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30/9/10

Jean Girigori: “Cambio mis obras por una prótesis”

LA RECONOCIDA PINTORA DOMINICO-CURAZOLEÑA PERDIÓ UNA PIERNA. PIDE AYUDA PARA CONTINUAR SU LABOR SOCIAL

Yaniris López
La obra de Jean Girigori no necesita traducciones ni lecturas, ni siquiera sus cuadros abstractos. Su origen afroantillano y sus luchas sociales se notan en la transparencia dulce y limpia de sus pinturas, en los rostros tristes de sus morenas, en el perfil diario de los barrios, en los ademanes inocentes de sus niñas y en la mezcla de colores vivos que dejan claro el orgullo con que muestra sus raíces.
De madre dominicana y padre curazoleño, navegante, Jean nació hace 62 años en una barca en las aguas del mar Caribe. Estudió arte en Haití y en Nueva York e inició en Curazao su fila de exposiciones. Su peculiar modo de ver el mundo suyo y el ajeno, una vez regado por Europa, Estados Unidos y América Latina, le han merecido el mote de la pintora del arco mágico del Caribe.
Revolucionaria desde que era una cría (recuerda con buen humor sus correrías durante la Guerra de Abril), dice que cargó en hombros a Juan Bosch y a Peña Gómez cuando recorrían los barrios pobres de la capital. Porque fue abusada cuando tenía cuatro años, y porque nació en un hogar pobre pero con un sentido de la moral muy alto, Jean ha dedicado su vida y arte a defender los derechos de la mujer, los niños y los pobres.
Por eso no concibe que una desgracia, como la ocurrida hace un año y ocho meses, la postre para siempre en una silla de ruedas y le imposibilite continuar con su labor social.
Llega la tristeza
Ocurrió hace casi dos años, mientras se operaba de una hernia discal en Caracas, Venezuela. Siete días después de la intervención, una de sus piernas se infectó con una bacteria y debió ser cortada.
Jean también perdió un dedo de su mano derecha: “La mano que utilizo para tocar mi guitarra y cantarle a la vida”.
En su estado de convalecencia en este hospital, fue secuestrada durante dos horas por tres hombres que buscaban dinero.
“Eso fue un purgatorio, me querían meter la pistola en la herida abierta”, recuerda la artista. Ahora Jean necesita de su público, de su gente.
“Cambio mis obras de arte por una prótesis”, dice. “Cargo una pena y me siento inútil, no me puedo mover, secuestrada en mi propia casa. Estoy radicada en Jarabacoa porque no me puedo mover. Quiero estar en los barrios, en los campos, ayudando. Quiero demostrar que aun faltándome una pierna sigo con la misma energía y los mismos deseos de ayudar”.
Jean les solicita a los que quieran ayudarla que adquieran sus cuadros para, de esta forma, comprar la prótesis que la devolverá la vida activa que tanto añora. Sus cuadros se exhiben hasta el 24 de octubre en la Galería Nacional de Bellas Artes, avenida Máximo Gómez. Podrán contactar a Jean en los teléfonos 809.574.6480 y 809. 454.6931 o escribirle a jeangirigori@hotmail.com

Los colores vivos de la solidaridad
Maestra de las mezclas vivas, Jean Girigori se da el lujo de pintar con colores oscuros la primavera, cobijar con pescado las cabezas más lindas y eternizar la boda de un chulo.
Su arte no es fortuito, suele repetir. Está lleno de experiencias amargas y dolorosas, pero también de recuerdos muy gratos que la llenan de nostalgia, una nostalgia que deja marcada en los ojos de sus doncellas y en los vestidos domingueros, de tul de colores, con que suele engalanar a las niñas.
El tul me recuerda esos tiempos rosados. Vengo de un hogar pobre, humilde, de negros, pero con el poder moral y la solidaridad bien altos”, expresa Jean.
La artista heredó de sus padres el gusto por la libertad y la justicia. Cree en el esfuerzo personal, en la unión familiar y en la de los pueblos para redimir la pobreza y el subdesarrollo.
“Heredamos la pobreza como un cáncer, igual que se hereda la envidia. Y no saldremos de la pobreza si no nos ilustramos, si no somos solidarios. Vivimos en un campo de batalla por las ideas. El hombre alberga en su corazón el cáncer del espíritu, tenemos que retomar el poder moral”.
Movimiento cultural
Jean asegura que vive en un campo de batalla por los derechos de los niños y la mujer. Lo hace desde Masa Femenina, un movimiento social y cultural creado desde el arte y dirigido a reivindicarles un espacio en la sociedad.
“Quiero que aprendan a leer, a escribir y a reclamar sus derechos. Creo en la solidaridad. Estoy contra de la inmoralidad social. Al artista lo han marginado siempre, pero esto es una manera de vivir y de manejar la justicia a través de las artes”.
Jean ha llevado el mensaje de Masa Femenina a todos los sitios que ha pisado y a los que ya no puede llegar.
Llama a sus chicas trabajadoras de la cultura que aspiran a trasformar las comunidades con sus propias habilidades y compromisos sociales. Les transmite mensajes básicos que insuflan sus corazones de esperanza y ganas de ser mejores.
“Si no motivamos al hombre a que viva de su inteligencia, aun sea pobre, vamos a seguir teniendo esos problemas en los barrios. Los problemas de los barrios no se van a resolver con el discurso trasnochado de un político. Se van a resolver reeducando a su gente, que es un derecho humano”.
Para Jean, los políticos no podrán resolver los problemas sociales pues no es un asunto sólo de ellos.
“Todo el país tiene que dedicarse a resolver los problemas sociales, a desarrollar la habilidad de los hombres de la ciudad y que el campesino se quede en los campos, cultivando”.

Magia espiritual
”Jean sonríe porque le llaman la pintora del arte mágico del Caribe y no puede hacer magia con su dolencia. Pese a ello, no ha perdido su sentido del humor. “Me queda la magia espiritual”, sonríe.
“Por esa magia quiero seguir viviendo, hablarle al corazón de la gente del barrio para transformarlo. Porque se necesita elevar la conciencia moral de todo el pueblo”.
Con dolor admite que su familia no cree en el poder de su arte como negación de la pobreza. Le echan en cara, precisamente, que hable tanto de pobreza. Por eso se siente sola, en un purgatorio. Pero que descuide Jean, que muchos estarán encantados de unirse a sus filas. Porque además de la magia espiritual le queda también la de sus manos, la de su trabajo y la de su encantadora personalidad.

27/9/10

Las iguanas del lago Enriquillo

Comen pan, papitas fritas, galletitas, frutas y hojuelas de maíz

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Debe ser que se saben reinas y soberanas del cuerpo de agua más salado del Caribe y de las únicas islas ubicadas bajo el nivel del mar en todo el mundo. Debe ser que sospechan que están en peligro de extinción para posar con tanta altivez frente a las cámaras y vigilar el entorno como si realmente les perteneciera. Debe ser que los humanos saben que son animales especiales, tanto que, a la larga, poco les importa su evidente fealdad. Si no, ¿cómo explicar que tanta gente intente robarlas cada año, que tanta gente quiera tener semejantes ejemplares entre sus manos, llevárselos a sus casas, cuidarlos y mimarlos como si fueran mascotas?
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Yaniris López
Para Tu Aventura ¨

El lago Enriquillo y su entorno, uno de los puntos turísticos más visitados del suroeste dominicano, es la casa de dos especies de iguana en peligro de extinción: la iguana rinoceronte y la iguana ricord (Cyclura cornuta y Cyclura ricordi). 
Las rinoceronte son enormes (pueden alcanzar hasta 1,8 metros), con pequeños cuernos en las caras y, según los ecologistas, la mayor cantidad de ejemplares se encuentra precisamente aquí. Las ricord son endémicas de República Dominicana, no tienen cuernos pero sí unos ojos muy rojos y anillos espinosos en las colas. Ellas comparten con los cocodrilos americanos (también en peligro de extinción, vaya) el bosque seco y los atractivos de un lugar considerado único en el mundo por sus peculiares características: está ubicado 44 metros bajo el nivel del mar y su salinidad es tres veces más alta que la de éste.
El lago alberga en su interior tres islas también peculiares: son las únicas ubicadas dentro de un cuerpo de agua que se encuentra situado por debajo del nivel del mar. Se llaman Cabritos (la mayor), Barbarita e Islita.
Alrededor del lago, que mide 265 kilómetros cuadrados, hay balnearios de aguas azufradas, borbollones, playas, montañas, petroglifos prehispánicos y aves raras. Pero nada suscita más interés que conocerlas a ellas, a las iguanas que habitan alrededor del cuerpo de agua más grande de las Antillas.

PARA VERLAS 
 

El iguanario es una parada obligada de la ya famosa “Vuelta al lago Enriquillo”, una de las excursiones favoritas de locales y extranjeros en el país. Está ubicado en el mismo lugar desde donde zarpan las lanchas que llevan a los viajeros hasta la isla Cabritos, a orillas de un famoso balneario de aguas azufradas.
No más llegar a la entrada, las iguanas, como buenas anfitrionas, salen despacito de entre los matorrales y tantean el ambiente.
 Si hay movimiento de manos, se lanzan sobre los visitantes como si éstos estuvieran obligados a llevarles algo, un regalo, preferiblemente comida.
Al poco tiempo, más de 40 iguanas de todos los tamaños rodean a los visitantes. No hay problemas si quien las visita no les teme.
Aunque la tenencia de iguanas está prohibido por tratarse de un animal en peligro de extinción, hay quienes pagan grandes cantidades de dinero por un ejemplar, otros se atreven a ofrecerles dinero a los vigilantes del área protegida para que les permitan “llevarse” una a casa y los más atrevidos simplemente se las roban.
Hay quienes creen que son animales espectaculares, exóticos, “lindos”. Esos, los que creen eso, disfrutan sobremanera llegar al iguanario, alimentar a las iguanas (nadie ve el letrero que prohíbe alimentarlas), acariciarlas y dejarse torturar con el espectáculo que ofrecen al abrir las bocas, un espectáculo que es mejor no describir.
Comen pan, papitas fritas, galletitas, frutas y hojuelas de maíz. Los que la han tenido como mascota aseguran que limpia la casa de moscas y otros insectos rastreros, que son dóciles y silenciosas y que les encanta pasear y dejarse mimar.
Sin embargo… No ocurre lo mismo si quienes visitan el iguanario, por alguna razón, les temen a las iguanas. Es nuestro caso.
A los pequeños gritos de emoción les sigue un espanto dramático que raya en lo absurdo. Algunas son tan feas –disculpen los ecologistas- que dan grima. Siempre lucen guapas, como aburridas de tener que vivir tantos años (20 y tantos, aproximadamente).

Como el iguanario está cobijado de bayahondas y otras plantas secas cuyos frutos les encanta a las iguanas, da la impresión de que saltarán de cualquier rama y caerán sobre nuestros hombros y pies en cualquier momento.
Entonces el iguanario ya no luce tan atractivo. Un pasillo de cemento lo divide en dos, obligando al viajero a utilizarlo para entrar y salir. Si por casualidad hay iguanas en ambos lados –y es casi seguro que acorralarán al miedoso-, el temor puede provocar una crisis de histeria que obligará a los guardaparques o a otros viajeros a acudir en auxilio del atormentado. Atormentada en este caso. Qué pena da admitirlo.

“No te harán nada”, gritan los valientes. “Son inofensivas”. “Míralas qué lindas”.
Es cierto, las iguanas son inofensivas. Pero qué va. Nada logra acallar los gritos cada vez que alguna intenta acercarse. La vergüenza aumenta si hay extranjeros cerca, que miran a la víctima entre “me río, lloro o le grito cuán cobarde es…”.
Tal vez el único consuelo que realmente funciona en estos casos es pensar que, por suerte, son vegetarianas.
Pobres iguanas! En lugar de temerles, se acercan a los hombres, buscan sus manos y se dejan alimentar de las mismas manos que las matan, se las comen o se las roban para mantenerlas en cautiverio. Por eso es raro que alguien les tema; aunque, por su bien, deberían celebrarlo.

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P.D: Escrito a principios de 2009, unas semanas antes de que las aguas del Lago subieran tanto que taparan completamente el balneario Las Azufradas. 

Así quedan los diablos... (faltan cuatro meses y tres días)


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PD: ¡Qué vicio!

25/9/10

Alba Iris es una alzá

Pero es una alzá linda, como todos los niños de los campos más campos dominicanos.
Eran cinco.
Vieron que alguien tomaba fotos de sus casitas y sus caminos y se juntaron, como siempre hacen, para que les tomen una foto.
Menos Alba Iris.
Ella salió corriendo, hacia la casita más cercana, huyéndole al efecto futuro de una instantánea. Entonces uno de los chicos le gritó:
¡Ve, esa Alba Iris es una alzá!
¿Y cómo iba a permitir la Yalo que insultaran su etnia? ¿Quién más alzá que ella? ¿Y qué tiene de malo ser alzao?
Noooo. Llamó a Alba Iris y le dijo que su foto iba a ser la más linda, que mirara a la cámara.
Y ella sonrió y posó para la Yalo.

No miró a la cámara, pero ¿ven que alzá de lo más bonita quedó?


  

22/9/10

El Catey

Una cooperativa agroecológica administra este lindo rincón escondido entre las lomas de Santiago Rodríguez

Yaniris López
En honor a la palmera endémica que llaman catey, se levanta en el extremo este de la provincia Santiago Rodríguez, en el mismo corazón de la sierra y próximo a la zona de incidencia del Parque Nacional Armando Bermúdez, un centro ecoturístico de infraestructura y paisajes nada raros, pero tan vírgenes los paisajes y tan adecuada la infraestructura que no dejan de impresionar.
Las aguas caudalosas del río Mao acompañan a los viajeros que durante su estancia duermen en cabañas sobre pilotes tipo palafitos, se alimentan con productos que por ser del campo más cercano y estar preparados en fogón saben diferente, y se desenvuelven en condiciones mínimas.
Una sola visita al Centro Ecoturístico El Catey parece confirmar que no se necesitan muchas cosas para ser feliz aquí: que basta con abandonarse al silencio y rodearse de verde, mucho verde.

En la cuenca alta del río Mao
La administración del Centro Ecoturístico El Catey es uno de los proyectos que tiene a su cargo la Cooperativa Agroecológica de la Cuenca Alta del Río Mao, con sede en la comunidad El Aguacate, de la sección Toma. La mayoría de sus 215 miembros se dedica a la producción y comercialización del café. La asociación opera en cinco distritos cooperativos: La Sidra, Cenoví, El Aguacate, La Leonor y El Montazo.
Su presidente, Ramón Enrique Torres (Moncito), dice que son pequeños productores que se debaten entre la miseria y la esperanza que además de gestionar ingresos para sobrevivir tienen clara otra misión: que los visitantes, pernoctando en el lugar, recorriendo los senderos y observando la naturaleza, comprendan la importancia de preservar los bosques y los recursos naturales.
“El que viene hace contacto de manera directa con esta maravilla boscosa. Aquí nacen las principales fuentes de agua que abastecen la presa de Monción y tenemos claro que el mejor aporte que le hacemos a la sociedad dominicana es conservar estos bosques, para garantizar que esta presa tenga vida útil en el tiempo”, indica Moncito.
El Instituto para la Cultura y la Autogestión Popular de la región Noreste (Incap), la Red Dominicana de Turismo Rural (Redotur) y el Programa de Pequeños Subsidios (PPS) respaldan el proyecto.
De la Redotur reciben asesoría que les ayuda a fortalecer su nivel institucional, realizar planes de negocios y mejorar los servicios que brindan, informa Jerson Mateo, director ejecutivo.
“Nuestro papel es apoyarlos en sus necesidades, fortalecer la iniciativa haciendo sometimientos de proyectos a instituciones nacionales o internacionales para fortalecer esas debilidades y darles asistencia para que reciban la mayor cantidad de personas”, expresa.
Como la vida útil no sólo de la presa de Monción, sino de muchas comunidades rurales depende de lo que se hace en la cuenca alta del Mao, los servicios de El Catey, como la zona, tienen vocación ecológica.

Pago por servicios ambientales
En vista del mal estado de los caminos que llevan hasta El Aguacate, de las deficiencias en los servicios de salud y educación que se registran en la zona, para evitar que los campesinos abandonen el área o decidan buscar alternativas de producción más rentables pero más nocivas al medio ambiente, la Cooperativa quisiera hacerle una petición a las autoridades.
“Estamos demandando ante el Estado el pago por servicios ambientales, que sería una de las compensaciones que el campesino tendría para poder seguir viviendo acá”, explica Moncito. Y agrega: “Esta cobertura forestal depende de las comunidades cafetaleras, aquí hay alrededor de 20 mil tareas de café”.
Sólo una mejoría motivaría a los campesinos a quedarse y seguir protegiendo la zona, indica, pues de otra forma podrían sustituir los productos y mochar el bosque.
Moncito aclara que no se trata de que les den un incentivo de dos o tres mil pesos, sino de que se realicen programas y proyectos de generación de ingresos en las comunidades que contribuyan a mejorar su calidad de vida. “Si lo hacen, la gente se quedará en la zona, cuidándola; en lugar de destruir el bosque, lo cuidarán y lo desarrollarán”.

Cabañas. El centro dispone de cuatro cabañitas individuales y dos construcciones grandes para grupos que suman 31camas disponibles para un alojamiento promedio de unas 50 personas. El lugar se presta, a la perfección, para organizar retiros, convivencias y giras estudiantes. Las visitas se reciben previo aviso y coordinación.

Alrededores. Una de las vistas más hermosas es la del salto El Naranjito sobre el arroyo La Tarana, en los alrededores de Cenoví. Frutas raras y flores silvestres alegran los senderos que da más gusto recorrer a pie. El centro de salud y puesto de guardia más cercanos están a cinco kilómetros, en La Leonor.

Cómo llegar. El Catey se encuentra en la comunidad El Aguacate, a 40 kilómetros del municipio de Monción y a 45 del centro de Sabaneta. Los caminos vecinales que llevan al lugar están en malas condiciones. La ruta más corta es la que comienza en la salida de Monción y sigue hasta La Leonor, luego se toma el camino hasta El Aguacate y de allí a El Catey.

El trigonolito de Bayahíbe

Siguiendo con el chisme de las cabezas de los indios, éste de Bayahíbe es un monumento que no hace ruido ni asusta (ejem). Es un trigonolito (cemí de tres puntas) inspirado en el arte taíno ubicado frente a la playita desde donde zarpan los botes que llevan a la isla Saona.

17/9/10

Las cabezas de los indios y otros cuerpos

Al salir a mar abierto aparecen ellas y ellos coronando los farallones del ahora Monumento Natural Laguna Gri-Gri
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Intenten imaginarse la escena los que no la han visto. Luego de navegar por 10 o 15 minutos sobre aguas verdes y fondos claros, entre mangles y aves lindas, cobijados por la altura impresionante de los árboles que cuidan el brazo de agua que conecta la laguna Gri-Gri (Río San Juan, María Trinidad Sánchez) con el mar inmenso que es el océano Atlántico, al salir a mar abierto aparecen ellas y ellos coronando los farallones del ahora Monumento Natural Laguna Gri-Gri: decenas de cabezas blancas a tamaño natural (algunas con penachos de coral) que no dejan de provocar asombro en los ojos que se estrenan en su mirada.
―¡¿Qué es eso blanco que se ve allí arriba?! ―pregunta la Yalo, incrédula.
Son las cabezas de los indios ―responde el capitán del barco―. Las hizo un artista plástico de aquí de Río San Juan que se llama Persio Checo (defiéndete, Checo, si no es verdad).
Las cabezas salpican la orilla occidental del litoral, pero la mayor concentración se encuentra en un costado de Playa Caletón, muchísimas, formando, le pareció a la Yalo, un cementerio de cabezas de indios. Pero hay más que cabezas: en un costado se ve a una india que intenta deslizarse (o suicidarse) desde los farallones al mar, y en otro islote un indio que trepa por las piedras.
―Pero, señor, esas cosas asustan cuando se miran de repente, ¿no le parece? No le aportan nada al paisaje, al contrario, lo desfiguran, lo cargan, y con lo lindo que es no necesita de esas cabezas horrorosas. (Como arte, genial, venga, ¿pero ahí?).
La Yalo jura que el capitán se ofendió y por eso anotó su respuesta:
―A mí tampoco me gustan mucho, pero esas cabezas se pusieron allí para honrar la memoria de los indios.
― Pero ¿cómo permitieron Turismo y Medio Ambiente que se pusieran esas cosas allí? Esto es un área protegida― siguió enchinchando la Yalo.
Y el capitán respondió que las colocaron hace unos 6 u 8 años, antes de que la hicieran área protegida, en 2009. No encontró mucho coro la Yalo para seguir descricajando lo que vio, ni durante ni después del viaje. (No estás incluida, Avic).
La suerte le llegó un mes y medio después, cuando volvió a la zona acompañando a las autoridades de Medio Ambiente, pero ¡ja!, ni ellos coincidieron en las opiniones.
Ingenuamente, vaya ardid que funciona, le pregunté primero al capitán del barco qué opinaba y se fue en elogios, y luego al administrador del monumento natural, Domingo de León, que de quién había sido la idea de colocar cabezas de indios en los farallones, y él, muy amable, inteligente y conversador, dijo que esa obra maravillosa la había hecho el artista en cuestión y que mire qué lindas, que se hicieron en conmemoración de todos los indígenas del país, mártires y maltratados ellos.
A su lado iba Isabel Bonelly, encargada de Ecoturismo de Medio Ambiente, y a ella (¡viva, Yalo!), que no las había visto, sí que le parecieron fuera de tono y poco apropiadas para el paisaje. ¿Y saben lo que respondió don Domingo de León? Anoté la respuesta, por supuesto:
―¡Ahhhhh, que a ustedes no les haya gustado es otra cosa!
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P.D. Nada. A falta de consenso, juzguen ustedes, pues…

10/9/10

Imaginando el futuro

A Xiomarita Pérez

Niño 1: Yo prefiero tocar ese que parece un guayo, porque suena como cuando llueve y estoy dentro de mi casa.
Niño 2 (el más pequeño): Sí, es verdad. Entonces cuando llueve es que mucha gente está tocando al mismo tiempo, ¿verdad?


Niño 3: A mí gusta el que tiene Lupe, el que parece un gusano. A veces suena alegre, como cuando me compran helado; y a veces suena triste, como cuando me dan una pela.
Niño 2: Sí, es verdad. A mí me duelen mucho las pelas.


Niño 1: Y la tambora, ¿quién tocará la tambora?
Niño 2: Yo puedo. Suena como el caballito de mi hermano Polo cuando sale corriendo.
Niño 3: Listo, con el dinero que ganemos podremos viajar a la capital y comprarle una casa grande a nuestras mamás…

5/9/10

La mata más rara que he visto en mi vida

Son raras, la verdad...
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La encontramos ayer en La Cabirma Abajo, una pequeña comunidad ubicada en las lomas de Santiago Rodríguez, monte adentro.
La primera impresión es que se trata de una mata cualquiera cubierta por 'vejiguitas' mal infladas puestas allí por los niños que no tenían mucho que hacer (así como le ponen cascarones de huevos a las matas de sábila y de maguey). 
Pero ay, ¡esas cositas amarillas eran de verdad! Lilín, la dueña de la casa, sembró la plantita allí pero confiesa que no tenía idea del tipo de fruto que daba. “Los muchachos me dieron el tallito”.
En La Cabirma le dicen berenjenitas de lujo (no se comen) y son “casi” huecas por dentro. Las hojas y las flores se parecen mucho a aquella mata de tomate que no era de tomate, ¿recuerdan?
Las frutillas son tan raras que por más que una las mira no encuentra forma de definirlas y al apretarlas se hunden un poco. En realidad parecen cualquier cosa que se nos antoje: ubre de vaca, un guante pequeñito a medio inflar, un ají o limón “maltramaos”, etc.

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P.D.: Yolan y Denis dicen que es “pichichío”, una mata silvestre que sirve para curar la sinusitis a la que hacen referencia en el libro El poder medicinal de las plantas que tenemos en casa. Sin embargo, en la ilustración que vi en el libro el pichichío no tenía cachitos. No sé. Si ustedes saben…


1/9/10

La Boca: río y playa

Un oasis gigante salado y dulce, de sombra y sol, que permite todos los cuadros fotográficos y acelera los deseos de darse un baño

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Yaniris López 
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La playa y el río se besan en La Boca, un balneario del distrito municipal La Entrada (Cabrera, María Trinidad Sánchez).
Descubrir el lugar llena los sentidos del visitante primerizo.
El meandro de Arroyo Salado, antes y después de tocar las aguas del Atlántico forma a su paso un oasis gigante, salado y dulce; de sombra y sol, que permite todos los cuadros fotográficos y acelera los deseos de darse un baño. Bajito aquí, algo profundo allá, ya sea que prefieran divertirse con juegos de mesa, tenderse al sol o jugar, niños y adultos encuentran en La Boca el espacio perfecto para recrearse, un rincón donde premiar y bendecir la existencia.
En uno de los costados, frente a la playa, sigue en pie el pequeño cementerio que, según los lugareños, dejó intacto aquel maremoto de 1946 que arrasó con varias comunidades de la Costa Verde.

UN RINCÓN PARADISÍACO EN LA COSTA VERDE
Ubicada a 8 kilómetros del centro de Cabrera y a 25 de Nagua, la playa La Boca recibe este nombre porque allí ‘desemboca’ el río Arroyo Salado.
El sitio es de fácil acceso y se presta para todo tipo de actividades recreativas. Una pequeña cafetería ofrece a los visitantes bebidas y picaderas.

PARA LLEGAR: Tome la carretera Nagua- Cabrera y un letrero le indicará la entrada al balneario, que se encuentra a kilómetro y medio de la vía.