El lugar es enorme. Parece una catedral de largos arcos que se entrecruzan y en determinados puntos apenas dejan pasar la luz. Por el suelo, una espesa alfombra amarilla de hojas, corre un discreto y silencioso arroyo/fuente artificial. El sitio es perfecto para picnics, tomarse fotos y realizar actividades sociales, dice Pedro de Jesús de García, director del departamento de Horticultura del Jardín. Y también para meditar, respirar aire puro, huir del ruido y las prisas citadinas y disfrutar de los pequeños placeres que ofrece la naturaleza en el centro de la ciudad.
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