Ni una sola palmera, ni árboles frondosos ni sillones para tomar el sol. Tampoco se ven señales de las exóticas flora y la fauna que promueven los ecologistas como símbolos del Parque Nacional Jaragua. Sólo el sol abrasante de un mediodía que se alarga hasta las 4:00 de la tarde y caminos de arena que calientan los pies e impiden caminar. Sólo cactus, árboles que dejan pasar el sol y matorrales; sólo agua salada y un silencio sepulcral apenas perturbado por el rumor de unas olas minúsculas que se niegan a echar espumas.
Es más, dicen que no es una bahía, sino una gran ensenada. Y de ecoturismo ni hablar: la Secretaría de Estado de Medio Ambiente prohibió acampar en la zona el año pasado. Entonces llegan las preguntas: ¿qué tienen esos siete kilómetros de playa que enamoran al visitante? ¿Cuáles detalles la hacen irresistible? ¿Por qué se ha convertido en el destino de moda local que todos quieren visitar y los grandes empresarios turísticos se disputan? ¿Cuáles son los encantos de Bahía de las Águilas?
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