Poco a
poco, para estas fechas, la ciudad comienza a llenarse del amarillo brillante
de la Tabebuia aurea, un árbol ornamental originario de América del Sur que por
su vistosidad, tamaño y adecuación al medio ha sido tomada en cuenta para el
arbolado urbano. Pertenece a la familia de las Bignoniaceae y aquí le llaman
roble amarillo.
En “Árboles de Santo Domingo” (2010), Marianna Zsabó señala que es un árbol
mediano (alcanza hasta 15 metros), caducifolio, que florece en primavera y tolera
la sequía y el salitre.
Sin embargo, apunta que debido a que su fuste es a
menudo irregular “no es el mejor candidato para plantaciones en hilera” y que,
según estudios realizados en Puerto Rico y Florida, no resiste bien a los
huracanes. Sus raíces, además, son algo superficiales.
Al margen de las últimas observaciones, es un deleite contemplarlos por todos lados, alegrando con su floración el cada vez más ‘encementado’ paisaje citadino.
Al margen de las últimas observaciones, es un deleite contemplarlos por todos lados, alegrando con su floración el cada vez más ‘encementado’ paisaje citadino.
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