Marcos "La boa" se esfuerza en mantener viva la verdadera tradición del carnaval vegano
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Domingo, 12 de febrero. Es la esquina de la Antonio Guzmán con Sánchez. La espontaneidad se nota en el alegre comportamiento de la pequeña muchedumbre que en la mañana de cada domingo de febrero se da cita en el lugar donde la tradición comenzó, en los años 80, debajo del Casino Central y en el parque Duarte.
La música, sólo merengues y salsas tradicionales para no dañar las raíces, sale de la bocina colocada en la parte trasera de un vehículo. La gente salta, ríe, se disfraza como quiere y siente.
Los diablos visten los tradicionales trajes que delatan la silueta del que lo lleva y le permiten al cuerpo moverse con soltura, hacer rondas con los niños, integrarse al molote, provocar a los transeúntes.
Lo mejor, dice Patricia Medina, es que no hay temor de que te roben, de que te den un vejigazo duro, “puedes traer a los muchachos y soltarlos, que se diviertan, que disfruten del carnaval”.
Su esposo, Juan Martínez, define la fiesta “como un recuerdo de cómo se inició la grandeza del carnaval que tenemos ahora: es la célula del carnaval vegano”.
La idea de volver a los inicios, de mantener viva la verdadera tradición vegana al margen del hoy criticado sistema mercantilista que la rodea, surgió hace seis años.
Su mentor, el diablo cojuelo Marcos “La boa” Durán Fernández, la llama “Respeto a una tradición”.
El carnaval que conquistó mi corazón
“Se basa en un carnaval popular, sin inyecciones que distorsionen la tradición. Comenzamos diez amigos y hoy está llegando gente espontáneamente. Decidimos rescatar nuestros verdaderos orígenes porque el nuevo sistema carnavalesco los olvidó y los irrespetó”, explica Marcos, creador de Los Picapiedras, hasta el 2005 uno de los grupos más famosos y esperados del carnaval vegano.
¿Por qué el cambio? Según Marcos, el carnaval que conquistó su corazón no exigía grandes gastos.
“Empecé disfrazándome con camisas viejas de mis hermanos. Vine a tener mi primer disfraz nuevo a los ocho años y lo mantuve hasta los 14, remodelándolo.
Ahora se le exige a la gente de barrio, pobre, que gaste una gran suma de dinero, irrespetándose a sí mismo, irrespetando a su familia y el sistema económico, ante la mano torturadora de un grupo de oportunistas”.
Por eso Marcos, aunque admite que necesitan recursos para hacer un mejor trabajo, no acepta patrocinios que comprometan un cambio en la esencia del carnaval que promueven.
Tradición cultural
Marcos “La Boa” recuerda que la primera vez que aparecieron por las calles de la ciudad fue impactante.
“El sistema está transformado, lo vieron como un atrevimiento. Los sectores juveniles nos vieron como locos, porque nadie se había ocupado de ilustrar a las nuevas generaciones, de enseñarles cuáles fueron nuestras verdaderas raíces; a las personas maduras y a los envejecientes se les salieron las lágrimas cuando nos vieron recorrer los barrios”, dice.
El sueño del abogado, que tiene más de 30 años formando parte de la vida carnavalesca vegana, es que el ayuntamiento de La Vega adopte el movimiento como un evento cultural.
“El peor daño que se le hizo a nuestra esencia fue haberle dado dinero a la gente para que se disfrace, porque el día que no le den ese dinero no se van a disfrazar, y de eso trata nuestro ideal, de hacerlo espontáneamente”, considera Marcos.
También quisiera llegar a un acuerdo con respecto a la hora en que realizan la actividad.
Como citan a las personas para las diez de la mañana (para que no los acusen de interferir con el carnaval considerado oficial), sólo permanecen pocas horas en las calles porque el calor y el sol los obligan a retirarse. Pero fieles a la tradición, hoy, como cada domingo de febrero, también los retarán.
4 comentarios:
Wow, cómo me acuerdo de aquellos tiempos de caretas y disfraces sencillos. Tiempos en los que muchos Veganos nos parábamos bajo los tamarindo del antiguo Parque Duarte.
Qué bonita iniciativa. Al ver las caretas me acordé del caretero Felipe Abreu, quien en esos tiempos ya había perdido la voz. Recuerdo una vez que me asome por la puerta de su taller y el me invitó a entrar.
Entré y él me puso a pintar caretas. Recuerdo bien su taller, el olor a barro, los recortes de periódicos pegados en las paredes de tabla. Las fotografías de cuando fue rey momo del carnaval. Qué tiempos aquellos!
¡Co..., Baakanit! Qué faltas has hecho. Cuando voy al carnaval vegano me acuerdo de ti. Qué lindo esto que escribes. "La boa" te lo agradece, je.
Muchos abrazos de carnaval,
Y.
Muy interesante, y tiene razón "La Boa" cuando dice que el dinero (o la falta de) puede terminar desincentivando a quienes participan en carnaval, pues se mal acostumbran.
Te amo, Yalo!
Gracias por mostrar esta parte del carnaval que es esencia y que, lamentablemente se ha perdido mucho. Y que bueno que exista personas como "La Boa", gente que resguarda algo para que no todo se pierda.
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