Cada año las caretas son más "feas", más elaboradas, más llamativas. Los disfraces, más coloridos. En las calles no cabe un mandao. Bebés de meses dormidos en medio de un mar de cuerpos. Cabelleras de colores. Gritadera por gusto, porque sí. Y, gracias al cielo, este año tampoco me dieron funda. Salvé de un salto dos metros, frente a una cueva, y ¡a correr fanáticoooossss hasta la guagua! Dios, ¡cuánto se goza, se baila, se suda, se bebe y se vocea en el Carnaval Vegano.
Creo que lo único que le falta para robarle un chin de turistas al carnaval de Río de Janeiro es que las comparsas puedan "vaponearse", en todo su esplendor, a lo largo de la calle y que todos, desde una distancia prudente, podamos observar los trajes, los bailes o cualquier show preparado para la ocasión, como era antes, porque, siendo sinceros, la "apretujadera" en las calles, el miedo a que te den y el "cada quien por su lado de los diablos" como que... ustedes me entienden. En serio. Aunque a lo mejor eso es lo que le gusta a la gente.