investigación, la educación
ambiental y las publicaciones científicas.
Peguero legó a la ciencia más de 15,000 números recolectados y decenas de
estudios florísticos realizados especialmente en las zonas protegidas
dominicanas.
La Cojoba urbanii y la Calycogonium bairdianum forman parte de las especies
nuevas que descubrió en coautoría y en su honor le fue dedicada la orquídea
Sudamerlycaste pegueroi.
Su legado es un legado vivo, como las plantas que tanto amaba.