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28/2/15

24/2/15

Barahona y sus hermosos acantilados

La vía panorámica Carretera Barahona-Paraíso incluye tres de los más atractivos acantilados de República Dominicana.

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A sur de la ciudad de Barahona, entre Playa Azul, Quemaíto y La Meseta, tres paredes verticales “siluetean” a intervalos la costa caribeña de la Perla del Sur.
A lo largo de unos 15 kilómetros, las paredes desnudas forman una cadena de verdes, marrones, amarillos, blanco calizo y grises dignos de ver y de fotografiar.
En los huecos del terreno se forman ensenadas, pequeños montículos con yerba y maleza, poblaciones de palmas y cocoteros y las inconfundibles playas de olas bravas y arena gruesa que caracterizan la costa barahonera.
Algunos acantilados no se ven desde la carretera. Las mejores vistas se obtienen de los hoteles que usan precisamente como patio las mesetas de estos despeñaderos que, sin alcanzar los 30 metros, se alzan imponentes desafiando los vientos y recibiendo las aguas marinas de un prometedor destino ecoturístico frente al mar.

El paisaje que ofrece la intermitente pared rocosa de color naranja que se ve desde el patio del Hotel Playa Azul, coronada con una frondosa alfombra verde, deslumbra a los viajeros que se acercan a contemplar las bellezas de Barahona.

Desde el hotel Quemaíto se obtiene esta vista del acantilado que termina en la playa homónima, una de las más visitadas de la provincia Barahona, famosa por el ardiente sol que suele acompañar al visitante.

Las primeras luces de la mañana bañan el acantilado del patio trasero del hotel Playa Azul, en su extremo izquierdo. Césped, palmas y una tupida vegetación costera cobijan la meseta.

Grises y blancos. La escarpada pared que se avista desde el hotel Pontevedra corre paralela a la playa La Meseta.


21/2/15

La ruta Piedra Blanca-Rancho Arriba

¡Qué lindos que se ven los pueblitos intramontanos desde lo alto de las mesetas y de los despeñaderos! ¡Cuántos tonos verdes se pueden contar entre los altos pinares y la yerba! 

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A Vladimir Fernández  
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Una vez concluyan de manera definitiva los trabajos en la carretera que conecta Piedra Blanca (Monseñor Nouel) con Sabana Larga (San José de Ocoa), más viajeros dominicanos tendrán la oportunidad de disfrutar de una vía panorámica tan bonita como las de los municipios Jarabacoa y Constanza en La Vega y San José de las Matas en Santiago. 
Si todavía no lo hacen es porque el camino es casi intransitable y los atractivos turísticos del área son poco conocidos.
Como habíamos escrito en 2013, desde Piedra Blanca hasta el Cruce de Ocoa, en la provincia Peravia, hay 84 kilómetros de puros verdes en los que unas 42 fuentes acuíferas (entre ellas los ríos Maimón, Nizao, Ocoa y Banilejo) alimentan una de las zonas de agua más importantes de República Dominicana.
“En ese trayecto, la carretera pasa 
por el Parque Nacional Montaña La Humeadora (una zona de bosque nublado que registra una de las pluviometrías más altas del país) e incide en los alrededores de otros tres: Valle Nuevo, La Barbacoa y Padre Luis Quinn”. 
(Leer en Listín Diario).

Pocos viajeros, esos que han tenido el placer de hacer el trayecto en camionetas, vehículos 4 x 4 o, como ya lo hicieron los chicos del Hispaniola Dual Riders en motocicletas, ya conocen la maravilla que es el tramo Piedra Blanca-Juan Adrián-Rancho Arriba (y un poco más: Sabana Larga).
Si hacemos a un lado las zanjas y los pelados “derricaderos” que diseñan las lluvias y la erosión (es que hasta eso es bonito), nos queda un paisaje de montañas y valles muy parecido al de la zona de Casabito.
Entonces es una delicia pararse a observar las cascadas que se pierden entre las piedras y la maleza, apenas distinguibles desde un vehículo en marcha; detenerse en el punto exacto de la carretera desde donde se obtiene la mejor vista de La Humeadora, o dejar que la vista se deleite en la contemplación, desde un mirador natural, de las formas perfectas de las lomas (parecen dibujadas) y los valles sembrados de hortalizas y vegetales.

El recorrido invita a tratar de distinguir las plantaciones de café a lo lejos, darse un chapuzón en las pocitas que se forman en el río Maimón o desafiar el cruce del río Nizao.
¡Qué lindos se ven los pueblitos intramontanos desde lo alto de las mesetas y los despeñaderos! ¡Cuántos tonos verdes se pueden contar entre los altos pinares y la yerba tierna! ¡Qué coqueta la ermita de la virgen de la Altagracia en un costado del camino, qué risa con los charamicos que se ofrecen en la vía en pleno verano y cuánto se aprende en una visita a los invernaderos!
¡Qué desafiantes a la aventura lucen los senderos de tierra que se unen a la carretera principal!
¡Cuántas flores y plantas "raras" alegran los caminos, los patios y las cercas de las casas! ¡Y qué rica la comida y el buen trato a los viajeros del hotel y restaurante Tell Alpin (Rancho Arriba).
Na.
Qué prometedor es el futuro ecoturístico alrededor de esta carretera, sobre todo en la parte que corresponde a San José de Ocoa. Porque lo que ven en las fotos es solo un poquito de lo mucho que ofrece la provincia sureña. Dejar la vía principal y explorarla “por dentro” es parte de otra historia que espero contarles algún día...

7/2/15

Esas apariencias...

Tremenda la composición entre la iguana de verdad y la de mentira en el iguanario del Acuario Nacional. Tremendo el talento del dominicano Jorge Checo, que hizo el mural.

5/2/15

Las venas de agua de La Descubierta

El arroyito que transcurre paralelo al charco de La Descubierta (Monumento Natural Las Barías) pasa casi inadvertido para la mayoría de los visitantes.
Pero las miradas más cursis (ejem) no pasan por alto el espectáculo que su vena de agua va dejando entre los árboles y la placita del balneario.
Su corriente, clara, gris, bajita y revoltosa, serpentea entre las matas, las sillas de los ventorrillos de comida, las piedras, los bultos y los pies de quienes lo ignoran y lo saltan porque no les interesa su curso sino la piscina, una de las pozas más frías del Sur y del país, en la provincia Independencia. 
A veces el hilo de agua se parte discretamente en dos, o en tres, y cierra de nuevo en un punto de su recorrido. A su paso va dejando pequeñas riadas o minúsculas cascadas en algún trozo inclinado del terreno. 
Y así, alegre, ajeno al jolgorio de los niños que tiritan de frío, de los adultos que comen moro, pescado y fritos verdes y de las vendedoras que ofrecen a los viajeros sombreros de colores, ignora también a todos y se pierde entre la maleza, sabrá quién hacia dónde…