-----
Yaniris López
Bayahíbe, La Altagracia
-----
Al final del sendero ecoturístico Padre Nuestro, bajo una enorme loza de roca caliza de origen coralino, están las cuevas de Chicho I y II. El acceso a la primera está restringido para el público, así que doblaremos a la derecha, hasta la segunda.
Para llegar al hueco que da acceso al manantial hay que recorrer a pie o a caballo 1.9 kilómetros de los primeros metros verdes del Parque Nacional del Este, un camino blanco donde reinan los cactus gigantes, el guayacán, los cambrones, la guáyiga y las suculentas. Y luego bajar, bajar…
Unos tres kilómetros separan la cueva del centro de Bayahíbe, en San Rafael del Yuma, al suroeste de la provincia La Altagracia y en el extremo noroeste del parque.
Es un paseo corto. Una vez en la plataforma sedimentaria, bajas dos o tres escalones que conducen a la espesa entrada de la galería, lees en un quiosco algunas notas e instrucciones sobre el lugar, caminas otros metros y comienzas a descender una empinada escalera de piedra que conduce al estómago de la galería, una caverna de techo alto donde descansan las aguas transparentes de un lago subterráneo.
Mientras avanzas atrás va quedando, cada vez más pequeña, la apertura de la entrada y única claridad que alivia la sensación de desamparo que reina en las oscuras cavernas que todavía se conservan algo vírgenes para la exploración.
Son menos de 50 metros inclinados en vertical con algunos desniveles, se anima el espíritu. Y se trata de una de las cuevas más famosas de las muchas ubicadas en el hoy llamado Parque Nacional Cotubanamá...
¿Qué ver? Huele a humedad. Las gradas de piedra se ven resbaladizas. Los murciélagos (Artibeus jamaicensis), que al parecer le perdieron el miedo a la presencia humana, cuelgan de las raíces junto a las estalactitas y petroglifos y no huyen cuando los flashes de las cámaras alumbran su entorno y estorban su siesta diurna. Se han registrado 26 petroglifos en los primeros metros de la cueva de Chicho II, se lee en el cartel de la entrada.
Allí aparecen las caritas talladas por los primeros pobladores de la isla, unas riendo, otras con expresión de asombro o gesto inescrutable. Hay piedras anchas cubiertas de musgo y varias estalactitas y estalagmitas que llegan a formar columnas.
Al final del recorrido, aparece una especie de estrado para que el viajero se detenga y contemple desde allí las aguas transparentes del embalse. Debido a que se han encontrado bacterias en el agua superficial del pozo, no es recomendable el baño.
¿Logran verlo? Los murciélagos cuelgan junto a las estalactitas y los petroglifos de la caverna. |
Afuera hay culebras. Y avispas. En compensación, el paisaje conservado de una zona protegida de ocho kilómetros cuadrados. Si te armas de paciencia y de una cámara podrías incluso conocer y tomarle fotos a la lechuza cara ceniza (Tyto glaucops), una de las aves (endémica de La Española) que habitan en la zona.
Esa claridad es como se ve la entrada a medida que avanzas... |
Sobre el sendero
Al lugar se le dio importancia ecoturística y arqueológica a partir del 2002 gracias a la intervención de varias instituciones, entre ellas la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Asociación de Guías de Padre Nuestro y la Asociación de Hoteles La Romana-Bayahíbe (AHRB).
Ese año, los 8 kilómetros cuadrados del sector Padre Nuestro fueron incluidos dentro del Parque Nacional del Este y comenzó a gestarse “la ruta eco-arqueológica y turística de Padre Nuestro”.
El sendero, abierto por primera vez al público en 2008, fue cerrado en marzo en 2009 y reabierto en enero de 2010. Este último año, estas instituciones elaboraron el “Análisis de sitio y recomendaciones para el desarrollo ecoturístico del sendero Padre Nuestro”.
Según la publicación, “a pesar de su relativamente pequeño tamaño (813 ha), el área de Padre Nuestro es de vital importancia para la sobrevivencia de la zona, ya que aquí se concentra en manantiales el agua procedente de la infiltración en un área total aproximada de 71 kilómetros cuadrados. A pesar de que los asentamientos humanos sin condiciones sanitarias adecuadas, la deforestación e introducción de plantas y animales domésticos tuvieron impactos negativos significativos sobre el área y sus recursos naturales durante las tres últimas décadas del siglo XX; después de la reubicación de las 183 familias que poblaban el lugar, entre 1998 y 2004, ahora el entorno muestra señales positivas de recuperación, aunque algunos problemas persisten”.
Desde entonces se trabaja para desarrollar Padre Nuestro “como un modelo de gestión participativa, que permita preservar los recursos naturales y culturales”.
En 2013 se firmó un acuerdo de cogestión entre el Ministerio de Medio Ambiente y la Asociación de Hoteles La Romana-Bayahíbe.
DE INTERÉS
Valor. El yacimiento hídrico que abarca toda la zona de Padre Nuestro, de unos 8 kilómetros cuadrados, abastece a la comunidad de Bayahíbe y las estructuras turísticas de los alrededores.
Para llegar. Tome la Autopista del Coral y luego la carretera que conduce a Bayahíbe. El camino que lleva al sendero se encuentra a unos 400 metros antes de llegar al pueblo, sin embargo, deberá llegar hasta Bayahíbe para pagar la entrada en la caseta de Medio Ambiente (las visitas todavía no son suficientes para garantizar la sostenibilidad y pagar en la entrada del proyecto). Una vez en el pueblo, siga la carretera ubicada en la parada Bayahíbe-Benedicto-Higüey para regresar otra vez a la entrada del sendero.
Recomendaciones. Usar calzados cerrados, repelente y protector solar. Si desea hacer una visita educativa, coordine a través de la AHRB o Medio Ambiente.
Ubicación del sendero Padre Nuestro y de la Cueva de Chicho al (nor)este del centro de Bayahíbe. |
2 comentarios:
Hola! excelente escrito sobre esta hermosura dominicana. Una pregunta, hay pruebas tangibles o algún artículo científico que evidencie esta presencia de bacterias en el agua superficial del pozo?
Gracias!
Hola, Ángel. Tendríamos que averiguar.
Lo que sí nos han dicho (incluso de manera oficial, en un curso que tomamos en Bayahíbe sobre permisos ambientales en 2010) es que la gente/los turistas se "apiaba" de los caballos y corría a tirarse al manantial, contaminando el agua. A lo mejor por ahí va...
:)
Y.
Publicar un comentario