De todos los árboles que crecen en suelo dominicano, ninguno es tan bucólico como la anacahuita (Sterculia apetala). Tiene algo esa mata que obliga a fijarse en ella. Si fuera necesario darles a las plantas alguna cualidad, la elegancia sería para la palma y el pino y la belleza para el framboyán, la jacaranda y la cañafístula cimarrona. El roble inspira rectitud y la ceiba y el álamo se quedan con la frondosidad. Pero la anacahuita puede ser todo eso y, además, bucólica. Una la mira y le da con soñar.
Si la vemos de repente, la mente viaja por instinto al jardín japonés del Botánico Nacional y obliga al cuerpo a sentarse sobre la yerba o sobre una piedra, dichoso de contemplarla, dichoso de, por unos segundos, sentirse libre y capaz de hacer poesía. Para los que alguna vez la maroteamos, llega también la imagen de la tostadera y comedera de sus semillas con todo y las manos llenas de minúsculas espinitas. Tardan años en ponerse tan grandes y tan lindas, es cierto. Muchísimos. Por eso no se ven por todos lados. Pero vale la pena verlas crecer y hacerse viejo con ellas sólo para contemplar el hermoso espectáculo de sus formas.
1 comentario:
Gracias Adoro tu sencilles. Me gustaria saber cuantos aÑos tiene una mata de Anacauita que esta en un campo de la vega rio verde cutupu en el arroyo hondo. Tiene que ser milenaria. Me cuentan mis abuelos que estava igual de grande cuando sus padres la maroteaban de chamaquitos. Por su tamaÑo se que es mucho mas vieja que la del Botanico. Es hermosa.
Luis felipe
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