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9/9/08
Divinas letrinas
Hace unos años, cuando trabajaba para el periódico Hoy, me tocó hacer un reportaje sobre el trabajo social que hacía una ONG en los lugares más alejados de las provincias del sur del país. Lo titulé “De comunidades aisladas a núcleos de integración social” porque eso, precisamente, era lo que hacía la organización, ayudar a elevar la calidad de vida de los moradores organizándolos en núcleos comunitarios y facilitándoles ayuda económica. De todas las actividades que realizaban, hubo una que me afectó en gran manera y que nunca he podido olvidar: las comunidades hacían una fiesta cada vez que inauguraban un grupo de tres o cuatro letrinas. Sí, letrinas. Un hoyo en el suelo con cinco hojas de zinc y un sentadero. Recuerdo que ese día, que coincidió con las fiestas de San Miguel, en uno de los parajes que bordean el río Mijo, en San Juan de la Maguana, prepararon unos cinco calderos enormes de sanchocho en fogones al aire libre y la gente bailaba salves y palos de lo más feliz. Lo recordé porque la semana pasada tuve que recurrir a una de ellas para vaciar el contenido de mediodía de brincaderas por los campos de la provincia Espaillat. Leo Santiago pensó que sería divertido tomarme unas fotos entrando en la letrina. De hecho, se rió muchísimo. Pero qué va. No me importa usarlas. En el monte, una letrina es un lujo. Y yo también haría una fiesta si su construcción implicaría dejar de defecar en los ríos y entre los matorrales.
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3 comentarios:
Esa letrina se ve nítida. A ti se te nota bien contenta ;)
Saludos
Hacer pipí y defecar forman parte de los grandes placeres de la vida. Si tienes una revista de decoración a mano, mejor (smile).
Y.
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