Peritas rojas (o marañones)

Esta entrada es para los amantes –como la Yalo- de la perita roja, cajuilito, manzana de agua, pomagás, marañón, pomarosa y muchos nombres más…
Sí, esa fruta que no parece tener nombre propio (el verdadero es Eugenia javanica o Syzygium samarangense), que no sabe a ‘na y que de todas formas da seguidillas comerla.
Rica, sobre todo fría y bien madura. ¿Saben dónde la tienen por el suelo, dónde se da por montones, por pi pa, dónde hay una mata por casi cada 200 metros y un chin más cerca? ¿Y enormes, grandotas, rojísimas y dulcísimas? En Sánchez, Samaná. Desde hoy decretamos este municipio como el hogar de las peritas rojas. Si las vieran. Se caen de la mata no más de verlas, creando un manto rojo y rosa bajo los árboles. Doña Fefa (83 años, barrio Altamira) jura que se llama marañón.  La dueña de esta mata nos dijo con tristeza que sí, que podíamos coger las que quisiéramos, que qué pena que estuvieran tan chiquitas, que se dan del tamaño de aguacates. Y la Yalo abrió los ojos como plato y pensó ¿pequeñas? Bueeeno. Cuanto más arribota se encontraban, más grandes y rojas se veían.
Por fuera la mata se ve verde, normal, con mucho follaje; sólo al colocarnos debajo se ven los ramilletes de peritas. Los carajitos gozaban viéndonos marotear.
Claro, mientras ellos las tiran por las cañadas y las dejan podrir bajo las matas, en la ciudad nos quitan muchísimo por una latica o una fundita vieja.