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4/3/08

En el mercado

Los pocos menos de 11 años del niño haitiano que me atendió no escondían su gran sabiduría. Quizá por eso sus padres le tienen tanta confianza y lo dejan atender a los clientes en el puesto que tienen en el mercado de la Duarte con París.
- Cada montoncito de ajíes, ¿cuánto vale?
- Diez pesos.
- Ah, ¿y tienen muchas semillas?
- Nooo, no tienen nada de semillas. Nada.
- Anda, qué pena, porque sólo quiero las semillas. Pa' un remedio.
- ¡Siiiííí! ¡Tienen muchísimas! ¡Muchísimas semillas! ¡Mira!
Y comienza a cortar los ajíes. Sus papás, hermanos o demás familiares ni se enteran. Hablan de "cosas" de espaldas a nosotros.
- ¡Nooo! – le digo yo. –No los cortes. Te pelearán tus papás si al final no los compro.
Pero, efectivamente, y comparados con su diminuto tamaño, los ajíes eran más semillas que fina masa. Estaban llenos de semillitas blancas.
- Ahhh, sabichón, me dijiste que no tenían nada de semillas.
Sonríe, y medio avergonzado me dice:
- Eh... lo que pasa es que a la gente no les gustan con semillas.
Y entonces recordé aquel cuento que una vez me hizo Yolan –que a su vez le hizo su amigo Víctor Piña- sobre un hombre acusado de robar un abanico que, una vez ante el juzgado, al ser interrogado por el juez sobre si realmente cometió el hurto éste le responde que no, que cómo va a ser, a lo que la víctima del robo le responde:
- ¡Ah, usted juez que tá pendejo!, porque él le va decir que se robó el abanico, ¿verdad?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Conociéndote, supongo que le compraste los ajíes y lo hubieras hecho aunque no tuvieran semillas, sólo para evitarle un problema al pobre chiquillo.

Jac

Yalo dijo...

Pos sí, mana. Le compré dos montoncitos. Un solo ají tenía más semillas que tres grandes que le había comprado a un "triciculero" que para colmo me engañó (me cobró de más, ese...).
Y.

Anónimo dijo...

Con tan solo 11 años, y ahora me pregunto una cuestion que muy amenudo se me pasa por la cabeza ¿que es lo que mide la edad?

Yalo dijo...

No entendí, Alain. Pero supongo que son los años. Once años y ya sabe cómo funciona el negocio. Once años y ya sabe mentir "muy bien". Once años y no le importa que pierdas tu dinero. Once años y tiene que trabajar. Once años y tiene que defender el negocio de sus padres, o de la familia. Once años y defiende lo suyo. Once años y es todo un hombre -y sonríe de lindo-. Once años que parecen más. Es cierto: ¡son muchas cosas para once años!
Abrazos,
Y.