Un energúmeno (eso solo lo haría un energúmeno, porque los hijos de puta no tienen la culpa del oficio que eligió su madre) puso veneno en algún lugar de la calle y envenenó a Genoveva y a otros gatos que rondaban por ahí.
Pobre gata a la que solo le gustaba dormir, comer, adueñarse del periódico, enamorarse, ‘dejarse embarazar’ y perseguir
a los lagartos y mariposas del jardín...
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