Lleva años allí arriba. Solito. Parece que le dejaron una difícil y triste misión: ser testigo de la decadencia de un punto único en la península, de esos que daban ganas visitar. Vigilante de una playa sin olas que más que mar parece el brazo de un río, le tocó nacer en el último cayo, último enclave de un puente emblemático que se cae a pedazos y que los chicos lo toman para jugar y “quererse”.
Por suerte, la basura y el descuido no empañan la vista de su querida bahía. Pero en el fondo, yo creo que se quiere morir, y, por desgracia para él, ya no pasan barcos tan grandotes que le vuelen “la cabeza”, ni huracanes tan poderosos que saquen la mata de raíz.
2 comentarios:
murío vieja la mata, digo todavia sigue de pie,esa pasó una juventud saludable.
jejej cuantos cocos, ¿pudo tener esa mata?
El ultimo coco.
Buena pregunta: cuántos cocos da una mata antes de quedar como ésta?
Y.
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