El Mogote, al fondo, visto desde el parque Duarte de la ciudad. |
Yaniris
López
Jarabacoa, La Vega
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Jarabacoa, La Vega
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Es la loma insignia de Jarabacoa, un orgullo geológico que se alza sobre los
1,560 metros sobre el nivel del mar y se alcanza a ver desde cualquier punto de
la ciudad.
Es, también, el mayor reto ecoturístico entre sus ofertas de trekking o senderismo.
Una vez en el centro del municipio, solo faltarían unos 865 metros para llegar a la cima, odisea que se completa en un recorrido de 3.5 kilómetros.
Con dos subidas al pico Duarte, a 3,087 metros sobre el nivel del mar y una ruta de 28 kilómetros para coronarlo, El Mogote sería pan comido. Sí, eso piensa el senderista la primera vez que intenta conquistarlo. ¿Y con qué se topa?
La subida comienza en el costado izquierdo de la entrada al Monasterio Cisterciense Santa María del Evangelio, seis kilómetros al sur de la ciudad. Si se está en buena forma, el viaje puede completarse en tres horas, si no, serán necesarias cuatro. De todas formas, hay que tomarse unos minutos para calentar los músculos.
Es, también, el mayor reto ecoturístico entre sus ofertas de trekking o senderismo.
Una vez en el centro del municipio, solo faltarían unos 865 metros para llegar a la cima, odisea que se completa en un recorrido de 3.5 kilómetros.
Con dos subidas al pico Duarte, a 3,087 metros sobre el nivel del mar y una ruta de 28 kilómetros para coronarlo, El Mogote sería pan comido. Sí, eso piensa el senderista la primera vez que intenta conquistarlo. ¿Y con qué se topa?
La subida comienza en el costado izquierdo de la entrada al Monasterio Cisterciense Santa María del Evangelio, seis kilómetros al sur de la ciudad. Si se está en buena forma, el viaje puede completarse en tres horas, si no, serán necesarias cuatro. De todas formas, hay que tomarse unos minutos para calentar los músculos.
Camino que conduce a la falda de El Mogote. |
¡Y a subir!
Pasan de las 10:30 de la mañana. Los primeros metros por un sendero llano franqueado por arbustos bajos de un verde intenso, altos pinos y árboles cuyos nombres seguro que conoce el guardaparques, auguraban una gran aventura. Y así fue, pero porque la felicidad duró poco.
El camino subía y subía y casi nunca dejó de subir. El corazón, que no se esperaba pendientes tan pronunciadas ni se preparó lo suficiente considerando los pocos metros que tenía que escalar, comenzó a sofocarse. Una opresión en el pecho que las grandes bocanadas de aire puro no lograban reducir recomendó más de una vez desistir del ascenso.
Coronar El Mogote es una excursión famosa entre los estudiantes de bachillerato que celebran en Jarabacoa convivencias y retiros espirituales.
Nuestro guía, cuyo nombre obviaremos para no afectar su reputación ni el de la agencia de viajes local que organizó el ascenso, no podía creer que alguien se rindiera con apenas 150 metros recorridos.
¡Qué vergüenza!
Él, dijo, había olvidado las veces que ha subido y bajado El Mogote, y se ufanaba diciendo que podía hacerlo -subir o bajar- en una hora y media. Hastiado sin decirlo de la haraganería de la viajera, la dejó a su suerte en más de una ocasión.
Pasan de las 10:30 de la mañana. Los primeros metros por un sendero llano franqueado por arbustos bajos de un verde intenso, altos pinos y árboles cuyos nombres seguro que conoce el guardaparques, auguraban una gran aventura. Y así fue, pero porque la felicidad duró poco.
El camino subía y subía y casi nunca dejó de subir. El corazón, que no se esperaba pendientes tan pronunciadas ni se preparó lo suficiente considerando los pocos metros que tenía que escalar, comenzó a sofocarse. Una opresión en el pecho que las grandes bocanadas de aire puro no lograban reducir recomendó más de una vez desistir del ascenso.
Coronar El Mogote es una excursión famosa entre los estudiantes de bachillerato que celebran en Jarabacoa convivencias y retiros espirituales.
Nuestro guía, cuyo nombre obviaremos para no afectar su reputación ni el de la agencia de viajes local que organizó el ascenso, no podía creer que alguien se rindiera con apenas 150 metros recorridos.
¡Qué vergüenza!
Indi subiendo. A la derecha: una de las pendientes más traicioneras. |
Él, dijo, había olvidado las veces que ha subido y bajado El Mogote, y se ufanaba diciendo que podía hacerlo -subir o bajar- en una hora y media. Hastiado sin decirlo de la haraganería de la viajera, la dejó a su suerte en más de una ocasión.
Ahora
tocaba subir por orgullo. Son apenas 3.5 kilómetros, se animaba el
cerebro.
Las consultas previas al viaje se reducen a estos mensajes: “Lleva naranja para comer, no sabemos por qué pero reaniman”. “No te lleves de los guías, que dicen que es fácil”. “Pero si has subido el pico Duarte lo conseguirás de una vez”.
¿Por qué cuesta tanto?
Lo complicado de subir El Mogote son las pendientes, algunas tan inclinadas (hasta 50 grados) que da la sensación de que en cualquier momento el viajero rodará camino abajo.
Las raíces, los tallos de las enredederas y las ramas de los arbustos sin espinas (el rabillo del ojo se hace experto identificándolos a tiempo) son los mejores aliados para empinar el cuerpo y ganar metros. Y unas buenas botas que aseguren la tracción, por supuesto.
Las grietas –de tierra o piedra– son tan pronunciadas en algunos tramos que el excursionista tiene que hacer, literalmente, alpinismo con las manos.
¿Resumen? Subir El Mogote es parecido a alcanzar el último descanso de un edificio de 10 plantas subiendo los peldaños de la escalera de dos en dos. O de tres en tres. Imaginen el esfuerzo que tienen que hacer las piernas.
A eso súmenle lo descuidado que está el sendero, y el exceso de maleza que corta el paso y hiere las caras y los brazos al descubierto. Pero eso también forma parte de la aventura.
El punto de descanso también luce abandonado y lleno de desperdicios. El guía aprovecha para decir que ni Medio Ambiente, ni Turismo ni el Clúster Ecoturístico de Jarabacoa le prestan atención a la loma, pese a que lo promueven como uno de los atractivos del municipio.
Las consultas previas al viaje se reducen a estos mensajes: “Lleva naranja para comer, no sabemos por qué pero reaniman”. “No te lleves de los guías, que dicen que es fácil”. “Pero si has subido el pico Duarte lo conseguirás de una vez”.
¿Por qué cuesta tanto?
Lo complicado de subir El Mogote son las pendientes, algunas tan inclinadas (hasta 50 grados) que da la sensación de que en cualquier momento el viajero rodará camino abajo.
Las raíces, los tallos de las enredederas y las ramas de los arbustos sin espinas (el rabillo del ojo se hace experto identificándolos a tiempo) son los mejores aliados para empinar el cuerpo y ganar metros. Y unas buenas botas que aseguren la tracción, por supuesto.
Las grietas –de tierra o piedra– son tan pronunciadas en algunos tramos que el excursionista tiene que hacer, literalmente, alpinismo con las manos.
¿Resumen? Subir El Mogote es parecido a alcanzar el último descanso de un edificio de 10 plantas subiendo los peldaños de la escalera de dos en dos. O de tres en tres. Imaginen el esfuerzo que tienen que hacer las piernas.
A eso súmenle lo descuidado que está el sendero, y el exceso de maleza que corta el paso y hiere las caras y los brazos al descubierto. Pero eso también forma parte de la aventura.
El punto de descanso también luce abandonado y lleno de desperdicios. El guía aprovecha para decir que ni Medio Ambiente, ni Turismo ni el Clúster Ecoturístico de Jarabacoa le prestan atención a la loma, pese a que lo promueven como uno de los atractivos del municipio.
Hay que seguir...
Poco a poco
el corazón se acostumbra a la altura y el ritmo cardiaco se normaliza. El aire
puro llena los pulmones, la cabeza, todo el cuerpo…
A falta de naranjas, las frambuesas silvestres son un verdadero festín. A lo lejos se oye el rumor de una cascada. Todo marcha bien.
Contemplar los bosques espesos, la biodiversidad de la loma y el paisaje verde de Jarabacoa desde lo alto de los miradores alegran el espíritu aventurero, que se olvida del guía, ahora sorprendido por el ánimo y avance de su floja compañera de trayecto.
Entonces comenzó a llover. Un poco más de la mitad del camino y las gotas, espesas y oscuras, se adueñaron del paisaje y del resplandor del mediodía. Se sabe que en esta zona de la Cordillera Central las lluvias suelen ser constantes e impredecibles y por eso hay que tomar muy en cuenta los boletines climáticos. Muchos viajes al Mogote se cancelan por este motivo a lo largo del año.
Las riadas comenzaron a formarse y la niebla a cubrirlo todo. El guía, que tiene que parar cada cierto tiempo para asegurarse de que una sigue con vida, dice que todo será más fácil una vez se pasa El Mogotico, la loma hermana que sirve de sub-cima a El Mogote. También confesó que sabía que habían pronosticado lluvias, pero que no esperaba que sería para tanto.
A cuatro horas de iniciado el ascenso, fue un alivio divisar la casita del guardaparques y la corroída torre de vigilancia de la loma.
A falta de naranjas, las frambuesas silvestres son un verdadero festín. A lo lejos se oye el rumor de una cascada. Todo marcha bien.
Contemplar los bosques espesos, la biodiversidad de la loma y el paisaje verde de Jarabacoa desde lo alto de los miradores alegran el espíritu aventurero, que se olvida del guía, ahora sorprendido por el ánimo y avance de su floja compañera de trayecto.
Entonces comenzó a llover. Un poco más de la mitad del camino y las gotas, espesas y oscuras, se adueñaron del paisaje y del resplandor del mediodía. Se sabe que en esta zona de la Cordillera Central las lluvias suelen ser constantes e impredecibles y por eso hay que tomar muy en cuenta los boletines climáticos. Muchos viajes al Mogote se cancelan por este motivo a lo largo del año.
Las riadas comenzaron a formarse y la niebla a cubrirlo todo. El guía, que tiene que parar cada cierto tiempo para asegurarse de que una sigue con vida, dice que todo será más fácil una vez se pasa El Mogotico, la loma hermana que sirve de sub-cima a El Mogote. También confesó que sabía que habían pronosticado lluvias, pero que no esperaba que sería para tanto.
A cuatro horas de iniciado el ascenso, fue un alivio divisar la casita del guardaparques y la corroída torre de vigilancia de la loma.
Una vez arriba
El guardaparques no estaba. Decenas de gallinas y gallos hambrientos recibieron a los tres empapados excursionistas. Nada, a compartir la comida con ellos.
La cima de El Mogote es mucho más amplia de lo que se pueda esperar. Es perfecta para acampar y eso precisamente es lo que recomiendan los guías. Si no llueve, claro.
Desde lo alto, en días diáfanos se obtienen vistas espectaculares de la ciudad de Jarabacoa y de la Cordillera Central.
Como el agua no paraba y la niebla cubría todo, la estadía en la cima duró menos de 20 minutos. Hubo incluso que elegir una ruta alterna para bajar (más larga pero menos tortuosa que la oficial) para evitar las pendientes enlodadas de la víspera.
La lluvia nos acompañó todo el tiempo y a cuatro horas y media de iniciado el descenso, a las 6:41 p.m., apareció la puerta de hierro del Monasterio. Adiós, Mogote.
Fácil, dicen…
Para los jarabacoenses, subir El Mogote es como comerse un helado, pero procuran no hacer comentarios despectivos del viajero que asegura, tras una primera visita, que nunca lo volverá a subir.
Joel, un taxista local, ha subido tres veces; y Juan Luis Vicioso, recepcionista del Hostal Jarabacoa, en el centro, lo ha hecho en siete ocasiones. Ambos repiten, casi con las mismas palabras, la siguiente frase: “La primera vez que subí casi lloré, y juré que no volvía más”.
Pensándolo bien, no estaría mal ascender de nuevo en un día con sol...
Cómo llegar. Tomar la carretera Jarabacoa-Manabao y doblar a la izquierda en el camino señalado que conduce al Monasterio Cisterciense.
¿Con quién subir? Con amigos que conozcan el camino y agencias locales que se encargan de armar el viaje. Desde Santo Domingo, los chicos de Guías de Altura programan viajes a esta loma, aunque suelen cancelarlo a menudo debido a las condiciones del tiempo.
Recomendaciones para visitantes primerizos o poco dados al senderismo:
- Cualquier época del año es adecuada para subir El Mogote, pero prefieran los meses de poca lluvia o asegúrense de que existan las mejores condiciones, sobre todo si planean acampar en la cima.
- Prefieran subir antes o a las 9:00 de la mañana. De esta forma pueden ascender despacio y disfrutar de las vistas de las montañas sin la presión de los viajeros más experimentados.
- Lleven capas para la lluvia, merienda y agua para el camino.
- Eviten distanciarse unos de otros. La mala condición del sendero podría jugarles una mala pasada.
- Aunque se trata de un trayecto considerado corto en senderismo, adopten medidas de seguridad y compártanlas en grupo antes de iniciar el ascenso.
- Es aconsejable estar en buenas condiciones físicas. Algunas pendientes son tan pronunciadas que podrían hacer quedar mal al mejor de los deportistas.
- No dejen basura ni en la cima ni en el trayecto.
- Viajen con guías expertos o, por lo menos, con personas locales que conozcan bien el camino y que sepan actuar ante situaciones de emergencia.
- En la cima no hay agua, deben llevarla con ustedes.
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