El pintor dominicano celebra cinco décadas en las artes plásticas con la exposición “Por los caminos de la madre naturaleza”.
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Yaniris López
Santo Domingo
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Nació en 1946 en Santo Domingo y para finales de los 50 ya sabía que quería ser pintor. Decidirse fue fácil: desde muy pequeño, José Perdomo se dio cuenta que la pasión que sentía por la pintura y el dibujo y el talento para crear obras pictóricas les venían de nacimiento.
Dice que le dieron muchos fuetazos por llenar todos los cuadernos escolares con dibujos; que cobraba un centavo a los compañeros de escuela por hacerles las ilustraciones de Naturales y Geografía, y que siendo muy pequeño solía rellenar con color –y sin permiso- los dibujos en blanco y negro de su mamá, entonces estudiante de pintura.
A los 15 inició su formación en la Escuela Nacional de Bellas Artes y en los talleres de Paul Giudicelli y Gilberto Hernández Ortega.
Su primera gran paga, a los 16, se la debe a los bodegones y desnudos que hiciera para un comerciante puertorriqueño que vivía en Santo Domingo y viajaba mucho a Santiago.
“Él me dijo 'Vamos a hacer un negocio: te voy a traer tela y óleo, te voy a dar algo de dinero y tú me pintas esos bodegones’. Esa fue la primera vez que cogí dinero por hacer pintura”, comenta.
Convencido del talento de Perdomo, este señor le ofreció ayuda para que estudiara y trabajara en Estados Unidos. Se marchó ya iniciada la Revolución de Abril y regresaría en 1966 para su primera individual en el Palacio Nacional de Bellas Artes. Un gran escenario para iniciar la carrera.
De vuelta al país norteamericano estudió con los maestros Luis Camnitzer y Robert Motherwell.
Luego vivió varios años en Perú (donde aprovechó para estudiar sobre las Líneas de Nazca, Machu Picchu y el arte peruano) y en Brasil.
A República Dominicana regresaría para quedarse en 1983. A partir de este año, el contenido plano y sin fondo de sus cuadros, la singularidad de sus trazos y los colores fuertes de sus figuras humanas le aseguraron un espacio en la plástica dominicana.
José Perdomo lleva más allá del lienzo su admiración por la biodiversidad. Por muchos años se ha dedicado al cultivo de bonsáis y en el patio de su casa crecen decenas de plantas, incluyendo especies propias de bosques muy húmedos.
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