El escritor argentino Andrés Neuman dijo en una ocasión: “La rutina se llena de matices en cuanto la anotas”.
Los girasoles confirman, en cierta forma y visualmente, claro, esta linda percepción. O, mejor dicho, ponen a prueba la capacidad visual del ser humano de reparar en detalles y matices apenas perceptibles por las miradas que observan todo en modo macro.
A medida que la colección de fotografías avanza, poco a poco dejas de fotografiarlos. “Ya tengo suficientes”, piensa una.
Hasta que, revisando esas mismas fotos, aterrizas en todos los detalles que hacen diferentes a casi todos los girasoles de tu colección.
En una de esas acciones que la rutina llamaría “operaciones inútiles”, notas que muchos de ellos sólo comparten el color amarillo de los pétalos que enmarcan su centro. Ah, el centro. Algunos enormes, otros pequeñitos, unos alargados, otros redonditos...
Y en el centro del centro: ¿notan las poblaciones de pistilos negros, las alfombras multicolores de florecillas, las pieles de peluche, los arcoíris verdes y marrones? Pensamos que vemos el mismo girasol, pero no es así. ¿Asunto de genes y diversidad de especies? Sí, lo sabemos. Lecciones básicas de Biología. ¡Pero cómo cambia tu percepción y tu rutina visual en cuanto “lo notas”!
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